Mi querido y apreciado lector, debo comenzar por expresar que esta es una frase que aparece literalmente en el libro Tus próximas cinco jugadas, cuyo autor es un empresario de origen Iraní, Patrick Bet-David. El libro ha causado un fuerte impacto en mí, más que por su contenido en sí mismo, por las reflexiones que plantea para el mundo de los negocios.
Ya haré alguna reseña al respecto, pues me parece una obra imperdible en nuestros tiempos y más aún, para aquellos que somos emprendedores; ahí estoy incluyendo por obviedad a todos los intermediarios de seguros.
No coincido con varios de los planteamientos que Patrick realiza, especialmente acerca de las motivaciones que pueden apalancarnos para alcanzar el éxito. No obstante, insisto, los tópicos que él aborda y que van, desde la elección del camino que deseamos emprender, hasta las áreas de responsabilidad clave de un CEO, pasando por la visión, así como la selección y el entrenamiento del staff; cada una de las cuales me parecen absolutamente pertinentes.
¿Cómo definir la genialidad? La RAE define “Genio” como la capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables. Algunas otras acepciones, más pragmáticas, señalan que el genio es reconocido por su capacidad de afectar o transformar la vida de miles de personas. Creo que es más o menos común, por ejemplo, que al pronunciar esta palabra, venga a nosotros la imagen de personajes como Albert Einstein, cuyos descubrimientos y teorías cambiaron la historia. Su existencia representa un “antes y un después” para la humanidad.
Otra arista de la genialidad, una que para mí resulta especialmente admirable, es aquella habilidad que expresó el gran Steve Jobs, como la capacidad de “unir los puntos”, es decir, visualizar o identificar una posibilidad más allá de lo evidente, construyendo un concepto o producto, uniendo lo existente pero de un modo no obvio y/o realizando combinaciones no efectuadas anteriormente. Mi representación gráfica favorita de esta habilidad se materializaría como lo muestra la película Mente brillante (A Beautiful Mind, 2001) que habla de la vida de John Forbes Nash, interpretado por Russell Crowe, donde el personaje -que por cierto es un genio en la vida real- mira partes de lo escrito en un pizarrón, iluminándose en colores brillantes y uniéndose como una suerte de rompecabezas, extraído de una maraña de información.
Patrick Bet-David, sin embargo, como en otras de las reflexiones de su libro, pone acento en un aspecto pocas veces analizado y que resulta hasta sorprendente cuando se mira con profundidad: Ser un genio o ser genial, no implica necesariamente contar con la virtud de la sensatez. Sensato es un adjetivo definido por la RAE como “prudente, cuerdo, de buen juicio”.
¿Cuál es la relación de esta aparente ironía con nuestro amado sector asegurador? En algunas de las colaboraciones que he realizado en el pasado he expuesto las causas y motivos que me hacen pensar que la colaboración de las startups de seguros y las insurtech, representan una positiva y motivadora incursión en favor del crecimiento y penetración del seguro en nuestro país. Así lo pienso y actúo en consecuencia. No obstante, en sus páginas, Patrick me hizo ver la otra cara de la moneda: Cuánta frustración e incluso, pérdida económica y quizá, hasta daño al sector y a su imagen, pueden causar las grandes ideas, las “genialidades” mal implementadas, puestas en marcha con insensatez.
Y es que, justamente, la teoría detrás de las startups y naturalmente las insurtech -no son la excepción- es que una mente o un pequeño grupo de mentes privilegiadas pueden descubrir un concepto novedoso y a través de la tecnología, llevarlo a la ejecución, generando valor para la sociedad y con ello, creando una empresa sustentable y de rápido crecimiento. La promesa es que la prosperidad y sustentabilidad de los planteamientos innovadores se apalancarán en el mundo digital, haciendo factible lo que antes no lo era o simplemente, generando rentabilidad mucho más rápidamente, dada una estructura de costos o de distribución más eficiente que las existentes.
Es aquí donde participa de forma decisiva el mencionado sentido de la cordura, prudencia o buen juicio, sin el cual, hasta la mejor propuesta puede naufragar o peor aún, provocar una sensación de profunda decepción en el mercado, cuando fracasa.
Es de hecho, éste, uno de los factores que las autoridades aseguradoras pretenden celar a través de la normatividad: Evitar que el consumidor, haciendo un natural e intuitivo sentido de extrapolación, se decepcione del seguro en general cuando resulta decepcionado de una insurtech, por ejemplo.
En otras industrias está claramente entendido y aceptado que hay un alto porcentaje de fracaso en una empresa naciente como lo es una startup, con porcentajes de mortalidad en diversos sectores de negocio que puede superar el 10 por ciento de las nuevas incursiones. En el ámbito de las pymes este porcentaje es dramáticamente mayor, similar al de la deserción de los Agentes de Seguros, pero su efecto en el ánimo del público, afortunadamente, no es tan dramático. ¿Imagina mi querido lector la quiebra del 10 por ciento de las aseguradoras?
Apenas hace poco charlé con un apreciado colega, miembro de una insurtech muy exitosa, que a la vez es cliente de otra insurtech que fracasó y fue vendida. En su carácter de cliente lleva algunos meses tratando de hacer un movimiento a su póliza, aún vigente con la nueva administración y me transmitía una tremenda decepción porque ni siquiera encontraba posibilidad de diálogo.
El daño causado por la potencial insensatez de la insurtech fracasada no topa sólo en su clientela o su sector de negocio. Afecta a todo y a todos en un mercado que parece buscar siempre razones para no confiar, lastimando lo que con tanto esfuerzo construimos todos los días.
“No es suficiente estar en contra, tienes que estar a favor de algo mejor”.
Tony Stark, parte del MCU de Marvel