Vivir seguros.., ¿de qué?

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Vivir seguros
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Por: Genuario Rojas

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Vivir seguros… ¿Seguros de qué? En el ánimo de responder a la pregunta, las respuestas provendrán desde distintas perspectivas.

¿De actuar a partir de un propósito, tal vez? Es una primera opción.

Es muy común que emprendamos acciones que respondan a la inercia, a la falta de claridad, a la ausencia de un foco establecido de manera consciente.

El propósito puede ser propio, diseñado y establecido por uno mismo, o bien, uno que otro haya determinado.

Bien se dice que o trabajamos para conseguir lo que nosotros queremos o trabajamos para que otros sean los que obtengan lo que desean.

¿Qué tanto interés le hemos dado entonces al proceso de descubrir el llamado, la razón de ser y de hacer, de modo que persigamos nuestro propósito, incluso cuando estamos laborando para lograr una finalidad ajena?

En ocasiones, el propósito no es, en el mundo del trabajo, sino algo para vivir un estilo de vida deseado.

Pero, ¿es posible esperar algo bueno o extraordinario de alguien que llega a la oficina arrastrando los pies o afronta sus obligaciones laborales con un espíritu conformista? La experiencia indica que muy poco.

¿Nos levantamos de la cama cada día con la idea de dar lo mejor de nosotros en el trabajo y en otros roles que nos toca jugar?

Tendríamos que vivir seguros de que ese levantarse tuviera sentido, en los roles que ese día serán desempeñados.

Podríamos llamar propósitos a los objetivos que perseguimos en los terrenos del ser, hacer y tener. Más allá de la semántica, de los significados generales, resulta sumamente relevante obrar con conciencia.

En la actualidad, muchas empresas, de todos los tamaños, buscan establecer un propósito que todos y cada uno de los trabajadores, en cualesquiera de los niveles que configuran la organización, no sólo conozcan, sino que entiendan, comprendan.

Lo mismo si somos cabeza de una organización o de áreas o estamos en primera línea cara al cliente, deberíamos vivir seguros de que estamos alineados, sabiendo que todo suma, entendiendo la importancia de conocer los significados, sabiendo las consecuencias de nuestra actuación en el todo.

Es cierto que los óptimos locales no bastan para sacar adelante un proyecto; sin embargo, todos y cada uno de nosotros podríamos, deberíamos, vivir seguros de estar dando todo lo necesario para crearlo.

En el proceso de lograr la creación de óptimos locales que configuren un óptimo general, las definiciones generales y particulares constituyen un desafío para los directivos.

No obstante, resulta esencial conocer y asimilar, para actuar en consecuencia, la filosofía de las organizaciones, de manera que podamos ver si se alinean a las nuestras como para asumir, por encima de todo, un nivel de compromiso que garantice que estaremos viviendo seguros de que estamos aportando a la causa.

Todo lo anterior va más allá de la tecnología, de lo material, pues tiene que ver con la conciencia, con los niveles de conciencia.

Ya hemos dicho en otras entregas que no se le puede pedir peras al olmo.

¿Qué tan importante es, entonces, tener y esperar acciones nuestras y de otros en los niveles de conciencia adecuados?

Diríamos que no es importante, sino vital, para poder aspirar al éxito en un mundo en el que la competencia está sometida a retos crecientes, como efecto de consumidores más conocedores y exigentes.

Esos retos no demandan solamente ser buenos o extraordinarios desde una perspectiva técnica, sino como personas conscientes que se suman a proyectos que desean ser ganadores, aunque en no pocas ocasiones podamos observar verdaderos saboteadores en las organizaciones, que trabajan únicamente con fines personales, importándoles poco o nada la suerte de la organización que les da la oportunidad de expresar sus capacidades.

A veces las críticas puntuales pronunciadas por parte de externos, por ejemplo, desde la autoridad especializada, tratándose de seguros y de fianzas, mueven a la reflexión, pero lo más fácil de observar es una reacción que tiende a la justificación.

Lo más práctico, para algunos, es dejar que alguien o algo exija una acción, porque entonces tendrán a algo o a alguien para culpar de una situación desviada del deber ser de personas, áreas, direcciones.

No hace mucho se señalaba, incluso, al propio gobierno corporativo como el responsable de que algunas cosas no sucedan en las empresas.

Hay mucho que hacer en todos los ámbitos, por supuesto, porque algo o alguien está, en los últimos tiempos, y se verá cada vez más en el futuro,  demandando mejoras sustanciales en los productos y servicios en un entorno que ciertamente es complicado, pero que a través de la historia se ha presentado.

Lo político, lo económico, lo social, lo jurídico, y podemos agregarle las que cada uno tenga en mente, representan retos, incluso desafíos, y si bien no podemos aventurar que todo estará resuelto en tiempo y en forma en un plazo breve, debemos vivir seguros de estar actuando enfocados en la búsqueda de soluciones.

En este contexto, cobra relevancia capital la idea de que, si bien definir es importante, comunicar con efectividad en todos los niveles, resulta vital.

La comunicación tiene tal importancia que, lo escribimos en septiembre del año pasado, se lucha por el reconocimiento de este tema como ODS: Objetivo de Desarrollo Sustentable, que así se sumaría a los 17 que fueron establecidos para el 2030 por parte de la Organización de las Naciones Unidos (ONU).

¿Vivir seguros de qué? Toca elegir. Démosle sentido a lo que hacemos todos y cada uno de los días. La otra, es quedarse en una inercia que será insuficiente.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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