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La frase que sirve como título a este artículo es la favorita de un servidor. El  juego de palabras que implica nunca perderá vigencia; es algo continuo que se ha dado desde la aparición de la primera  forma de vida en la Tierra y ha continuado hasta nuestros días; y, sin duda, en los tiempos modernos se aplica con absoluta y creciente adecuación.  

Estamos en enero, nuevo año, y atrás quedó la euforia navideña en la que las comidas, posadas, reuniones, regalos y sentimientos de cordialidad, humanidad, cariño y amistad proliferaron  por doquier. No sé ustedes, apreciados lectores, pero a veces tengo la impresión de que enero es como una resaca social de todo lo que dejó el año que culminó. Ese sentimiento de hacer un balance sobre las decisiones tomadas y los acontecimientos sucedidos durante 365  días a veces nos deja una sonrisa de satisfacción; otras veces nos llena de melancolía por sucesos que dejaron una huella en nuestro entorno, pero difícilmente sentimos que no hicimos nada: bueno o malo, siempre hay algo que nos hace colgarle un adjetivo a cada situación. ¿Por  qué sucede esto? Porque estamos en constante cambio. Hay otra frase que dice “si crees conocerme por lo que sabías de mí hace un año, entonces ya no me conoces en lo absoluto”: nada  más cercano a la realidad. El ser humano y la sociedad se reinventan.  

¿Adónde  quiero llegar? Este  2019 es un ejemplo claro:  arrancamos el año con un panorama totalmente diferente del  que se vivía hace un año. Nuevo gobierno, nuevas estrategias políticas, nuevas perspectivas económicas    —el juicio de valor se lo dará cada quien—; ese delicado terreno de la política es para abordarse en una mesa con una copa de vino y discutiendo con nuestro círculo cercano de amistades y familiares,    pero lo que es un hecho es que tendremos que vivir en un nuevo México.

El sector asegurador es el claro ejemplo de esto. Ha  habido una reestructuración en la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas. Las  compañías de seguros han redefinido su estrategia comercial (principalmente aquellas que tienen o desean participar en los negocios del  sector público). Las tendencias de consumo que vemos en todo el mundo cada vez llegan con mayor fuerza a Latinoamérica. Hay nuevas formas de vender, y nuevos hábitos de consumo se despliegan  por parte de los clientes, enfocado todo ello en medios digitales. Hay una nueva línea de gobierno enfocada en la austeridad. Estas variables dejan la mesa puesta para que este 2019 sea un parteaguas en la historia del sector asegurador en México.

Ante el cambio, deberemos voltear a los océanos azules y segmentos de mercado que han sido mencionados en múltiples foros pero que solo algunas cuantas compañías han abordado de manera real. Me  refiero a los microseguros y seguros indemnizatorios. Estas modalidades de seguros permiten que de manera gradual se incremente la conciencia de la protección y la educación sobre prevención financiera.  Son seguros de costos asequibles para una gran parte de la población, y su operación es mucho más sencilla que la de los seguros tradicionales. Para las aseguradoras, su administración requiere un esfuerzo menor,  y ello simplifica la emisión de las pólizas y el pago de siniestros, lo que sería muy apreciado por los asegurados.

Algunas aseguradoras y reaseguradoras han apostado por el desarrollo de estos productos en países emergentes de  Asia y África, con resultados graduales pero prometedores. El efecto favorable y los modelos probados permiten que su viabilidad en México y Latinoamérica  anime a los jugadores a explorar estos segmentos de mercado. El componente primordial para el éxito de este tipo de seguros es el canal de distribución. Dado el bajo costo de las primas, es trascendental que se encuentre un mecanismo de venta que permita llegar a un volumen importante de clientes. Es ahí donde deben  trabajar de la mano el sector asegurador y la autoridad para buscar mecanismos que permitan un crecimiento gradual y sostenido con el que se consiga una penetración importante de estos productos. Todo es cíclico y cambiante. Una vez que se logre permear una cultura de educación con seguros básicos, podremos regresar a los productos más complejos y de coberturas especializadas.

El año 2019 es una nueva oportunidad,   una ventana que se abre para aportar nuestros conocimientos, experiencia y, por qué no, nuestros sueños, a nuestro ámbito profesional, sea el que sea. El cambio de un país viene de sus ciudadanos. Pongamos  manos a la obra y pensemos en aquello que podemos llevar a cabo para hacer la diferencia desde nuestra trinchera.

Estoy seguro de que en diciembre de este año voltearemos hacia atrás y haremos un recuento. Soy  optimista y quiero pensar que el saldo será positivo. Será positivo en la medida en que cambiemos y nos adaptemos.

Hasta la próxima.  

José Antonio Barreiro Páez es expresidente de la Asociación de Seleccionadores de Riesgos en el  Seguro de Personas, A. C. (Aserp).

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