La inflación es el incremento en el nivel de precios en un periodo de tiempo. Los números cuentan una inflación de 7.82 por ciento en 2022 y de 5.06 a junio de 2023 en México.
La inflación en México, como en muchos otros países, se calcula seleccionando diferentes productos y servicios de uso generalizado, agrupados en una “canasta básica”.
Esa canasta incluye granos básicos como maíz, frijol, avena, arroz y café; carne de res, pescado, huevos, leche y sus derivados; productos de higiene personal, como papel higiénico y pañales desechables; productos farmaceúticos como agua oxigenada, banditas adhesivas, algodón, e incluso condones; productos de limpieza como detergente y jabón; y frutas y verduras.
Para calcular la inflación, se comparan los precios de los productos incluidos en la canasta básica en dos momentos diferentes del tiempo y se calcula el incremento sufrido por toda la canasta.
Existe también lo que se conoce como inflación subyacente la cual es una medida similar a la inflación pero excluyendo de la canasta los bienes y servicios con precios más volátiles: energía y alimentos. Recordemos los fuertes incrementos estacionales sufridos por el limón y el aguacate el año pasado, así como los numerosos memes al respecto, con camiones de seguridad transportando un cargamento de limones para evitar el robo de bienes tan valiosos.
¿Por qué suben los precios?
De acuerdo con la teoría económica, el aumento generalizado y sostenido del nivel de precios obedece al desequilibrio entre la oferta y la demanda. Si un productor percibe una mayor demanda por su producto, inicialmente ofrecerá una mayor cantidad al mercado; pero, si la mayor demanda persiste, rebasando su capacidad productiva, o él percibe la mayor demanda como un fenómeno generalizado que afecta a todos los bienes y servicios, optará por aumentar el precio del suyo.
Aquí entra toda la teoría sobre las distintas estructuras de mercado que existen, las opciones de los productores para obtener el mayor beneficio y demás; pero no nos referiremos a eso en este momento. Nos quedamos con la respuesta de los productores a un aumento generalizado de la demanda por bienes y servicios en una economía: incremento en el nivel de precios, lo cual definimos como inflación.
¿A quién afecta más la inflación?
Nuevamente, se aplica el principio de que al perro más flaco se le cargan las pulgas. Los sueldos persiguen a la inflación, y no al revés. Los precios aumentan rápidamente, y los salarios los siguen, pero más lentamente y en muchas ocasiones con rezago: la inflación aumenta el 10 por ciento, y los salarios sólo un 7 por ciento. Eso provoca una pérdida de poder adquisitivo por parte del consumidor o, en otras palabras, el dinero vale menos y por lo tanto compra menos. Quienes tienen activos, como las empresas o las personas más ricas, se defienden mejor de la inflación: aumentan los precios de todos los bienes, incluida la casa, el terreno o la maquinaria de quienes tienen más. Quienes viven al día no tienen otro remedio que echarle más agua a los frijoles.
Los ricos también lloran, como Verónica Castro nos ilustró hace años, pero existe otra inflación que afecta principalmente a las clases medias y, dentro de ellas, a las personas de mayor edad. ¿Quién es este villano? Adivinaron: la inflación médica, causa de que la tarifa de Gastos Médicos se haya incrementado alrededor del 25 por ciento anual en los dos últimos años.
Este año, de acuerdo con la circular emitida por una aseguradora que opera el ramo, el incremento “sólo” será del 12 por ciento, a pesar de que la inflación médica privada fue del 16 por ciento.
La circular no tiene desperdicio; su subtexto es muy divertido.
Dice la circular:
“La inflación médica fue del 16 por ciento, pero la tarifa sólo aumentará, en promedio, 12 por ciento”. Eso sí, si usted va a renovar su póliza, el incremento promedio será del 15 por ciento, pero el 90 por ciento de las pólizas tendrán un incremento menor al 16 por ciento (o sea ¿mayor al promedio pero no tanto?); aunque el incremento puede llegar al 23 por ciento. Salimos de Ciudad de México rumbo a Cuernavaca, pero vía Morelia, después a Zihuatanejo, a Acapulco, y finalmente llegamos a la ciudad de la eterna primavera, cansados y confundidos.
Es muy claro que a la compañía de seguros le da pena llamar las cosas por su nombre. No me extraña. Si una persona de 64 años insiste en seguir comprando una póliza de Gastos Médicos después de ver cómo la prima se ha duplicado en un período de tres años, lo menos que ese leal asegurado merece es una disculpa. Claro, a menos que ya esté enfermo, en cuyo caso la aseguradora cobrará más prima, pero la devolverá, junto a muchos pesos más, en los próximos años.
Lo que dice el subtexto es: Me veo obligado a aumentar la tarifa porque los médicos y los hospitales están cobrando más. Aumentaré por lo tanto el 10 por ciento a los honorarios médicos y quirúrgicos y el 20 por ciento a la atención hospitalaria. Es un factor externo. La tarifa de las personas de más edad aumentará en mayor proporción.
La circular incluye tres ejemplos: familia de cuatro, con padre de 36, madre de 32, hijo de 8 e hija de 4; familia de cuatro, con padre de 46, madre de 40, hija de 20 e hijo de 18; y finalmente familia de dos, con esposo de 64 y esposa de 64 años también. Las primas serán de 115,064 para la familia joven, 136,122 para la familia de mediana edad y 224,767 pesos para los dos viejos.
Evidentemente, la aseguradora no está muy preocupada por el factor de antiselección en el caso de la pareja de mayor edad. El razonamiento puede ser que se vayan todos los que no puedan pagar la prima (la mayoría), y esperemos que los ancianos que se quedan con nosotros porque ya están enfermos mueran pronto. Tal vez el razonamiento sea diferente, pero no se me ocurre cuál pueda ser.
¿Son las aseguradoras juguetes de los hospitales y los médicos?
Difícil de creer. Tal vez el número de personas que adquiere un seguro de Gastos Médicos sea pequeño en relación con el total (y disminuyendo), pero contemplar el sacrificio de la gallina de los huevos de oro en la piedra de “o la bebes o la derramas” parece un suicidio ritual incomprensible, cuando el poder adquisitivo del conjunto de aseguradoras es elevado.
El sector es un comprador muy grande. ¿Por qué se limita a observar y a calificar la inflación del sector médico privado como un factor externo, como si se tratara de la rotación de la Tierra sobre su eje cada 24 horas sobre el cual no puede hacerse nada?
Debe haber alternativas para evitar la escalada de precios que puede condenar al seguro de Gastos Médicos a un nicho muy pequeño de gente muy muy adversa al riesgo, muy rica, muy indiferente o muy enferma. Tal vez se podría clasificar a los asegurados para diferenciar condiciones, idear formas de cooperación y participación de la mutualidad asegurada en el control del riesgo o esquemas de aseguramiento con retenciones mayores y diferenciadas.
Al final, es modificar la inercia o rendirse a sus efectos. No se ve otro panorama.
El correo electrónico de Antonio Contreras es acontrerasberumen@hotmail.com