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Círculo

Charlemos seguros

El asegurador

Las tiendas  Blockbuster todavía existen, pero sólo en el imaginario colectivo o  como referencia obligada para ubicar otro lugar o remontarse a un tiempo pasado:  “Donde había un Blockbuster”, “Cuando cerraron el Blockbuster”; y, claro, cuando llega el momento de tirar a la basura el DVD de una de nuestras películas favoritas: “Ésta  la compré en un Blockbuster”. ¿Para qué conservarla si el acceso es libre a través de nuestra plataforma digital favorita?

Igual suerte corrieron el CD, el biper y el diskette, y para allá van el teléfono fijo, los reproductores y almacenadores de música, las tarjetas de débito y crédito, los boletos de cine, de lotería o de avión, los estados de cuenta bancarios, la corbata, los cheques, los teléfonos públicos, la televisión abierta, la de cable y hasta el automóvil, que convierte a las ciudades en estacionamientos gigantescos cada día cuando llegan las seis de la tarde. Mención aparte merece el plástico, la plaga que invade los océanos  con bloques de tamaño equivalente al del territorio mexicano; ya empezamos por los popotes y las bolsas de plástico del súper, gradualmente sustituidas por bolsas de tela gracias a la participación de un número creciente de consumidores conscientes de la necesarísima protección al medio ambiente.

La causa de la desaparición forzada de productos y servicios es una sola: la  obsolescencia.

Así como el automóvil desplazó a la carreta tirada por caballos y el encendedor al cerillo, mejores opciones para satisfacer una necesidad surgen como oportunidades de negocio para aquellos que  aprovechan un cambio de tendencia para patear a los reyes de la colina al rincón del olvido.

Como  me ves te verás, y las empresas compiten hasta con ellas mismas para poder conservar la preferencia de los consumidores, que también modifican sus hábitos aceleradamente, haciendo de costumbres familiares “de imposible desaparición”, como las reuniones familiares frente al televisor, cosa del pasado.

Increíble resulta entonces la existencia de la  necesidad creciente de un producto que muere un poco todos los días y que, más aún, tiene consumidores potenciales que ávidamente esperan una solución.  

Al leer el análisis de  El Asegurador  en su edición del 31 de agosto de 2018   titulado “Insostenible, modelo tradicional de Gastos Médicos”, me quedé con la boca abierta, pues me di  cuenta de la imposible existencia de un producto que se vuelve más y más obsoleto, ocupado en cavar su propia tumba todos los días.

Al padre de una amiga cercana le detectaron  un cáncer terminal hace poco. Los cinco hermanos nunca se pusieron de acuerdo, y la renovación por un año más del seguro de Gastos Médicos nunca se concretó. Como ocurre en casi todas las familias, dos de los cinco hermanos no tienen dinero, y solicitan la solidaridad familiar de cuando en cuando;  otros dos se sostienen con decoro pero no cuentan con un excedente para contribuir a la compra del seguro de los padres; y la restante, la única hormiga que además está instalada en el pináculo de su carrera profesional y cuenta con reservas suficientes y diversificadas, se resistió a adquirir sola  la renovación después del último incremento de 36 por ciento, ocasionado por el cambio de quinquenio de la madre, que alcanzó los 80 años de edad.

Hoy no hay de otra. Las  prioridades cambiaron súbitamente, y el ojo cerrado para negar la posibilidad creciente de una enfermedad o padecimiento de los adultos mayores ha debido abrirse ante la realización del riesgo sin cobertura. No es suficiente, pese a la convicción compartida por todos de  proveer de “lo mejor” al padre que en su momento dio todo por la familia, el sacrificio de vacaciones o la venta del coche. La casa familiar ya está en el mercado; y, en tanto se concreta su venta, hijos, primos, sobrinos y hasta amigos aportan lo que pueden y la líder pone  sobre la mesa parte de los ahorros reservados para el proyecto que ya no se realizará.

¿Qué factores ocasionan que la compra de seguros de Gastos Médicos Mayores  pierda gas y sea menor, por increíble que parezca, al porcentaje mínimo necesario para conservar sin cambios su exigua participación de mercado?

Cada año, una de cada 50  familias mexicanas enfrenta gastos catastróficos por problemas importantes de salud de alguno de sus miembros. Parece  poco, pero tanto va el cántaro al río que alguno de estos años puede ser el turno de cualquiera de nosotros. La diabetes mellitus  y las cardiopatías isquémicas son auténticos “Dráculas rurales” que siembran el pánico entre una población que engorda y envejece  sin que la mayoría haga nada por adelgazar o disminuir sus niveles de colesterol, triglicéridos y azúcar.

¿Y las aseguradoras?

Las compañías mexicanas mantienen el principio de continuar haciendo lo mismo, a pesar de la falta de resultados, con la firme creencia en un cambio improbable, fruto de una insistencia que raya en la obsesión, como único argumento.

El crecimiento de las primas del ramo, de por sí insuficiente,  es resultado de los incrementos de precio y en menor medida de la llegada de nuevos asegurados. La inflación de los servicios hospitalarios y de los honorarios   médicos superan el incremento en el ingreso de los consumidores. Al sumarse esto al aumento sostenido de la edad promedio de los beneficiarios, los tres factores ocasionan lo inevitable: el  seguro de Gastos Médicos Mayores se aleja de las posibilidades económicas de los que lo necesitan.

Por una parte, una proporción cada vez mayor de clientes optan por retener el riesgo al 100 por ciento;  y, por otra, algunos continúan renovando su póliza de Gastos Médicos Mayores bajo el principio de “un año a la vez” o “hasta  que las primas nos separen”. Pepe, un amigo jubilado que todavía domina los partidos de tenis en la Asociación Japonesa, esboza apenas una sonrisa  cuando conversamos sobre su último incremento: “Pues mientras pueda pagarlo, Toño”. Su excelente salud no lo exenta de pensar en que “algo puede pasar”. La reciente muerte de su suegro por un padecimiento de súbita aparición  mantiene a Pepe lo suficientemente asustado como para renovar su póliza sin cuestionamiento. A ver cuánto le dura la convicción…

La fórmula del cambio no es complicada…,  por supuesto en el papel.

La combinación ganadora incluye los cuatro pasos de la administración de riesgos:   primero, identificarlos y llamarlos por su nombre (diabetes, por ejemplo); segundo,  asignar a cada padecimiento la frecuencia y severidad promedio que le corresponde: uno  de cada 10 mexicanos mayores de 20 años con 90,000 pesos anuales como costo de tratamiento; tercero,  definir las medidas de previsión y prevención del padecimiento (comida baja en grasa y azúcar, así como plátano  macho, arándanos, semillas y frutos secos, canela, trigo sarraceno, aceitunas negras, espinacas y betabel); cuarto, dar respuesta a la pregunta   ¿qué riesgos me conviene transferir: enfermedades graves o padecimientos degenerativos? Y, claro, ¿qué deducible puedo soportar y qué descuento en prima obtendré de ese deducible?

Si las aseguradoras dejaran  de vender seguros de Gastos Médicos Mayores a quien se anime a comprarlos y establecieran  como alternativa una relación permanente con la comunidad interesada para identificar, evaluar, controlar y aceptar la transferencia de riesgos como una actividad permanente y de involucración total por ambas partes, el esquema podría  variar significativamente. Pepe Delgado hace honor a su apellido: hace ejercicio cinco veces a la semana y cuida su alimentación. Por supuesto que a cualquier aseguradora le conviene tenerlo como asegurado, siempre y cuando acepte un monitoreo sistemático de su estado de salud.

Si Pepe decide cancelar su seguro de Gastos Médicos Mayores, perderlo como asegurado será lamentable, así como lamentable  será también la permanencia de otros a quienes no les queda más remedio que conservar la póliza como única opción para pagar el tratamiento o la operación de las enfermedades que ya padecen o que vislumbran padecer en el futuro cercano.

Sin un círculo virtuoso entre comunidad y aseguradora y sin  la participación de otros organismos, privados y públicos, la penetración del seguro de GMM continuará bajando, en medio del significativo aumento de la incidencia de enfermedades. Para resolver la paradoja, se requiere mucha imaginación y, por supuesto, una dosis importante de voluntad.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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