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Vivimos en  en una época fascinante en la que la ciencia ficción es cada vez más ciencia y menos ficción; un  mundo donde la mezcla de tres ingredientes: conocimiento, talento y capital permiten que una idea pueda transformar el mundo, y los sucesos, en este sentido, ya se producen por enfrente   de nuestras narices a una velocidad vertiginosa.

Un ejemplo de esta prodigiosa etapa nos lo comenta el célebre profesor Rafael Yuste, una eminencia en el campo del estudio del cerebro, quien en   una entrevista que le realizaron en una reciente visita a España expresó: “Dentro de unas décadas podremos leer la mente humana”.

Para lograr que ello ocurra, Yuste cuenta con un presupuesto cuantioso concedido por el gobierno de Estados Unidos  durante el gobierno del presidente Barack Obama, consistente en miles de millones de dólares para ser aplicado en un periodo de 15 años en la  ejecución del proyecto Brain (www.humanbrainproject.eu), en el cual trabajan, en colaboración con laboratorios de todo el orbe, para llegar al objetivo de desvelar los secretos del cerebro humano.

A partir de que  un proyecto de cierta analogía en el ámbito de la investigación científica fue el descubrimiento del genoma humano manejando un presupuesto de 3,000 millones de dólares, también en un periodo de 15 años y que se completó con éxito dos años antes de lo previsto, el proyecto Brain  es un modelo de confianza y de rentabilidad, dado que por cada dólar invertido se calcula que se generaron 124 de beneficio.

Por sus singulares características, el proyecto Brain puede plantearnos un gran debate ético debido que hacia  su finalización se pretende leer e interferir en la mente humana, con lo que, por primera vez, se podrá modificar el libre albedrío  de las personas. Para los escépticos de que esto sea posible, t solo hay que ofrecer un dato: ya hoy se está haciendo esto en laboratorio  con animales, y de una manera externa se cambian los patrones de comportamiento a base de estimular ciertas neuronas en determinados momentos.

En consecuencia, si al día de hoy se hace con animales, ¿quién puede dudar que mañana será posible hacerlo en la mente de los humanos? Lo que tendremos será un corrector de pensamientos, al igual que hoy en día disponemos de correctores de texto que determinan la palabra que queremos escribir en nuestros móviles, por lo que se podrá decidir hacia dónde va un pensamiento humano, terminar una idea y modificar la actividad del cerebro, y todo ello sin técnicas invasivas.

Consumimos tanta tecnología y con tanta voracidad que apenas hay una reflexión, en la mayoría de los casos, sobre los importantes aspectos de cambio que la tecnología está produciendo en los tejidos social y empresarial, en los  que inciden de manera significativa. Dándonos, o no dándonos cuenta de ello, las tecnologías actuales son disruptivas, es decir, modifican nuestro día a día y el de las organizaciones y sectores donde operan, hasta tal punto que ya nunca se volvió a los patrones de tiempos pasados, y, lo que es más significativo: es  escaso el tiempo en el que se hicieron tales transformaciones.

El  corto plazo hace que pensemos como natural y evolutivo el efecto netamente disruptivo que para muchos sectores empresariales está teniendo esta casuística. Mención aparte son las nuevas generaciones, clientes actuales y potenciales, en las que  su ADN ya digital las hace no concebir servicios y productos que no estén en los ecosistemas de patrones nacidos ya digitales y basados en los nuevos modelos de negocio.

Punto de reflexión es el analizar lo que piensan muchos de los actuales clientes de las entidades aseguradoras, las cuales consideran que antes de intentar “su transformación digital”, aspecto en la que muchos de ellas   no creen que les sea posible, sería la de revisar que sus procesos existentes funcionen. Sin embargo, en transformación digital no hay nada escrito que obligue a las compañías ser víctimas; a ser necesariamente más lentas que otras a la hora de incorporar las posibilidades que ofrece la adopción tecnológica, aunque  el hecho cierto es que las aseguradoras son más lentas que las insurtech. ¿Tendrá algo que ver sus equipos directivos?

Casi todos los directivos de las  aseguradoras y organismos oficiales sectoriales con los que suelo habitualmente charlar sobre los aspectos del sector,  ya sea en Europa o en Latinoamérica, son conocedores de las tecnologías y los cambios que éstas producen en el sector asegurador. Muchos de ellos forman parte del ecosistema habitual en foros, conferencias y eventos donde se muestra la evolución del mercado asegurador y los signos que ya se dejan notar, de que la situación histórica del sector es insostenible.

Discursos y personajes son tan habituales como lo suele ser la reacción que estos eventos tienen en algunos casos en sus organizaciones: una identificación más del evento con el nombre, empresa y cargo colgado en el perchero del despacho como nota significativa.

Ante ese  hecho resulta  evidente que la madurez de las organizaciones -incluso las de un sector históricamente no habituado a cambios bruscos en sus patrones de comportamiento-, es un factor clave, pero desafortunadamente se pone de relieve el comentario de Peter Drucker: “la cultura se desayuna a la estrategia”.

Una falta de visión en estos momentos por parte de estos equipos pone  en riesgo el futuro de las compañías. No es el momento para la relajación, el conformismo o la inanición. El cambio se debe de producir también en el equipo directivo de las organizaciones, ya que, como dice John Kotter: “no se pueden dirigir empresas del siglo XXI, con estructuras del siglo XX y con directivos del siglo XIX”.

Podemos hablar y comentar al respecto durante horas acerca de cómo   puede afectar la entrada de los grandes jugadores tecnológicos en el mercado asegurador de grandes jugadores tecnológicos tales como  Facebook, Apple, Google y Amazon, de la imparable ascensión de IoT (Internet de las cosas en inglés Internet of Things, abreviado IoT); del coche autónomo: por cierto este proyecto europeo de innovación  ya está circulando en pruebas reales por ciudades como Madrid, París y Lisboa…

Y, aunado a lo anterior,  los cambios en el comportamiento de los usuarios; de nuestros servicios y productos; de la cambiante situación demográfica; de los nuevos modelos de negocio; de las nuevas capacidades que nos dará las comunicaciones 5G ya en marcha; de las nuevas formas de tarificación que serán necesarias, de la inteligencia cognitiva, y de tantos otros aspectos tan significativos de cambio.

Pero  nada de lo expuesto  cambiará la agenda del día siguiente de  muchos directivos del sector asegurador, los que,  de forma habitual, siguen ejecutando sistemáticamente sus actividades desde hace años y años. Para algunos, todo esto es  como el cuento que dice que “ahí viene el lobo”, y esos ejecutivos parece ya inmunes y se justifican pensando que los avisos no cumplen con los cambios de patrón que dicen avisar y en el tiempo que lo han dicho, y optan por seguir  en su día a día con la vista puesta en las tareas operacionales.

Y todo lo anterior  en la mitad de un mercado digital que cada vez atrae a más intermediarios. Según  la ecuación total de Amazon en 2018, solo 32 por ciento de las ventas proviene de productos con el sello de la compañía: el  resto es un inmenso océano al que cada vez acude más gente a pescar, con un Amazon encantado mientras las redes sigan siendo suyas, y como Amazon, hay una decena de fuertes competidores marcando ya el paso en esta formidable carrera.

En un mundo donde un día es una semana, una semana un mes y un mes un año, algunos  directivos se mantienen impasibles antes las estrategias cuidadas de “los nuevos competidores” que tratan de rellenar los huecos en el mercado con precisión quirúrgica, y que invade nuevos segmentos económicos sin ningún tipo de reparo. Con su inclinación a  estar pendientes de las tareas operativas, esos directivos pierden la visión.

Esos directivos dejan de lado preguntarse  ¿quién está pensando en lo que debería hacer mi compañía?; no se plantean  qué va a ocurrir si, o cuándo, Amazon anuncia su llegada a la industria aseguradora mediante un despliegue o una adquisición en tu país.

Intenta calcular cuántos de tus clientes encontrarán interesante la  propuesta de Amazon, la probarán por novedad, o se quedarán con ella por alguna razón, sea precio, conveniencia, buen servicio… Si  eso hace que te pongas, aunque sea mínimamente, nervioso, plantéate que seguir pensando que tu negocio es el que es y que no va a cambiar es, a estas alturas de la película, un error que en muy poco tiempo te convertirá en obsoleto, en historia, en un breve recuerdo de lo que eran los hábitos de los clientes hace algún tiempo, y, al igual que el CD se convirtió en algo “vintage”, simple posavasos o para alejar a los pájaros de los balcones de las plazas a pesar de que cambió todo un sector, tu modelo de negocio ha dejado de ser atractivo para tus clientes.

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