En los foros para agentes que ha venido realizando anualmente El Asegurador tres han sido los factores presentes: el entorno, el negocio y la pasión. Acerca del negocio, es claro que muchos lo dominan; en cuanto a la pasión, hay numerosos ejemplos cercanos que provocan inspiración; no obstante, en el terreno del entorno existen dos conceptos que Stephen R. Covey denominó “Círculo de preocupación” y “Círculo de influencia”.
No está de más sensibilizarnos, como profesionales y empresarios, acerca de la enorme responsabilidad que implica participar y apoyar a los organismos intermedios para que actúen y busquen influir en la consecución de las mejores condiciones y faciliten nuestro desempeño; es decir, en el círculo de preocupación, a la vez que todos y cada uno de nosotros trabajamos de manera comprometida en el propósito de conseguir resultados en aquello que sabemos y podemos.
Cosas hay que de pronto nos parecen lejanas, hasta que las tenemos metidas en los mismos huesos, como por ejemplo la tecnología, que se ha vuelto vital no solo para mejorar los productos y servicios que se ofrecen al público, sino también para innovar o simplemente para sobrevivir. Diríase que la cosa jurídica es otro ejemplo, ya que, si bien en seguros y fianzas hay leyes específicas para sus operadores, los tocan otras de manera tangencial.
Sin embargo, ahora estamos en un entorno político que podría ser calificado de incierto, aunque el terreno de la política ha sido, a final de cuentas, un elemento siempre vigente, con el que los organismos camarales han lidiado a través de diversos mecanismos, buscando generar un ambiente más propicio para poder ejecutar las actividades que correspondan con mayores posibilidades de éxito para las personas físicas y morales.
Hoy en día el renglón político es el eje de un ambiente enrarecido que en sus cuatro primeras semanas de presencia formal ha mostrado diversas facetas, en medio de una polarización que parece no tener fin, en la medida en que prevalece una falta de claridad en declaraciones y acciones que ha puesto a prueba a distintos segmentos de la sociedad, incluidos aquellos que hoy parecen tener un poder mayor al que tenían sus antecesores.
El hecho es que, al finalizar un año y comenzar otro; al iniciar una etapa plagada de incertidumbre, queda para todos y cada uno de nosotros alinear estructura, recursos y acciones, encaminado todo hacia una finalidad con la cual haya compromiso pleno, convencidos de que los círculos mencionados no están disociados y de que exigen una intervención contundente, lo mismo para buscar la edificación de un bien común que para lograr propósitos individualizados.
Con frecuencia se desestima y hasta se descalifica el trabajo que se realiza desde los organismos intermedios, y muchas veces con justificada razón, ya que no faltan aquellos que, al amparo de la falta de participación de los agremiados, terminan utilizando posiciones que de origen han sido diseñadas y articuladas para promover beneficios con una amplitud mayor, y no para satisfacer ambiciones personales y familiares, como ocurre con determinados grupos políticos.
Los tiempos actuales y venideros parecen contener la convocatoria a una participación que, viendo los intereses propios, orille a involucrarse en organismos que persigan ese bien común que todos necesitamos para ser más efectivos. Los desafíos son puntuales y, por cierto, superiores a los vividos en épocas recientes, que han generado un sinnúmero de retos que demandan seguir recibiendo la atención que merecen.
No obstante, habrá que actuar de manera más articulada, lo que demanda identificar la visión unificadora, el liderazgo aglutinante, de manera tal que aspectos técnicos, estratégicos y políticos se consideren según su peso; y, en ese tenor, crear, definir o fortalecer estructuras que permitan aclarar el ambiente y, de ese modo, todos podamos continuar desempeñando la actividad que nos hace sentir realizados y cooperadores.
Es cierto que hay —como recientemente se anotaba en esta columna— profesiones amenazadas, y es verdad también que no se trata de algo nuevo, pues al fin y al cabo todo resulta cíclico. No obstante, la violencia cada día se hace más presente en ámbitos en los que antes por lo menos no se notaba tanto. Hoy la violencia es ya parte de la vida cotidiana, con una circunstancia agravante: provoca miedo y frena la participación individual en tareas trascendentes.
No podemos darnos el lujo de renunciar a participar: sería decantarnos por una elección que conlleva una serie de consecuencias que no nos exime de sufrir graves repercusiones. Seguir el ejemplo del avestruz ante los problemas es una opción inviable, salvo que elijamos abonar a favor de la desesperanza y la incertidumbre; de la renuncia a dar lo mejor que tenemos en aquellos campos en los que alguna vez decidimos poner en juego nuestros talentos y deseo de servir.
Hay que influir, hay que lograr resultados.