No hay mayor mentira que la verdad mal entendida.
William James (1842-1910), psicólogo y filósofo
Cuando llegue a sus manos esta colaboración, prácticamente ya será un hecho que estaremos iniciando el nuevo Gobierno que durante los próximos seis años conducirá las decisiones de nuestra patria. Espero que un gobierno como el que hasta el momento ha demostrado ser (aún sin ser Gobierno) no se siga basando en decir una cosa y hacer otra, pues en casos como los de la consulta para el nuevo aeropuerto el retiro del Ejército de las calles y muchos otros temas pareciera que lo más fácil es desdecirse.
Confío, por el bien de este México, que pase una de dos cosas: la primera, que, una vez siendo Gobierno, alguien informe al nuevo presidente que ya terminaron sus 18 años de campaña; que ahora el secreto estaría en “no notarse” y en hacer que la maquinaria funcione, y no distraer con sus diarias declaraciones que en mucho se contradicen con lo prometido en campaña; la segunda irá en dirección de nuestra responsabilidad como ciudadanos, en la medida de ser críticos y participativos, y no dejar que el Gobierno se despache nuevamente solo del caldo del poder que ha llevado a personajes en inicio bienintencionados a convertirse en auténticos dictadores.
¿Cuál puede ser el papel de una sociedad madura, la que nuestro país necesita en este tiempo? Sin duda, la que refiere el viejo adagio que para ejemplificar el valor de la subsidiariedad maravillosamente, expresa en estas tres frases, cada una aplicada a una esfera de la vida en donde el juego entre autoridad y gobernado pueden verse claramente: Tanta madurez del hijo como sea posible, tanta autoridad del padre como sea necesario; tanto empoderamiento del colaborador como sea posible, tanta dirección del jefe como sea necesaria.
Y, por último, la que nos ocupa: Tanta participación del ciudadano como sea posible, tanto ejercicio del Gobierno como sea necesario.
Estas frases las aprendí siendo líder, primero de mi ciudad de residencia de aquel entonces, y luego de los estados que en esa época integraban la Federación centro-Bajío de la Coparmex, institución a la que orgullosamente pertenezco y que ha de dar en mucho los nuevos contrapesos de un poder que, si bien es cierto que fue legitimado por el voto popular, no deja de sonar en mi mente la frase que alguna persona muy querida me dijo unos días antes de la votación de julio: “Miguel, necesitamos ya un gran cambio, aunque sea para peor”. Espero sinceramente que se equivoque en su petición.
Cuando enseñes, enseña también a dudar de lo que enseñes; si no, no estás enseñando, estás adoctrinando
Por otro lado, y en el mismo tenor de las “verdades” absolutas que a veces creemos que nos acompañan, he tenido el gusto de dar lectura en este mismo medio a voces que difieren de la idea de democratizar el aprendizaje y la educación por medio del uso de la tecnología, haciendo una natural referencia a los modelos de aprendizaje de tiempos pasados que, como su nombre lo dice, ya son pasado.
Pero, como dicen que discutir con el necio es en sí mismo una necedad, preferiré proporcionar algunas referencias bibliográficas que ya en ocasiones anteriores he citado pero que vale la pena volver a recomendar para entender y comprender el presente y el futuro de la educación. Y solo un trío dejaría frío a cualquier crítico de las nuevas formas de pensar, a esos críticos a los que tal vez no impacte que nuevas fórmulas están apoyando a miles de aspirantes a agentes a facilitar y no solo socializar su aprendizaje.
El elemento, de Sir Ken Robinson.
Empresas exponenciales, de Salim Ismail (quien fue ponente en congreso AMIS).
Crear o morir, de Andrés Oppenheimer.
Son al menos tres de las lecturas recomendadas para abrir la mente y el corazón a las nuevas formas de educación, y no volvernos tan “definitivos” al juzgar lo nuevo. Los que nos atrevemos a escribir tenemos también la obligación de leer.
NO ES LO MISMO AÑOS DE EXPERIENCIA QUE AÑOS DE HACER LO MISMO
Con mis 37 años en el sector seguros, ninguno de ellos como empleado, sino siempre creando empleos, puedo compartir, más que afirmar, que no es lo mismo ver pasar los años que hacer algo con los años que nos pasan. Cuando en muchas ocasiones en los talleres que imparto por todo el país alguien se levanta y afirma tener 40 o más años de experiencia en el sector, a veces, dadas las afirmaciones y los resultados que se han obtenido en la carrera, da por preguntarse: ¿no tendrá tan solo unos cuatro o cinco años de llevar a cabo esta actividad…, y otros 35 o 40 haciendo lo mismo?
Dice un buen dicho mexicano: Obras son amores, y no buenas intenciones.
Si se puede apoyar con hechos contundentes (a pesar de haber fallado 1000 veces) que las ideas generan impacto en la sociedad y el medio en el que nos desenvolvemos, entonces podremos afirmar que hemos aportado algo, incluso teniendo en contra a muchos que no piensen igual, y por supuesto estarán en su derecho.
Así, esperemos que también los años que portan hoy la mayoría de los integrantes del nuevo gabinete sean de experiencias, y no de ideas antiguas que pretendan regresarnos a viejos modelos, que no es que hayan sido malos o buenos, sino que simplemente ya no son.
TIEMPO DE CREAR CULTURA
En las redes sociales recientemente he dicho que una de las lecturas que he hecho en este mes es la del libro titulado Fuerza de ventas o ventas a la fuerza, de Raúl Carlón —quien también eventualmente nos deleita con sus letras en este medio—. En la obra he encontrado fascinantes al menos un par de ideas que deseo aquí compartir.
Carlón menciona en sus conclusiones que han sido dos las veces que ha presentado algunas de las ideas a gobiernos federales anteriores, sin haber sido implementadas:
La primera idea se da en términos de fortalecer la cultura del seguro en la población. No cabe duda de que trabajar la formación de los asesores con el propósito de no hacerlos vendedores, sino compradores de seguros, resultaría una gran evolución para la industria en el canal de agentes y promotores.
La segunda idea es, como ocurre en los multiniveles, que se invitara al candidato a agente, para comenzar, a que, como parte de los requisitos para ser aceptado en el oficio de intermediar, compre su propio paquete de protección, lo cual sería un excelente acto de congruencia y un ejercicio incluso de mercadotecnia para iniciar así sus entrevistas de asesoría.
Recomiendo en todo lo que vale esta lectura, así como también las arriba mencionadas, porque, como se expresa por ahí: “La verdad os hará libres”, pero “cada ser humano tiene su verdad”. Divina paradoja, ¿no les parece?