¿Actualizamos nuestros roles?

Charlemos seguros

El asegurador

En algún momento, muchos de nosotros  probablemente  nos hemos encontrado con la tarea de definir y entender los roles que jugamos, por lo general, en el proceso de hacernos conscientes del propósito que nos tiene en una determinada etapa de la vida.

Y es que no es lo mismo ser padre de un recién nacido  que serlo de un adolescente, por ejemplo;  o promotor de agentes que agente;  o dueño o directivo. 

Leyendo y estudiando un libro que ya he mencionado (Las cinco  elecciones: el   camino hacia una productividad extraordinaria), me encontré con uno de los ejercicios que plantea la obra que me condujo a repensar los roles que vivo hoy, en estos tiempos, actualizándolos. Y,  créanlo,   el   resultado que hoy he observado no es el mismo que el obtenido hace algunos años, por más que a veces decidamos quedarnos en cierta faceta vital, sedentarios,  cómodamente y sin detenernos a pensar en lo que ello implica.

Los mismos roles se ven modificados con el paso del tiempo, por ejemplo. A veces es, como     señaló   el escritor Carlos Castaneda, tiempo de dar un salto al vacío  en busca de crear nuevas oportunidades, habida cuenta de que atrás dejamos épocas que fueron el eje de nuestra vida, épocas en  las cuales  sin embargo  no es raro que nos aferremos a algo que ya es momento de dejar   atrás, sin miedo.      

¿A qué viene todo esto? A que tuve la oportunidad de compartir con  un grupo de empresarios mi historia desde la perspectiva del periódico El Asegurador, hablándoles de los antecedentes que llevaron a su creación, a  algunos rasgos de su evolución, a una cesión directiva cuyo primer intento falló  pero que luego resultó acertado… Y,  en medio de todo esto, estar en etapa de sucesión en el terreno de lo patrimonial, con todo lo que ello encierra.

Actualizar nuestros roles es, desde mi perspectiva, relevante. Desde la de los autores de la obra ya mencionada   (escrita por Kory Kogon, Adam Merril y Leena Rinne, publicada por    la editorial Conecta), es una prioridad que no deberíamos  eludir. Y, sí,  no es lo mismo soñar con fundar un medio  que buscar luego su sobrevivencia, perseguir su crecimiento y buscar aportar al crecimiento y desarrollo de lo que es hoy El Asegurador.

¿Por qué es relevante actualizar los roles? Porque, como un soñador entusiasta encaminado a fundar el periódico, había que pensar en cómo lo quería para plasmar una serie de acciones que exigieron metas puntuales, lo que como resultado dio elegir una serie de comportamientos que permitieran  que de la idea se pasara después a la creación del medio (que, por cierto, ya está próximo a cumplir 38 años de publicación quincenal sin interrupciones).

Los roles evolucionan o cambian totalmente. De hacerme cargo entonces de la producción del medio y de las ventas    —mientras cedía a otras personas lo que sabían hacer, como   la administración y la entrega de lo vendido: publicidad, suscripciones, etcétera—,      poco a poco el papel directivo cobraba unas dimensiones distintas, y el de desarrollador de talento cobraba una importancia capital para la organización.

Quise después cambiar el rol y, de director general, orientarme a otra persona. Me apresuré y hubo que recular. Pasarían varios años más para que la idea fructificara. Así, en lugar de dejar la posición a los 50 años de edad, terminé dejándola a los 55, pues a partir de 2007 otra persona, concretamente mi hijo mayor, entró a ocupar el puesto, tras un proceso interesante y aleccionador para más de dos.

Un nuevo rol comenzaba  al nacer un Comité de Dirección que yo atendía ya instalado fuera de las oficinas de la organización, rol que ha ido desenvolviéndose de una manera natural que, como todo, también se agotará  en la medida en que la edad (hoy tengo  70 años) sugiera  actualizar el papel o los papeles que me toca jugar ahora y que, Dios dirá, podría estar desempeñando en los años venideros.

Definir o redefinir un rol, actualizarlo o cambiarlo, tiene sus particulares desafíos. Vuelvo a Carlos Castaneda, quien  en su obra Conocimiento silencioso   plantea la necesidad de ser despiadados, astutos, pacientes y simpáticos, refiriéndose a no caer en contemplaciones cuando uno ha decidido hacer algo, a seguir una estrategia, a no esperar resultados de la noche a la mañana y no tomárselo tan en serio si se presentan algunos tropiezos.

Dado que, como se dice y   he comprobado en mi experiencia, la mayoría de los que dejan algo a lo que   han dedicado muchos años de su vida no saben en qué ocuparse,    me quedo ahora con algo que les comparto: como en el ajedrez, hay que hacer un alto para pensar bien no solo en el movimiento o jugada que sigue, sino en la siguiente, en las siguientes, apegándonos a la astucia sugerida por Castaneda.

El salto al vacío tendrá uno que darlo por decisión propia o por la de otros o las circunstancias. O cambias  o la vida te cambia,  dicen otros.

¿Qué tal si nos detenemos a pensar y repensar en nuestros roles y abrazamos los cambios a partir de nuestra propia iniciativa? Abrirnos a lo nuevo nos regala no solo productividad extraordinaria, sino también experiencias extraordinarias.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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