El ser humano es por naturaleza más un buscador de certezas que un tomador de riesgos.
No obstante, el riesgo está dentro de cada una de las actividades que realiza, la naturaleza que nos envuelve y las relaciones que establecemos entre nosotros. Los asesores de seguros y de fianzas saben de ello, y hoy más que nunca han de volver a su papel de administradores básicos de riesgos, hacia sus clientes y prospectos, pues vivimos y viviremos tiempos de incertidumbres más abundantes que las que la conferencista Gabriela Warkentin mencionó en el MDRT México en meses pasados al referirse al Gobierno actual y sus decisiones.
Las certezas que teníamos en muchos sentidos también se fueron lejos de nuestro foco al presentarse la actual pandemia e ir incrementando su espectro de efectos en la salud, la economía y el ánimo de todos. Lamentablemente, lo que muchos vimos lejos, en un país al otro lado del mundo, y al llegar consideramos pasajero, ha llegado para afectar y cambiar a lo más profundo de la humanidad.
El confinamiento, el paro de actividades laborales, las medidas obligatorias de seguridad, aunadas a la sana distancia (que no nos permiten visitar a nuestros viejos, abrazar a los que amamos y con los que no vivimos a diario, ni las reuniones con amigos); la pérdida de rutinas y el fantasma (para algunos, el monstruo actual) del desempleo nos han comenzado a dejar fuertes huellas.
Por otro lado, en nuestro medio se empiezan a vislumbrar nuevas certezas. Los motivados por el trabajo desde casa ya han comenzado a vivir una nueva realidad que pronto podría ser su nueva normalidad. Las empresas comienzan o afianzan sus procesos de forma digital, y las entrevistas y servicio a clientes se llevan a cabo por medios electrónicos.
La oferta de capacitación en el medio es enorme, y los medios de comunicación y los instructores especializados se hacen presentes en estos medios.
Pero, haciendo una reflexión más a conciencia y con la visión panorámica de haber entrevistado a más de una cuarentena (jajaja, simbólica cifra) de personajes del sector en mis charlas de mediodía, me atreveré a proponer aquí (para no perder el hábito) una serie de acciones, estrategias e ideas con la finalidad de comenzar a reconstruir lo que hoy poco a poco se nos derrumba.
Las certezas que hasta hoy nos construyeron.
Ser clase media no es ser mediocre
Una serie de conceptos se repiten de manera constante en todos los alrededores: aquellos que hoy revaloran aspectos de la vida que antes pasaban inadvertidos, como la salud, la familia, la compañía, los amigos y, en fin, todas aquellas cosas que los anuncios comerciales de las tarjetas de crédito siempre nos decían que “no tienen precio”.
Hoy parecen haber cobrado suma importancia nuevos conceptos, al grado de que muchos que han dejado de visitar centros comerciales cada fin de semana, gastar en restaurantes y otros gustos pasajeros dan gracias de tener a su familia al lado, contar todos con salud y no haber perdido aún a algún familiar cercano por causa de la pandemia u otra enfermedad que haya incluso ocasionado que se hagan velorios “virtuales”, en donde se ve por pantalla un féretro solitario y si acaso un pequeñísimo grupo de familiares y algún sacerdote orando.
Podría ser una posibilidad que esta situación nos muestre que la ansiedad por ser o parecer de cierta clase social no era lo realmente importante y que es posible dejar de admirar a aquellos magnates que llegan en algunos países desequilibrados a ser hasta presidentes. La locura y la obsesión por las compras, el lucro desmedido y las posesiones materiales puede ser que nos brinden una oportunidad, pero tengo miedo de que en el afán de “reactivar” la economía se pueda desatar un desenfrenado consumismo que podría llevarnos a situaciones aún peores que las que antes vivimos.
¿Será posible que nos fijemos en que la medianía es un estado útil y que ser clase media no necesariamente es significado de ser mediocre; y que los que tienen lo necesario para vivir y pueden compartir sus excedentes pueden forjar una nueva generación de empresas y sociedades altamente eficientes y rentables pero con un alto sentido social?
Pues también está por otro lado la posibilidad, siempre ingenua, de pensar que ¡el rico es malo y el pobre es bueno!, para con ello pretender instalar regímenes en donde se pretende “equilibrar” las diferencias sociales por medio de una tarea digna de cuento de Robin Hood en el que se quite al rico para darle al pobre, desequilibrando las fuerzas del mercado y desincentivando la iniciativa empresarial, a la cual habría que darle cada vez más sentido social, en vez de pensar que matando al rico se compensa al pobre.
Los nuevos modelos económicos que pueden surgir de esta experiencia mundial serán dignos de ser observados, pero no sin antes considerar que se construyen desde la economía personal, luego la familiar, y de ahí en adelante.
¿Aprenderemos a ser más clase media satisfecha y colaborativa? ¿O estaremos destinados a la profunda miseria que genera una sociedad de pobres contra ricos?
Hoy tenemos una gran oportunidad de replantear la economía personal para influir en la mundial.
Espera lo inesperado
¿Se creará una vacuna y con ello el pase natural de esta temporada y se dejará todo en el olvido “hasta la próxima desgracia”, como solemos hacer luego de terremotos y huracanes, cuando toda la sociedad se vuelca a ayudar pero pasados los días, meses y años todo queda en monumentos y tristes recuerdos?
¿Viviremos ya eternamente ligados a medidas de confinamiento, distanciamiento social, precauciones, noticias de números de infectados y muertos?
Lo único cierto es que al día de hoy, cuando arribamos a lo que tal vez, y solo tal vez, podríamos considerar el punto medio de esta situación, cuando ya algunos países y ciudades de nuestro México se pretenden “reintegrar paulatinamente” a las actividades productivas pero con la espada de Damocles pendiendo sobre la buena conducta de la ciudadanía para no volver a levantar el número de infectados, podemos tan solo afirmar que nadie sabe a ciencia cierta lo que el futuro nos depara.
La capacidad de resiliencia y sorpresa nos acompañarán en lo sucesivo y diremos, como en alguna película de la década de los ochentas, en la que un guardia de cantina evitaba conflictos en el lugar y al ser preguntado sobre su técnica para mantener las cosas en calma pudo afirmar con cierta paz espiritual: “Espera lo inesperado”.
¿Qué cambios harás?
Por último, me permitiré abonar a la reflexión que nos lleva a las estrategias y a las acciones. En un tiempo en que reina la incertidumbre, ¿que tipo de certezas le puedes ofrecer a tu existir?
¿Qué cambios has llevado a cabo en tu vida personal, en tu familia, tu empresa, tus hábitos, relaciones, costumbres y mucho más que consideres que puedan resultar positivos y por ello dignos de ser conservados en la ya hoy trillada “nueva normalidad”?
En tu trabajo diario o en tu empresa seguramente vendrán cambios de forma y fondo para enfrentar a largo plazo las nuevas reglas impuestas por estos meses de haber cambiado los ritmos. Muchos amigos me han expresado que estas semanas y meses les han dejado perfectamente claro con quiénes cuentan en realidad en sus equipos de trabajo.
Vendrán tiempos de reajustes, pero no solo en lo económico, que es lo que todos podemos vislumbrar con facilidad. Los cambios esenciales serán en los hábitos, las formas de pensar y de actuar y, por supuesto, en la forma en que cada persona y familia afronte la nueva situación económica que esta etapa nos dejará.
Desde aquí les pido que se cuiden mucho, que aseguren sus pertenencias, su salud y su vida, no solo como debería haber sido siempre, para dar ejemplo, sino porque cada vez es más frecuente el escuchar de ilícitos llevados a cabo por personas que, cobijadas en la “necesidad”, pretenden tomar de una u otra manera lo que creen que les pertenece. Algunos lo harán con armas improvisadas, y otros lo harán con leyes malogradas.
Es tiempo de actuar en sociedad; es tiempo también de actuar en lo individual.
¿Tú quién quieres ser?