En su limitado español con fuerte acento francés, mi amigo Guy, un canadiense que alterna Montreal, distintos destinos en Europa y Zihuatanejo, en la costa del Pacífico mexicano, como lugares de residencia a lo largo del año, me comenta acerca de su nueva póliza de seguro, con una expresión desconcertada en el rostro.
“Tegemoto sí, pego hugacán no”. Él ha vivido algunos terremotos fuertes en su departamento ubicado en el cuarto piso de un edificio ubicado en Ixtapa, desarrollo realizado por FONATUR en los años setenta. Guy sintió las fuertes sacudidas y pensó, de acuerdo con su relato, que el edificio podía haberse desplomado. Él también recuerda el paso del huracán Max en 2017. Con poco tiempo de haber llegado a Ixtapa, vivió por primera vez la experiencia de vientos fuertes y lluvias intensas.
Ninguno de los dos eventos causó daños al edificio. Es una construcción de concreto con más de treinta años de antigüedad, sin acabados costosos, con herrería reforzada y vidrios templados de cinco centímetros de espesor. Ojalá la pintura hubiera sufrido algún daño que justificara, ante los renuentes propietarios, el cambio del espantoso color naranja subido, pero la pintura está intacta.
El terremoto ocurrido el 18 de abril de 2017 provocó deterioros en algunas construcciones de Ixtapa-Zihuatanejo. El epicentro se localizó al sur de Petatlán, una población que se encuentra a escasos 43 kilómetros del puerto turístico de la costa grande de Guerrero. Conozco de primera mano el caso de un condominio localizado en la zona de Contramar, cerca del hotel Las Brisas, cuya estructura tuvo que ser reforzada después del evento.
En el estado de Guerrero se registra la mayoría de terremotos ocurridos en México, debido al fenómeno de subducción de la placa oceánica de Cocos, cuya mayor densidad provoca un avance de 65 mm al año por debajo de la placa continental de Norteamérica. En esta zona se espera un terremoto fuerte: no ha ocurrido uno de magnitud cercana a 8.0 en la escala de Richter en más de cien años.
Los Números Cuentan que el edificio donde está el departamento de mi amigo debería recibir el beneficio de una cobertura de Huracán y él debería encontrar dificultades para conseguir la de terremoto. La realidad muestra lo contrario: Huracán no, pero Terremoto sí.
¿Por qué el mercado de cobertura catastrófica no sigue la lógica fundamentada en la experiencia? La frecuencia y la severidad promedio de los daños causados por terremoto son mayores que los de huracán, por lo menos en la zona de Ixtapa-Zihuatanejo.
El primer factor es el tamaño del mercado mundial de cobertura catastrófica. Las aseguradoras mexicanas siguen los lineamientos del reasegurador sin cuestionarlo ni buscar alternativas. No todos los casos son iguales; GNP mete más las manos y Atlas de plano le juega al corredor en la mayoría de los riesgos grandes y aún más cuando se trata de coberturas catastróficas. En medio de estos dos extremos, están las filiales de grandes aseguradoras mundiales, como AXA o Zurich, así como otras aseguradoras locales, ligadas o no con algún grupo bancario. Al final, el criterio del reasegurador global se impone sobre la opinión más informada, pero también mucho más sumisa, del asegurador local.
“Nos informa el reasegurador de una nueva condición en nuestro contrato: No cobertura de huracán en zonas costeras. ¿Qué hacemos?” El jefe se queda pensando. “¿Qué dicen de Terremoto?” “Nada: Seguimos”.
“Una de dos, no está mal. Haz los cambios necesarios en el sistema para implementar la medida señalada por nuestros reaseguradores y avísales de inmediato. Quedarán muy complacidos”.
Dracón fue un legislador de Atenas a quien se atribuye la primera codificación de las leyes de la ciudad, hasta entonces transmitidas oralmente. El rigor del nuevo código contemplaba medidas severas aun para infracciones menores. Se fue al extremo, pues. De ahí el término “Draconiano”.
Draconiana es la disposición de los reaseguradores y no existe mucha réplica, a juzgar por la reacción local, ante la medida, lo cual me lleva a la segunda causa de que exista una restricción para Huracán y no exista para Terremoto.
El Suscriptor ha sido siempre una figura clave para obtener resultados positivos. El Suscriptor, suscribe (¿no es cierto, señor Perogrullo?) los riesgos, es decir, firma su aceptación, la cual se convierte en el primer movimiento de una banda transportadora de selección de riesgos, así como de la definición de condiciones consistentes tanto con las características de dicho riesgo como con su experiencia de realización a través de la historia.
En el caso de los riesgos catastróficos, es clara la renuncia de los suscriptores a hacer su trabajo. La evaluación y valuación de los riesgos brilla por su ausencia.
El proceso de administración de un riesgo debe pasar por cuatro etapas: Identificación, Valuación, Control y Transferencia. Lo primero es conocer al animal: ¿Grande o pequeño? ¿Viejo o joven? ¿Con cuidados o abandonado? ¿Alguien comparte la responsabilidad de su cuidado?
En el caso del departamento de Guy, la identificación del riesgo consiste en conocer su ubicación; cuándo fue construido; de qué tamaño son los claros de puertas y ventanas de cristal; material de los marcos y sistema de fijación; espesor de los vidrios y si son de cristal templado; de dónde viene el viento; cuáles son las características y material de la estructura, de los muros de relleno y de los acabados.
Después hacer cuentas: ¿cuánto vale el edificio? Por supuesto, partidas desglosadas para estructura, material de construcción, acabados, cristales y demás. Siguiente pregunta, ¿qué daños pueden estimarse para eventos catastróficos, llámense terremotos o huracanes de diferente magnitud y duración? Habrá que acudir a la experiencia del edificio y de otros similares. La ventaja obvia es que tras un evento catastrófico muchos son los afectados. Es cosa de interesarse y rascarle.
La siguiente pregunta, de gran interés en mi opinión, es establecer la relación entre las alternativas disponibles de protección y la disminución de daños que su adquisición conlleva. ¿Marcos de aluminio anclados a la estructura, con cristales templados con espesor superior a cuatro centímetros? Listo, el daño esperado se reduce a la mitad.
¿Contrapuertas de madera que se instalarían cuando se reciba la noticia del arribo del huracán? Relisto, el daño que se había reducido a la mitad ahora se aproxima a cero. ¿Estructura de acero y diseño de edificio de forma irregular? Contravientos para reducir el vaivén de la estructura en caso de un terremoto. Nuevo cálculo de la pérdida esperada cuando sean instalados.
Por último, el suscriptor puede definir el porcentaje de cesión de primas al reasegurador, así como la naturaleza de la misma. Que participe el socio de negocios si así lo desea. Al conocer las características del riesgo y las pérdidas esperadas, con y sin medidas de control, seguramente participará complacido en el esquema propuesto. Y si no lo hace, será cosa de buscar un reasegurador al que le guste la suscripción de los riesgos que le son transferidos.
Está bien que el atole quema, pero no se vale soplarle al jocoque.
Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com