Yo no soy un asiduo jugador de póker, de hecho casi nunca lo juego, pero sí soy un gran aficionado a las frases y refranes populares, porque siento que encierran gran sabiduría de la que podemos obtener valiosas enseñanzas y del juego de póker nace una frase que se le atribuye a los repartidores de cartas (Dealers o Croupiers) que dice: “Como veo, doy”, ya que cuando se juega póker abierto, el jugador decide si va abriendo alguna de sus cartas para que le sirvan la siguiente cerrada, o si deja una carta cerrada, entonces el repartidor le da la carta abierta y de ahí viene la mencionada frase.
Siempre me ha gustado ser optimista y soy un amante de la alegría y me da gusto darme cuenta que, a mis 66 años cumplidos, lo sigo siendo y me gusta además contagiar a la gente de mi alrededor con ese optimismo y alegría.
También me gusta reflexionar sobre el por qué de las cosas, así que no pocas veces me he preguntado el ¿por qué soy así?
Al reflexionar sobre ello, he pensado que no es por mantener una imagen, es algo que va más allá y que disfruto. Estoy convencido de que, si uno puede contagiar lo positivo, es claro que se está haciendo una contribución al mundo y a la gente que nos rodea.
Podríamos decir que me gusta inspirar positivamente a la gente.
Pero mientras más reflexiono en ello, me doy cuenta de que, en el camino, he aprendido cosas que me han hecho cambiar mi forma de pensar y de actuar, y ello me ha hecho modificar mis actitudes hacia las personas. Así, he cambiado de ser el eterno optimista, de ser ese individuo alegre y motivador que siempre trata de contagiar su alegría a otros, a ser más reservado y más cuidadoso con la gente.
De esas reflexiones, he obtenido algunas respuestas del porqué de ese cambio.
Trataré de explicarme:
Antes, tenía el sentimiento de que el ser optimista y ser alegre revestía una especie de obligación con los demás, de tratar de inspirarlos o motivarlos hacia el optimismo y la alegría. De hecho, no me gusta la gente pesimista y creo que muchas personas le sacamos la vuelta a aquellos que todo lo ven de manera negativa.
Sí, de alguna manera, para mí era y sigue siendo atractivo ser luz para los demás, en definitiva, ser fuente de inspiración para los demás, alimenta interiormente. Sin embargo, llevo tiempo reflexionando al respecto y he terminado por cuestionarme: ¿y qué pasa con esa gente que simplemente no quiere luz y que prefiere estar en las tinieblas?
Porque si quieren luz, seré el más feliz de compartir mi luz con ellos pero, ¿si no la quieren? Todos nos hemos encontrado con esa gente que hasta se molesta cuando intentamos motivarla. Al principio, lo veía simplemente como un reto mayor, hasta que aprendí dos cosas importantes y debido a eso ahora he dejado de hacerlo:
La primera, es que no debo gastar mi energía en gente que no quiere que la motiven. De tal manera, que he aprendido a fluir sin preocuparme tanto de estar motivando a otros y de esa manera, me cuido de que no me contagien su pesimismo. Al final, termina siendo una ventaja el pensar (yo no diría de manera egoísta, sino más bien inteligente) y proteger nuestro optimismo y nuestra alegría.
La segunda, pero no menos importante, es que he aprendido a respetar más a la gente, porque pienso que el tratar de adoctrinar a la gente es una verdadera falta de respeto.
Al final del día, cada quien tiene su verdad y estoy seguro de que la mía no es la verdad absoluta, pero desde mi punto de vista, el optimismo y la alegría son luz que alimenta.De tal manera que prefiero no desgastarme y ahora respeto más a la gente, no obstante que yo piense que tengo una vela en la mano, respeto a aquellos que quieren prescindir de esa luz. Por ello, cuando veo que hay gente que no gusta de mi optimismo o de mi alegría, ya no insisto, simplemente volteo para otro lado. Eso sí, no permito que me despojen de mi optimismo, me pongo en modo “ahorro de energía”, pienso para mis adentros que cada quien es libre de elegir y adopto esa filosofía del Dealer, diciéndome a mí mismo: “Como veo, doy”.