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Cada sismo, un llamado

El Asegurador

Por: Luis Adrián Vázquez Moreno

@pea_lavm

Nuevamente, el 16 de febrero de 2018, Ciudad de México (CDMX) fue sacudida por un temblor de magnitud 7.2, con epicentro en Pinotepa Nacional, Oaxaca, que desató pánico entre los habitantes como consecuencia de las recientes experiencias de desastre del 7 y 19 de septiembre de 2017, cuando cientos de personas perdieron su hogar y, en algunos casos, la vida.

Es del dominio común que CDMX es una zona con alto riesgo sísmico y que pronosticar o erradicar los embates de la naturaleza es simplemente imposible. Especialistas en sismología han reiterado que este tipo de fenómenos continuará ocurriendo y que no se sabe cuándo podría desencadenarse un terremoto con intensidad nunca antes vista.

Ante lo incierto del panorama en esta materia, no queda sino emprender medidas de prevención, protección y construcción que faciliten salvaguardar la vida del mayor número posible de personas cada vez que un sismo ocurra.

Con el movimiento telúrico del 16 de febrero se hizo evidente la reacción de la sociedad ante esta nueva experiencia, que contrastó con la que se vio antes de la tragedia del 19 de septiembre. Hoy la sociedad de todas las edades vive una conciencia de riesgo diferente. Se encuentra mucho más sensibilizada acerca de la magnitud y consecuencias que puede llegar a alcanzar un terremoto. Es claro que la vida de los habitantes de CDMX y de los estados afectados por el sismo nunca volverá a ser igual.

Lo cierto es que, ante los inevitables embates de la naturaleza, no solamente para los habitantes de CDMX, sino para el país en general, sería importante que se redoblaran esfuerzos para emprender acciones que enseñen a optar por diferentes alternativas de prevención y protección (entre las cuales está la figura del seguro) como la forma más factible para salvaguardar la vida y los bienes de las familias de México.

En su momento se pronosticó que los sismos sufridos en septiembre pasado podrían ocasionar que un buen número de personas viera con mayor interés y seriedad la importancia de estar asegurados, así como de incluir en su vida cotidiana hábitos de prevención y de seguridad ante un evento catastrófico.

Han pasado pocos meses desde que se llevó a cabo el citado evento natural; y, aunque en teoría la gente es más consciente de los riesgos a los que está expuesta, la misión de robustecer el número de asegurados con un seguro de Casa Habitación no se puede dejar en manos de las probabilidades; es necesario emprender acciones comprometidas que hagan que esa desafortunada lección de la naturaleza se traduzca en más personas e inmuebles protegidos.

El objetivo de tener más viviendas aseguradas no se conseguirá si la industria espera pasivamente a que la sociedad acuda a comprar un seguro. Eso es una fantasía. Desafortunadamente, los mexicanos tenemos un defectito: somos de memoria extremadamente corta. Acontecimientos que han marcado la vida política, económica y social de este país, y que en su momento causan gran indignación, en poco tiempo quedan en el olvido.

Por lo pronto, el planeta Tierra emitió un recordatorio más de que está vivo y en movimiento. Deseable sería que el mismo mensaje también lo verbalizaran ante la sociedad todas las instituciones, entre las que se encuentran las de seguros, a fin de que se tradujera en un auténtico esfuerzo colectivo, empresarial y profesional que empujara a que no solo regrese a la mente de las personas el deseo de estar protegido cada vez que ocurre un desastre, sino que sea permanentemente. Y eso se consigue con educación y compromiso.

Si no se toman acciones sistemáticas y proactivas, el aseguramiento en el hogar seguirá arrojando historias de lo bueno que hubiera sido estar asegurado, cuando nos alcance el siguiente temblor. Valdría la pena que el sector asegurador emprendiera una campaña que fomente el aseguramiento en el hogar, pero que lo hiciera acompañar de programas informativos con medidas de prevención que faciliten tener en la sociedad un control un poco más integral de la seguridad de personas y bienes.

En esas medidas se debe hablar, , por ejemplo, del uso de la tecnología y aplicaciones para celular, que son imprescindibles hoy para quienes vivimos en zonas de alto riesgo; así como de orientación en torno a los documentos, acciones de prevención, primeros auxilios, etcétera, en los cuales se pueda ligar la figura del seguro como uno de los elementos imperdibles en el listado de prevención y protección.

Afortunadamente, aunque el movimiento sísmico del 16 de febrero fue un grado mayor que el del 19 de septiembre del año pasado, no hubo pérdida de vidas que lamentar (por lo menos directamente ocasionadas por la ocurrencia del fenómeno). No obstante la buena suerte, no hay que olvidar que una vez más la naturaleza está ofreciendo la oportunidad al sector asegurador de asumir acciones pertinentes que le muestren a la sociedad la importancia de su figura y el valor de sus productos.

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