“¿Qué vamos a hacer hoy, Cerebro?”
“Lo mismo de todos los días Pinky, tratar de conquistar el mundo”.
Querido lector, el día de hoy me ocupa compartirte una de las reflexiones que yo considero de mayor valía en mi visión, trayectoria y hábito profesional.
Iniciando este mes patrio, mi buen amigo Miguel Ángel Arcique compartió en sus redes sociales un video de YouTube en verdad hermoso, el cual habla de lo que representa ser mexicano.
Recuerdo particularmente una frase que dice algo como, “si el mundo fuera un videojuego, México sería el nivel experto”, esto, aludiendo a los gigantescos retos que enfrentamos por la falta de orden, de seguridad y de instituciones efectivas -entre muchas otras cosas- y que, a pesar de este contexto, un mexicano puede ser exitoso a nivel local, continental o mundial. Se muestran un sinfín de brillantes casos.
El video me conmovió y, además, lo considero certero. No obstante, me parece que omite señalar una causa fundamental de ese fenómeno social: el victimismo. La definición de la Real Academia Española (RAE), dice de ello: “Tendencia a considerarse víctima o hacerse pasar por tal”. Debo enfatizar la parte final, “o hacerse pasar como tal”. En coaching o psicología se hace referencia a esta actitud como un obstáculo que le impide a una persona, en su propia visión, afrontar su responsabilidad en hechos o eventos, manifestándose como una víctima de otros y/o de las circunstancias, con poco o ningún poder para cambiar o resolver las situaciones.
Tristemente, me parece que en México ese es un comportamiento habitual muy generalizado; en algunos círculos es, incluso, hasta socialmente aceptado. “Todo está en contra”, dicen algunos, como la justificación de ni siquiera intentar salir de una situación adversa. El video no lo señala, pero me atrevo a afirmar que todos y cada uno de aquellos quienes con su éxito destacan entre la multitud, comparten una visión contrastante.
No son víctimas. Se enfocan en los logros que desean alcanzar y en los métodos para lograrlo. Hacen lo que es necesario. Tienen un concepto muy claro de las consecuencias, tanto de las positivas como de las negativas. Saben que el resultado de estudiar, es aprender. Saben que el fruto de la repetición, es un incremento en la destreza. Saben también que la secuela de la ignorancia lleva a la víctima (convertirse en víctima).
Tener conciencia de cómo funcionan las consecuencias de los actos y las acciones suele formar parte de una cultura, usualmente, de éxito. Sólo por darle una etiqueta podríamos usar la de “cultura de la responsabilidad”, para compararla contra “la cultura del victimismo”, ya brevemente descrita.
Para concluir con esta fase descriptiva y pasar a la reflexión, sólo agregaré un concepto más: el castigo. El castigo es también una figura muy recurrente en la “cultura del victimismo”, donde la víctima sufre sanciones, de manera recurrente, que más o menos arbitrariamente le impone un poderoso, el universo, la diosa fortuna o una larga lista de autoridades superiores; eso son los castigos.
Mi siempre apreciado y único lector, acéptase el intento que hago en muy pocas líneas para describir mentalidades y comportamientos contrastantes, con toda la insuficiencia e imperfección que ello puede conllevar. En realidad, quiero apalancarme de lo anterior, para hablar de un tema que nos aqueja con cierta frecuencia en nuestro sector asegurador. En las siguientes líneas hago un breve, pero bien intencionado intento por explicarlo.
A diferencia de otros sectores de negocio, en la industria aseguradora el crecimiento no es un sinónimo inequívoco de rentabilidad. Disfruté hace poco de una buena película que cuenta la historia de Blackberry, aquel dispositivo que por un momento fue el sinónimo de comunicación celular y de negocios en un solo aparato. Crecer sinfín era la meta. Crecer rápido y dominar el mercado era la máxima. No importaba a quién ni a dónde. Colocar más dispositivos indiscriminadamente era el equivalente del triunfo empresarial.
Típicamente enfrentamos un desafío distinto en el sector asegurador. Lo aprendí como Director Técnico. Deseamos crecer y mucho, pero en los mejores riesgos. El verdadero ideal en la suscripción es contar con los buenos riesgos y, a la vez, expulsar a los malos o al menos cobrarles una prima que compense las pérdidas que pueden implicar estos.
Como ingeniero, siempre he imaginado la suscripción como un proceso en el que se debe profundizar en las causas que generan las consecuencias, tanto favorables como desfavorables, ambas asociadas a un riesgo o a un tipo de éste. Lo miro como un proceso continuo y continuado de aprendizaje que generará expertise.
Lo mismo ocurriría con la gestión y la atención de los siniestros.
Y traigo todo esto a colación por el candente tema de Equipo Pesado y, en especial, por la salida de dos aseguradoras de ese nicho y la posible salida de otras más en el futuro próximo.
Si lo miramos causalmente, a detalle profundo y específico, claramente nos daremos cuenta que el Equipo Pesado y el Transporte de Mercancías sólo comparten con los Automóviles el uso de los neumáticos, aun a pesar de ser parte del mismo ramo. Son riesgos total y completamente diferentes; distintos en su origen, en su desarrollo, en severidad y en frecuencia. Larga es la lista de distingos.
No se interprete esto como un castigo. No lo es. Es consecuencia.
Agentes y aseguradoras menospreciaron las tremendas diferencias que presenta este nicho de negocio y pagaron el precio de ello, lo que los está llevando hoy al abandono.
Concluyo con una afirmación categórica que se irá imponiendo día a día:
Es tiempo de especialistas.
Es tiempo de estudiar, de entender, de investigar.
En Seguros no se puede crecer como meta indiscutible. Debe hacerse con seriedad y responsabilidad, y debemos ejercerla todos los jugadores involucrados, instituciones aseguradoras, intermediarios, proveedores de tecnología, de suministros y hasta los propios clientes.