Asomándose tímida la incipiente luz de la nueva era —Cuarta Transformación, la llaman—, y cuando “el ungido” aún no ha tocado siquiera el anhelado bastón de mando, su ansiedad por erigirse como la encarnación de la esperanza lo lleva a cometer algunos errores de forma, otros de fondo.
Tornarse invidente ante lo evidente lleva a muchos a comenzar a transitar sobre la avenida de la esperanza, sólo que ésta no ha sido a aún pavimentada, mucho menos trazada: es un simple esbozo que quizá no pase de promesa electoral.
En este entorno veo con más incredulidad que asombro la convivencia de dos “poderes” que, además, se turnan cordialmente el protagonismo de actos y circunstancias que muchas veces carecen de importancia.
Para ilustrar: los que salen aprovechan todo tipo de foros, sobre todo aquellos que garanticen actos pletóricos, escenificados con público incondicional que celebra aplaudiendo furioso ante la mínima provocación de quien toma el podio, sea quien sea.
El motivo es lo de menos. Con el pretexto de entregar, reconocer, reinventar o inaugurar obras públicas, como ampliaciones en terminales aéreas (Guanajuato) o infraestructura educativa (Centro de Estudios Navales) o dar banderazo a la Semana Nacional del Emprendedor, a través de improvisadas ruedas de prensa envían mensajes subliminales.
El último: pretender “dar cerrojazo a la administración”, con la rúbrica del nuevo tratado de Comercio de América del Norte (como si por el solo hecho de hacerlo se diera lustre a un sexenio tristemente célebre por improvisado).
El otro lado de la moneda no es mejor: mientras que enardecidos en campaña promulgaban ferozmente la necesidad de aplicar urgentemente esquemas de “austeridad republicana”, ahora se encuentran en viaje (oficialmente, “gira de agradecimiento”) que suena a baño de pueblo (¡vaya, un besamanos, en palabras llanas!), revistiendo de legitimidad por adelantado cualquier decisión que tomen.
Es menester recordarles a estos personajes, porque aparentemente lo han olvidado, que los recursos con que se pagan estos periplos provienen de partidas presupuestales, de los impuestos; es decir, ¡del pueblo al que tanto dicen deberse!
Este dispendio contradice la palabra empeñada en campaña: no más derroche, no más élite política, no más “fifís”; pero, como por decreto divino, ahora es válido realizar y acudir asuntuosos actos “que no los celebra ni Obama”.
Me refiero al convite de César Yáñez (por cierto, una persona capaz y discreta, de ahí nuestra extrañeza) con motivo de su boda.
No conformes con esto, caen en la banalidad, tan criticada, de publicar el evento en la revista de sociales ¡Hola!
Esto contradice los principios defendidos públicamente, y no porque celebrar de este modo sea pecado (cada uno paga lo que puede o quiere para hacerlo a su modo), sino porque es inoportuno al ser contrario a la tan mentada austeridad.
“No puede haber boda rica con pueblo pobre”.
Frente a estos equívocos actos que poco se concilian con la austeridad republicana, hemos guardado, como sociedad, una desconcertante pasividad; tal parece que las situaciones trascendentales para el país son incomprensibles y, como consecuencia, ajenas a nuestros “dos gobiernos”, y a nosotros como ciudadanos.
Afirmo lo anterior porque, salvo que opinen lo contrario, no tengo evidencia de reacción hacia asuntos torales. Ejemplificaré con dos grandes temas.
En el contexto económico, ¿cómo afrontar el reacomodo mundial? Las reglas del nuevo juego comienzan con el paso a mejor vida del anquilosado TLCAN, ahora denominado Usmca (United States, Mexico and Canada Agreement).
Aparentemente generoso y conveniente para todos hasta donde la información publicada nos permite apreciar, está repleto de “letras chiquitas”, como aquellas que, si bien no prohíben expresamente el establecimiento de acuerdos comerciales con China, sí lo sugieren o insinúan, con la amenaza explícita de que hacerlo implicaría que el país del tío Sam abandone el acuerdo.
En lo social observamos descontento y renuencia por parte de un sector muy importante de la población, algo así como la mitad del electorado, que además se encuentra acorralado y limitado para exponer cualquier tipo de oposición o desacuerdo por aquellos que ven en el cambio de administración la oportunidad ideal para agredir con legitimidad, denostar con profunda irresponsabilidad y, sobre todo, descalificar impunemente los logros, avances y bienestar ajenos.
Eso no es lo peor. Tenemos un panorama complejo que potencia el resultado: la actitud permisiva, el lisonjeo que sugiere sumisión (los que se van) y la arenga demagógica (los que llegan).
El vacío no solo de poder sino de legitimidad en esta coexistencia administrativa se refleja en los llamados a “consultas” populares para la toma de decisiones trascendentales, con lo cual se evaden responsabilidades al trasladar el peso de éstas al “pueblo sabio”.
Parece que no resulta adecuado permitir que se comience a dictar órdenes tales como “ya no otorgar becas en Conacyt” hasta que se determine qué tanto afectan éstas al presupuesto.
Y tal medida fue la decisión de alguien que, al momento de cerrar esta publicación, no ostentaba cargo alguno que le permitiera ensayar tales disposiciones.
¿Adónde quiero llegar?
Ante la evidente fluctuación en el carácter de algunos funcionarios de la próxima administración, la falta de matiz en esta forma de comunicación (a la que seguramente tendremos que acostumbrarnos) nos deja expuestos a reacciones derivadas de declaraciones como la irresponsable expresión de “México en bancarrota”.
Coincido con Beatriz Pagés y la cito: “Es un hecho que matizar los dichos del hoy presidente electo puede llegar a ser lo más sano para el país. Vamos a tener que convertirnos en voceros oficiosos, en intérpretes de buena voluntad para, a la manera del clásico, explicar que lo que quiso decir fue…”.
En este enrarecido clima, la altísima responsabilidad que tenemos como garantes de la protección al patrimonio de nuestros clientes, de la tranquilidad de su familia, de la viabilidad de su fuente de ingresos…; en suma, de su tranquilidad, nos obliga con carácter inexcusable a ratificar lo que la sociedad aprecia en nosotros: fortaleza, calidad, solidez, pasión y compromiso con México.
Muy respetuosamente los exhorto a seguir privilegiando esquemas que ofrezcan certeza en su viabilidad, operatividad en prácticamente cualquier contexto y facilidad de acceso. ¿Y cómo hemos de lograrlo ante las nuevas condiciones que presenta el mercado?
Manteniendo calidez en nuestra asesoría, la responsabilidad que nos caracteriza, nuestro profundo conocimiento y, sobre todo, un inquebrantable espíritu de servicio.
Entornos de incertidumbre ofrecen la oportunidad de mantenernos como roca de la cual asirse en la tormenta, no solo como precario refugio al temporal.
Deberemos mantenernos como garantía de que “lo único seguro es tu seguro”.
Aunque parezca redundante: ¡Te lo aseguro!