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Por: Luis Adrián Vázquez Moreno

@pea_lavm

Poseedor de una historia de vida compuesta por muchas carencias en su niñez, sólidos valores y un agudo sentido de las enseñanzas que le heredó el campo y la vida misma, Arnoldo de la Rocha, hoy presidente fundador de El Pollo Feliz, cadena de restaurantes con más de 800 sucursales y 12 mil empleados en México y Estados Unidos, es un convencido de que no es necesario brincar al otro lado de la frontera para transformar la vida: “el sueño mexicano” existe, y se puede lograr aquí y ahora; solo basta tener un objetivo claro, determinación y estar dispuesto a romper la cadena que te había condenado hasta ahora a creer que no se podía.

Durante su participación en el X Foro El Asegurador para Agentes de Seguros y Fianzas organizado por esta casa editora, Arnoldo de la Rocha conmovió a los asistentes al compartir su historia de vida y su éxito como empresario, e hizo hincapié en que todos tenemos las mismas posibilidades de transformar nuestro destino: solo basta soñar y emprender la ruta para conseguirlo.

De la Rocha, que brilló en el Foro como un sensible dador de enseñanzas de vida, señaló que México tiene la notable característica de que está compuesto por muchos “méxicos”, todos ellos llenos de oportunidad, riqueza, pobreza, contrastes, vasta cultura, ignorancia, climas y tradiciones e ideologías. Ante ello, dijo, la mayoría de las personas tiene la falsa creencia de que el lugar donde se desarrolló y de donde viene condiciona su destino.

El empresario precisó categóricamente: “Eso no es cierto. Soy originario de las montañas de la sierra de Chihuahua. Viví ahí hasta los 17 años, en condiciones que ninguno creería después de constatar lo que he logrado y de ver aquello en lo que me he convertido. Pero mi historia la transformé, y el primer mensaje que deseo compartirles es que el lugar de donde vengo nunca determinó adónde podía llegar. Estoy convencido de que si nacimos pobres, de eso no tenemos culpa; pero, de morir pobres, de eso sí somos responsables completamente.

“Sucede”, añadió, “que no estamos acostumbrados a aprender de las cosas simples de la vida; perdimos la capacidad de asombro y nos convertimos de repente en una sociedad mercantilista y consumista a ultranza; le dimos al dinero un valor que va más allá de lo que éste se merece, cuando, en realidad, el dinero es consecuencia de una serie de factores que en los ámbitos humano, social y empresarial necesitamos primeramente desarrollar”.

Por otra parte, el fundador de El Pollo Feliz, resaltó que atestiguamos el crecimiento del país, apoyado por campañas que en la década de los setentas decían: “Vamos a poblar México”. En este país se hacía patria procreando numerosas familias. A la vuelta de los años crecimos 10 veces en un siglo y cambiamos drásticamente nuestra distribución poblacional. En la época de referencia, cerca de 70 por ciento de los mexicanos vivía en el campo, y solo 30 por ciento en la ciudad. En la actualidad, dicha cifra es exactamente al revés. Abandonamos el campo y saturamos la ciudad, y las consecuencias sobra decirlas.

Vivimos en una sociedad en la cual existe un sinnúmero de herramientas para comunicarnos; y, aun así, no sabemos comunicarnos adecuadamente; y la comunicación es fundamental, porque vivimos en una sociedad en la cual nadie gana la guerra solo. Si no hacemos equipos, frentes comunes, nadie gana y todos pierden.

Se cree que 70 por ciento de la productividad en las organizaciones tiene como eje central la buena comunicación; es decir, tiene un impacto determinante lo que digo, cómo lo estructuro, lo que proyecto, la velocidad de respuesta a mis peticiones, la confianza que logro infundir en mis clientes, etcétera: todo esto tiene que ver con la eficacia de la comunicación.

Las empresas se componen de recursos materiales y humanos, y la parte humana no se puede enviar por fax. Esa parte nace del deseo de crecer. El crecimiento no solo está en la parte tecnológica y de innovación. El ser humano también requiere saber leer los signos del cambio (uno de los cuales es la mentalidad), si no se quiere quedar rezagado. Hoy los cambios son tan abruptos que no es lo mismo lo que tuve que hacer ayer para alcanzar los resultados, que el esfuerzo que tengo que hacer hoy para lograr los de este día.

En el oficio de agente de seguros, dijo, este punto queda a la perfección: en la actividad de los asesores de seguros la comunicación es determinante, porque tienen entre sus responsabilidades contribuir a generar cultura de consumo. “Ustedes son los encargados de generarle la motivación y la conciencia a la sociedad acerca de la importancia de estar asegurados; por lo tanto, los agentes no solamente ejecutan una venta, sino que mediante su explicación seducen y modifican los criterios de una persona hasta orientarla hacia la conciencia de la prevención.

“El oficio de los pollos me cambió la vida hace 42 años, y después de cuatro décadas seguimos buscando la manera de cautivar al cliente. Hay muchas razones por las que llegan a morir las empresas, pero la principal es el estado de confort. Cuando siento que ya llegué, me relajo, y ahí comienza la decadencia, porque no tomo en cuenta que atrás vienen jóvenes con energía que llegarán a las empresas que están en estado de pasividad y de resistencia al cambio.

Estamos en un mundo en el que trabajar y saber mucho no es suficiente para conformar un patrimonio. Puedes ser un sabio y trabajar hasta la saciedad; pero si no tienes un objetivo claramente definido, terminas yendo a cualquier parte. ¿Entonces qué hay que hacer?, expresó.

Hay que saber qué queremos y establecer metas claras y medibles. El que sabe lo que quiere ya tiene la mitad; el que no que ni se estrese. Necesitamos tener sueños lo suficientemente objetivos para llegar a ellos antes de morir y lo suficientemente motivantes para levantarnos todos los días para luchar por su consecución. Tener sueños le da sentido al trabajo y a nuestra vida.

Arnoldo de la Rocha concluyó diciendo: “Podemos hacer un mejor México, y para ello urge que eliminemos la inmediatez y la victimización de nuestra vida. Eliminemos lo gratis, lo fácil, lo regalado. Rompamos nuestras cadenas. En la pobreza no hay peor situación que ver a la necesidad quedarse a vivir con nosotros, y además que se institucionalice. Nos vamos por la vía fácil: camino como pobre, pienso como pobre, me comporto como pobre, y el resultado es que heredo el pensamiento de pobre. A la pobreza hay que hacérsela de tos, pero con imaginación, con creatividad y con responsabilidad”.

 

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