Existe un principio en seguros: El asegurado debe actuar como si no tuviera seguro y una compañía debe actuar como si no tuviera reaseguro. Después de OTIS, el violento huracán que azotó Acapulco hace unos días, ya no será necesario observar dicho principio ¿Por qué? Porque es muy probable que la cobertura de huracán ya no esté disponible en su forma actual en los puertos turísticos del Pacífico: Huatulco, Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo, Manzanillo, Puerto Vallarta y Los Cabos. En Mazatlán y San Carlos, ubicados en el Norte del país, es posible que las aseguradoras continúen otorgando la cobertura.
Desde el punto de vista de un suscriptor de riesgos, un huracán tiene algunas ventajas sobre el terremoto: El huracán avisa, y las estructuras no son afectadas cuando el viento y la lluvia azotan los edificios ¿Por qué, entonces, la cobertura de huracán está en peligro? Porque las pérdidas son altas. Vidrios, canceles, paredes de material ligero, techos, palapas, jardines y albercas, que se suponen están excluidas a no ser que algún interés comercial los haya incluido, pueden llegar a representar un monto cercano al 50 por ciento de la suma asegurada del edificio, de acuerdo a la experiencia del sector asegurador con los huracanes Gilberto, en 1988, y Wilma, en 2005, que alcanzaron la categoría 5.
Las imágenes de Acapulco después del paso de OTIS muestran edificios desnudos, pero con la estructura intacta, pese a los sensacionalistas mensajes de la prensa, la televisión y las redes sociales, anunciando el fin del puerto, destrozado por el huracán. Lo malo es que, a juzgar por las imágenes, los hoteleros y los propietarios de condominios ubicados frente al mar, además de muchos otros empresarios y personas que habitan en el puerto, no tomaron medidas para proteger las construcciones. “Fue culpa del Peje”, se lee en varios medios, achacando a las autoridades la falta de previsión ¿Es en serio? ¿Continuaremos culpando al presidente y a su incompetente gabinete de todos los males que nos aquejan?
Los números cuentan que la naturaleza y distribución de las pérdidas corresponden, casi exactamente, al mapa de distribución de la riqueza del país. En otras palabras, al perro más flaco se le cargan las pulgas.
Un ejemplo claro es el empresario Juan Hernández, dueño de los hoteles Princess, Pierre Marqués y Mundo Imperial. El director del grupo hotelero, Seyed Rezvani, acaba de declarar que Acapulco se volverá a poner de pie. El grupo no se va de Acapulco, lo cual es muy buena noticia, ya que los hoteles emplean a 2,000 personas, mismas que ya están en un programa de apoyo laboral.
¿Por qué consideraría irse del puerto? Los hoteles y la Arena GNP (imagínense si no con ese patrocinador) están asegurados. Claro que el empresario pagará deducible y coaseguro, algo así como quitarle un pelo a un gato, pero el grueso del dinero necesario para comprar y colocar canceles, cristales y muros ligeros correrá a cargo de la aseguradora de confianza del grupo, presumo que es GNP, bella oportunidad para el tradicional asegurador para hacerse presente en el momento de la verdad.
El edificio del hotel Princess muestra daños considerables. El sistema de ventilación natural del edificio propicia la entrada del viento, en un efecto chimenea, de la planta baja a las alturas. Con un huracán categoría 5, la benevolente brisa que llena de frescura el edificio en un día de verano, se transformó en una fuerza destructora. Pero a la estructura del edificio no le pasó nada. En 2024, del 26 de febrero al 2 de marzo, se celebrará el Abierto de Tenis de Acapulco. No tengo duda de que los tres hoteles y el estadio estarán listos para esa fecha.
-“Señor Hernández”, le dirá algún funcionario de primer nivel de GNP al autofinanciador convertido en hotelero. “Para renovar su póliza de seguro necesitará modificar algunas características de la construcción del Princess y del Mundo Imperial. Por el viejito, el Pierre Marqués, no se preocupe. Sólo tiene tres pisos de altura y es de puro concreto con ventanas pequeñas que no dan al mar”.
-“Mira, Florencio”, contestará el empresario. “Dile a Eduardo que me llame hoy a las ocho de la noche”.
-“Está en una convención en Italia, Señor Hernández. Allá serán las tres de la mañana”.
-“¿Eso es un problema? No te preocupes entonces, Florencio. Le voy a pedir a mi secretaria que me comunique con Alejandro”.
-“Una disculpa, Señor Hernández. Yo le pido a Eduardo que se comunique hoy en la noche con usted”.
-“Te lo voy a agradecer”.
La llamada concluye abruptamente.
Lo más probable es que el edificio del Princess se reconstruya con los mismos materiales y ojalá el calentamiento global no provoque otro Otis en la temporada siguiente. La aseguradora intentará subir las primas, hasta que le llegue la amenaza de cambio de aseguradora.
-“No quisiera cambiarle el nombre al estadio, Alejandro”.
Instrucción precisa de la Presidencia de GNP: Mismos términos y condiciones.
Las soluciones para aquellos privilegiados con seguro son dos. La primera, depende de la voluntad de las autoridades y de la negociación de los propietarios de edificios de hotel, comercio, servicios o casa habitación con dichas autoridades: un nuevo reglamento para exigir construcciones con orientación y materiales que disminuyan el impacto de un huracán. Se ve difícil, pues la reconstrucción ya dio inicio y los empresarios necesitan volver a la arena de la prestación de servicios cuanto antes. Los que tengan seguro recibirán la indemnización y procederán a reemplazar lo destruido con materiales idénticos.
La segunda solución, es dejar que el mercado reaccione al impacto de las indemnizaciones erogadas por la industria aseguradora global. Los números cuentan que una cuota de huracán en la zona del Pacífico mexicano puede ser lo suficientemente alta como para condicionar la continuidad del negocio.
Imaginemos un hotel con 100 habitaciones y un porcentaje de ocupación promedio del 60 por ciento. Entonces hablamos de 60 habitaciones, multiplicadas por 2,000 pesos diarios nos da 120,000 pesos, multiplicado por 365 días nos da 44 millones de pesos, una fortuna. Si el edificio tiene 6,000 metros cuadrados, a un costo por metro cuadrado de 20,000 pesos, eso nos arroja un valor de 120 millones. Si la cuota de huracán anda alrededor de 5 al millar, los 600,000 pesos de prima no parecen un gasto excesivo. Sin embargo, considerandoun terremoto, un fenómeno cotidiano en la zona, así como las otras coberturas, la prima podría llegar cerca de los 2 millones de pesos. Y eso no es todo, el deducible de 5 por ciento y el coaseguro de 20 por ciento son gastos que es necesario contemplar y provisionar. En el caso de nuestro hotel, los números cuentan que las cifras pueden ser de 6 millones de deducible y de arriba de 5 millones de coaseguro, si la pérdida está alrededor de las cifras históricas de huracanes categoría 5.
Además del costo creciente, otro factor es la disponibilidad de cobertura de huracán. Puede llegar el día en que el asegurador no acepte el riesgo o condicione su aceptación a la modificación del tipo de construcción o materiales empleados. Si no entienden por la buena, será por la mala.
Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com