LA PENSIÓN de retiro es un tema ancestral. Existe desde que existe un empleado y un empleador; esto es, hace miles de años. Si bien el nombre ‘Pensión de Retiro’ sea más moderno que eso, el problema sí cumple varios milenios. ¿Cuál era, ha sido y es el problema?
TODA PERSONA QUE recibía una paga por prestar sus servicios de manera consistente a un empleador, fuera siempre el mismo o fueran diversos empleadores durante su vida de trabajo, llegaba a un momento en que, por su edad, ya no conseguía colocarse, pues se daba preferencia a gente más joven, sobre todo porque la mayoría de los ‘empleos’ estaban relacionados con la fuerza física que, con la edad, menguaba su potencial.
AL LLEGAR A ‘LA VEJEZ’ (así, sin eufemismos), el individuo se quedaba sin ingresos. Aunado a lo anterior, no había una cultura del ahorro (como hoy en día). De modo que se alcanzaba un número importante de indigentes en edad avanzada, o en las mismas familias no era fácil dar mantenimiento a los que se retiraban por ese motivo. El asunto se convirtió en un problema social, tanto para el Estado como para los patrones. Esto debido a que el Estado se dio cuenta de que la indigencia generaba otros problemas sociales, cuyo costo representaba (de manera creciente) importantes erogaciones al gobierno.
ANTE ESE ESCENARIO y después de cientos (o miles) de años se llegó a la conclusión de que, si la persona ahorra, su patrón y el propio Estado contribuirían a aligerar esa carga social y a apoyar al trabajador. Esto inició en 1881 en Alemania y le siguió, formalmente, España hacia 1919. En paralelo, varios países europeos fueron configurando sistemas contributivos para el retiro. Desde entonces y a la fecha, el principal contribuyente a su fondo de retiro debiera ser el propio trabajador.
LA VISIÓN QUE TUVIERON los patrones y el Estado para encontrar modelos de constitución de fondos para el retiro fue, sin duda, una postura empática con la problemática de los trabajadores retirados. De modo que el patrón contribuye, el Estado contribuye (con una participación mínima) y el trabajador contribuye para constituir el fondo correspondiente.
DE LO ANTERIOR SE HAN derivado una serie de conceptos que caen en cierta imprecisión. Por ejemplo, es común que los empleados digan que de su sueldo ‘les descuentan’ para la Afore, lo que a su vez deriva en la idea de que el patrón actúa mal, ´les quita’ dinero. El concepto, por supuesto, está mal interpretado; el concepto real es que el patrón retiene y traslada el dinero del trabajador hacia un fondo que es del propio trabajador; no le birla nada. Muchos trabajadores preferirían recibir todo en líquido, obviamente para gastarlo; claro, porque no hay cultura de ahorro ni visión de futuro sin empleo. Esta miopía del trabajador es a su vez una irresponsabilidad de su parte, pero se le ha hecho creer que ‘alguien’, que no es él, se debe hacer cargo de su manutención a la vejez. Mal jugado el rol de hacerse responsable cuanto pueda de sí mismo.
EN CONJUNTO, la problemática y las soluciones se han convertido en un juego en donde hay malos y buenos, donde ‘el malo’ es el patrón. Por ejemplo, en la reciente reforma a los fondos para el retiro, el incremento (dice la ley) corre a cargo del patrón. Lamentablemente, eso es cierto; lo penoso no es que se aporte más para el fondo del trabajador, lo lamentable es que nadie les ha informado a los trabajadores que eso es en realidad un aumento de sueldo sobre el cual, el patrón, sólo retiene y transfiere, pero el dinero es del trabajador todo el tiempo. Claro, como el trabajador no ve más pesos en su bolsa, no se da cuenta de que le incrementaron el sueldo, mientras que esa carga social la lleva el patrón en sus costos de nómina. Más aún, a cualquier aumento de sueldo al trabajador, también se suman los pesos que han de pagarse no en líquido sino en retención para la transferencia. El beneficio del aumento repercute un 10 por ciento adicional en el costo de la nómina. Ese es el efecto inmediato, en el efecto futuro, el más beneficiado es el trabajador.
EN FIN, QUE EN TODA la evolución de los sistemas laborales de fondo para el retiro (donde afortunadamente se eliminaron los fondos universales y se hicieron individuales), no se ha podido inculcar el hábito del ahorro en la sociedad en general. Es decir, la gente preferiría ganar un poco más y gastárselo hoy, que ahorrar por decisión propia y con responsabilidad. Por eso también desde hace años, el ahorro para el retiro se considera obligatorio; si se deja en la decisión de cada individuo, muy pocos ahorrarían con la conciencia que implica hacerse mayor y dejar de pertenecer a la clase productiva. Si muchas personas no compran seguro de vida porque no ‘se ven muertos’, menos ahorran porque no ‘se ven viejos y desempleados’. Esa idea de que más vale gastarse lo que tienes hoy que ahorrar, está profundamente generalizada. En ambos casos, el fallecimiento o la supervivencia son algo menor -piensan, que no merece ponerles dinero a esos conceptos. Ni se aseguran, ni ahorran por decisión propia.
NADA DE LO QUE FUNDAMENTA la idea de contribución social, en general a la manutención económica de los retirados, nada, insisto, está mal. Pero debiera acompañarse de orientación y educación desde los primeros días de entendimiento de los niños, a darse cuenta de que ellos serán responsables de sí mismos en cuanto se integren al aparato productivo y hagan su propia vida. Entonces, y sólo entonces, valorarían el significado del ahorro para su retiro e incluso abundarían las aportaciones voluntarias a esos fondos, en vez de verlo como motivo de queja ‘porque les descuentan’.
BIEN, QUE HAYA UN ESQUEMA de contribución tripartita para constituir esos fondos. Mal, que por ello el trabajador en vez de reconocer que el beneficio es para él, se sienta víctima.