Aspiracioncitas

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El asegurador

“Aspiracioncita sin escrúpulos morales de ninguna índole. El neoliberalismo o el neoporfirismo (del dictador Porfirio Díaz) trajo aparejada una concepción muy individualista, muy egoísta, muy enfocada u orientada a progresar en lo material”, dijo AMLO en su rueda de prensa diaria a propósito de la clase media.

En esta ocasión, el mandatario tiene razón en parte respecto a  lo que dice. La clase media es la clase aspiracionista por excelencia  por una sencilla razón de ubicación: la  clase alta ya llegó y ahora procura mantenerse, pese a los embates de la 4T; la clase baja, según el presidente, está constituida por personas que deben ser protegidas. Ni caso tiene intentar enseñarlos a pescar  proporcionándoles las cañas, los conocimientos sobre técnicas de pesca, localización de bancos de peces y manejo de lanchas y redes ni  el entrenamiento requerido para convertirse en trabajadores autosuficientes. No. Es mejor tenerlos como  clientes permanentes y pasivos mediante la dádiva diaria de un pequeño pez para que sobrevivan y, por supuesto, otorguen su apoyo al generoso benefactor, que ha definido como su principal misión en la Tierra protegerlos y procurarles lo necesario para malvivir. Quedan entonces los de en medio, que empujarán  la carreta.

Definitivamente  no tiene razón AMLO cuando afirma que la clase media no tiene escrúpulos morales. No tiene razón porque la clase media, mal que bien, mantiene al país, paga sus impuestos sin descuento y vuelve a pagar servicios relacionados con educación, salud y seguridad porque los que se supone que ya pagó no sirven.

¿Y quién forma parte de la clase media?

La clasificación de segmentos socioeconómicos elaborada por el Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) es como sigue:             

Un dato refleja el “aspiracionismo” de la clase media. Según fuentes oficiales, la proporción de la población que pertenece a la clase media es   de 47 por ciento;   pero en una encuesta    60 por ciento  de la población se define como tal. Tal vez no lo sea, pero, de que me siento clase media, eso seguro; y, si no, por qué  me están preguntando.

Los números cuentan que el ingreso mensual promedio de una familia de cuatro  integrantes en México es de 66,000 pesos. Hagan por favor el cálculo del ingreso promedio de la clase A/B y tendrán una idea clara de la desigualdad existente en el país. De que nos la buscamos, aunque sea por la indiferencia de casi todos ante los abusos y raterías de nuestros gobernantes, ni duda: estamos  polarizados, y esta situación es capitalizada por la 4T para vender su camelo  de protección al desvalido y así  poder  perpetuar la presencia de Morena  en el poder.

El criterio para considerar a una familia como de clase media es un ingreso superior a 15,000 pesos mensuales. Si consideramos renta, servicios, comida, transportes, vestido, escuelas y otros gastos, la cantidad es claramente insuficiente.

 Una familia de padre, madre y dos hijos difícilmente podrá definir su situación como desahogada, excepto si la casa es propia, la escuela es pública y los miembros de la familia ven para abajo, pues entonces  sin duda  podrán considerarse como privilegiados en un país con tanta gente en la pobreza. Y está el punto de la aspiración: “A mí no me digas que estoy jodido; soy clasemediero”.

Pero la clase media tiene también sus estratos. Una familia con 80,000 pesos de ingreso mensual se autodefine como clase media alta,  y aspira a más.   El padre es gerente  de Contabilidad en una multinacional, una hija médica  se abre paso como residente en un hospital público y un hijo cumple sus 12 horas diarias como programador en un banco. La madre apoya desde el hogar y da clases a grupos de señoras aprovechando su formación como psicóloga. 

Cuarteto de aspiracionistas que no se conforman y quieren un ingreso mayor para continuar estudiando y también para rodearse de las cosas que desean. Quien no se define como clase media alta,  pues sabe que no pertenece a ese estrato;  simplemente afirma su identidad de clase media, con miras de progresar y llegar a las alturas por medio  de una mejor educación y el aprovechamiento de las oportunidades que se presenten, sin que nadie les regale nada. “Inmorales sin remedio”, diría AMLO.

En la economía informal, en la cual se desempeña más de la mitad de la población, hay mucho clasemediero. Laurita tiene un puesto en el mercado ambulante afiliado a la   Unión Benito Juárez.   

Es un espectáculo asombroso  observarla los sábados en la mañana, instalada en una calle de la alcaldía   Benito Juárez  (ella    no deja al benemérito ni para dormir), atendiendo a su clientela “fifí”   con esmero, buscando el balance entre la selección de la mejor fruta para sus clientes  y la obligación de colar en la bolsa de turno las manzanas o las peras no tan buenas que también necesitan salir. Eso sí, el precio es varias veces superior al que Laurita paga en la Central de Abasto.       

Ateniéndose al  principio de “según el sapo es la pedrada”, la experta comerciante asesta      precisos guadañazos a la resistente cartera de la acomodada concurrencia, que “ya la conoce” y paga altos precios por el privilegio de ser atendida y consentida por Laurita. Así, ella refrenda su pertenencia a la clase media cada sábado, acompañada por hijo y nuera, quienes, al igual que los hijos de muchos agentes de seguros, recalan en el productivo negocio familiar después de haberlo despreciado por años. Laurita les perdonó el desprecio y les cura la soberbia  en cada jornada vigilando su desempeño desde un banco cercano, pues ella “ya está muy cansada”. 

Sus ingresos mensuales netos, deducido ya el costo de la mercancía, las cuotas para el líder y la gasolina para la camioneta (decorada con grafiti de primera por el colectivo de dibujantes con spray que ella patrocina), le dejan  bastante más de 15,000 pesos mensuales. Trabajadora, cumplida, leal y astuta, aspira a mejores cosas todos los días. Al preguntarle su opinión sobre la declaración de AMLO sobre la clase media y su supuesta falta de moral, Laurita sólo sonríe, sin dejar de seleccionar los duraznos que coloca con cuidado dentro de la bolsa de tela del ecológico cliente en turno.

Los clasemedieros no quieren quedarse donde están, a pesar de los repetidos intentos del Gobierno  por mantenerlos en el mismo lugar. 

Pregunta a cualquier amigo de clase media en dónde está su hijo.Te dirá que estudia una maestría en alguna universidad del extranjero; te presumirá su nuevo auto y, a pesar de sus quejas sobre lo difícil de la situación, también te dirá que “ahí van las cosas”, con un mensaje de superación, empuje y algún meme de “disfruta el día” y “nada se hará si tú no participas con tu esfuerzo diario”. Genio y figura de estos aspiracionistas invencibles.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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