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- SEGUROS 2.0
Por: Eloy López / @EloyLopezJ
Sean Parker, uno de los cofundadores de Facebook, declaró recientemente que al crear esta red social ellos sabían que estaban explotando una vulnerabilidad de la mente humana: la necesidad de validación.
La función del botón “Me gusta” y el hecho de poder compartir nuestra vida con otros tienen el objetivo de que las personas recibamos un golpe de dopamina, esa droga natural que genera nuestro cuerpo y a la que nos volvemos adictos. Eso sin contar las afectaciones que tiene en nuestra productividad, y lo antisociales que podemos volvernos al pasar una gran parte de nuestro día entrando en Facebook, dijo Parker.
Por otro lado, Biz Stone, el cofundador de Twitter, de quien ya te conté aquí antes, sostiene en un libro que la motivación principal que tuvieron los fundadores de la red social del pajarito fue saber que las personas somos buenas por naturaleza; que siempre buscamos la forma de ayudarnos unos a otros, y solo necesitamos las herramientas tecnológicas necesarias a nuestra mano para hacerlo. Es por ello por lo que la filosofía con que fundaron Twitter fue la de acercar a las personas para que pudiéramos ayudarnos unos a otros de una forma fácil y rápida, como nunca antes en la historia de la humanidad.
Los anteriores solo son ejemplos de innovaciones tecnológicas con dos visiones diferentes sobre un mismo tema. Una parece que busca explotar la vulnerabilidad humana y la otra busca explotar una fortaleza. No vamos a adentrarnos más en las distintas filosofías de todas las demás redes sociales que existen; con estas dos visiones podemos reflexionar sobre el papel real de las redes sociales en nuestro día a día y, al final, en nuestra vida completa. ¿Nos apoyan para ser mejores personas y ayudar a los demás? O, al contrario, ¿nos vuelven personas adictas y egoístas que solo buscamos ser validadas?
El sismo del 19 de septiembre pasado es una oportunidad inigualable para poder evaluar la respuesta a estas dos preguntas. Este duro evento de la naturaleza, que sacudió y afectó a una parte de nuestro país, incluyendo Ciudad de México, puede ser un excelente termómetro de cómo y para qué usamos los mexicanos las redes sociales. Al inicio se pudo ver una especie de incredulidad por la coincidencia de la fecha con el otro sismo, el de 1985. Poco después del momento de sorpresa, la información empezó a fluir, y tanto Twitter como Facebook se convirtieron en plataformas de apoyo.
La solidaridad, ese sentimiento por el que se nos conoce a los mexicanos en todo el mundo, empezó a fluir a raudales gracias a ambas redes sociales. En Twitter empezaron a organizarse las primeras brigadas de ayuda. Primero para rescatar a los sobrevivientes de los edificios derrumbados, y poco después para llevar comida, víveres, herramientas y más cosas necesarias a los lugares afectados. Poco después pasó lo mismo en Facebook. Ambas redes sociales empezaron a funcionar como herramientas de apoyo social. Su funcionamiento fue tan eficaz en ese sentido que la ayuda se desbordó, y podríamos decir que en poco tiempo llegó a sobrar.
En esas primeras etapas del sismo, la gran mayoría de los usuarios de redes sociales nos concentramos en ver cómo podíamos ayudar de alguna forma. No importaba cómo. También nos organizamos de una forma más o menos rápida para poder evitar dar información duplicada que confundiera a quienes leían lo que compartíamos y buscaban llevar ayuda a los afectados. No importaba si era información sobre un edifico caído en la colonia Roma, o de otro en la Colonia del Valle; tampoco era relevante si era sobre un colegio en Villa Coapa que tenía todos los reflectores encima porque muchos niños estaban en él al momento del evento.
Esa primera etapa no requirió una autoridad para poder organizar a toda una sociedad que deseaba ayudar. Podemos decir que, como sociedad, pasamos la prueba en el uso de las redes. De repente olvidamos cualquier diferencia de opinión o cualquier encono previo y nos concentramos en la parte noble de seres humanos para ayudarnos entre nosotros mismos. La luna de miel perfecta. Entonces Biz Stone tiene razón al afirmar que los seres humanos somos buenos por naturaleza y que siempre buscamos ayudarnos unos a otros.
Una de las razones por las que a Stone le gustó el nombre de tweet (“pío”, en español) es que éste le hacía pensar en una parvada de pájaros que con el pío de uno al pedir ayuda lograba reunir a muchos de ellos para ayudarse entre todos. Terminado de resolver el problema, todas las aves volvían a su vida diaria. Eso le parecía el ejemplo idóneo de cómo debería ser una comunidad de ayuda global sin perder la individualidad. Lo anterior bien podría aplicarse a un problema político, económico o social. Por ello, él empezó a sentirse orgulloso de sí mismo al ser corresponsable de crear Twitter.
El tema es que, pasada la parte crítica del sismo, después de la emergencia, empezamos a movernos hacia la normalidad, y, después de unas semanas, parece que regresamos a una etapa donde la discusión y el desacuerdo en las redes sociales por temas menores es algo normal. Esa normalidad a la que pronto volvimos no nos ha hecho bien del todo. Muchas personas han regresado a comentar sobre el tema del temblor de una forma tan banal que parece que Sean Parker tiene razón en decir que somos adictos a la validación de otras personas sobre nuestras ideas y nuestra vida.
En realidad vale la pena reflexionar a fondo sobre cómo hemos usado las redes sociales no solo en este evento, sino en todos estos años. Si llegó ayuda a los lugares donde hacía falta fue por nuestra capacidad de ponernos en los zapatos de otros, no por las redes sociales en sí. Éstas son solo una herramienta que nosotros como sociedad pudimos aprovechar para ayudar a alguien más. También son una herramienta que hemos usado para quejarnos a los cuatros vientos sobre cualquier tema y para esparcir nuestro desacuerdo respecto a las opiniones de otras personas.
La primera conclusión es que somos nosotros, y no las redes sociales, quienes podemos ayudar a los demás, o denostarlos con algo malo que tengamos que decir sobre ellos. Eso deja la pelota en nuestra cancha y nos hace completamente responsables del uso que podamos darle a ese avance de nuestros tiempos conocido como Social Media. Es momento de usar esa capacidad que nos distingue de otras especies sobre la Tierra y empezar a pensar de verdad. Somos seres sociales, y eso nos ha hecho avanzar como humanidad.
Respecto al sismo viene una etapa importante, la del largo plazo, en la que la ayuda sigue siendo vital. Ya no es urgente, porque la vida de las personas ya no depende de lo rápido que pueda llegar esta ayuda, pero sigue siendo relevante saber que una gran parte de la población de Ciudad de México, y del país, no ha podido recuperar la normalidad en su vida porque perdieron sus casas, y siguen teniendo que dormir en tiendas de campaña improvisadas en las calles cercanas a donde vivían. Eso no es poca cosa, y debemos seguir organizándonos para ver cómo logramos que, entre todos, salgamos adelante juntos.
Viene también una etapa de campañas políticas en la que será importante no olvidar que fue la sociedad la que sacó adelante todo en los momentos críticos, y no nuestros líderes políticos que, en la mayoría de los casos, brillaron por su ausencia. En esta etapa debemos estar más unidos que nunca antes. En esta etapa debemos recordar que tenemos la capacidad de usar para bien todo el poder de las redes sociales y estar unidos. No debemos dejar que algo pueda romper esa unión. Ni nosotros mismos. Es momento de actuar como seres sociales y pensantes a favor de todos.
Espero, querido lector, que puedas aprovechar para bien tuyo y de tus semejantes el uso de las redes sociales. Espero también que este fin de año lleguen puras cosas buenas a tu vida. Recibe mis sinceros deseos para que así sea. ¡Cuídate mucho! Nos leemos en diciembre.