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Con la vara que midamos…

genuario@elasegurador.com.mx
@GenuarioRojas
Vivir seguros
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Por: Genuario Rojas

genuario@elasegurador.com.mx

Con frecuencia, a muchos nos da por juzgar sin considerar que, más temprano que tarde, con la misma vara que midamos a los demás nos medirán a  nosotros, lo que se aplica no solo a la persona que nos presenta una propuesta sino también a lo que esa persona propone.

No nos referiremos en esta entrega a la frase relacionada con el uso de la vara de medir desde el sentido bíblico de su origen, sino a algo más cercano y práctico que se registra cuando se está en un escenario que conduce a tomar una decisión para concretar un acuerdo.

Ya tener que decidir aceptar o rechazar una oferta tiene sus particularidades, pero éstas cobran otra dimensión cuando nuestro papel es simplemente escuchar, preguntar, observar, para después expresar consideraciones que nos han sido solicitadas para apoyar la decisión que tomarán otros.

Cuando uno es  quien decidirá  aceptar o rechazar, sabe, o debe saber, que un acuerdo tendrá determinadas consecuencias si las cosas ocurren como se previó que sucedieran. ¿Qué pasará, sin embargo, si el acuerdo es fallido y sus efectos no se dan conforme a lo esperado?

Hace poco recibí una invitación para participar en una reunión en la que se presentaría  una propuesta, como apunté líneas  tras. Me llamaron  con el fin de escuchar, preguntar, observar, para luego expresar simplemente mis consideraciones sobre el tema, opiniones que no han sido más que eso.

Un punto que se debe  observar es que, en este caso, yo no elegí a quien presentaría la propuesta y tampoco tenía claro en qué consistiría ésta.   En la vida cotidiana, personal y de negocios, uno sí puede elegir aceptar o rechazar una reunión solicitada si la persona no pasa por el tamiz correspondiente.

Para mí, un primer signo    era  que me hubieran  invitado a una reunión semejante. Así que, en primer lugar, sabía que habría que hacer la tarea para ofrecer mis consideraciones, que no recomendaciones, con la finalidad de que aquellos que me invitaron tuvieran a la mano una idea desde otra perspectiva.

Así que comenzó la reunión y escuché la propuesta. ¿Se alinea esa propuesta al propósito de la organización que representaba la otra parte? ¿Por qué la parte que proponía había elegido a la otra? ¿Qué pasaría si la propuesta era aceptada  y qué si no lo fuera? ¿Qué clase de garantías habría que poner sobre la mesa?

A las preguntas anteriores  se unieron otras con miras a profundizar, de modo que fuera la voluntad de ganar y no el temor a perder el que condujera a la parte correspondiente a evaluar la conveniencia o la inconveniencia de aceptar o de rechazar la propuesta, tanto por el eje de la propuesta como por los proponentes.

Cupo aquí, de nuevo, la puesta en práctica de observaciones a partir de los factores críticos ya compartidos en distintas ocasiones: ¿el historial de los proponentes habla de lealtad y todo lo que ello conlleva? ¿Son  confiables? ¿Saben hacer aquello que se supone que sustenta su propuesta?

Otros factores que también cuentan son éstos: ¿qué tan persistentes han sido en sus proyectos anteriores? ¿Qué tan dispuestos han sido como para ir más allá de lo acordado implícita o tácitamente en otros acuerdos? ¿Qué actitud tienen ante los tropiezos y de qué tamaño es su convicción?

No quiero que se entienda que, si un proponente no pasa un filtro relacionado con la naturaleza de las preguntas y respuestas, una propuesta debe rechazarse;   pero ni duda cabe de que, si esa propuesta se acepta,     habrá que trabajar en el tema de las garantías apoyados por los especialistas adecuados.

Tampoco dejo de lado el hecho de que, dependiendo de las consecuencias que un proyecto fallido tenga sobre nosotros    —como podría ser el riesgo reputacional—,    hasta pueda apostarse por  aceptar una propuesta desde una perspectiva de aventura empresarial enfocada en  ganar, aunque dispuesta a perder si fuera el caso.

Propuestas de todo tipo se dan todos los días, en todos los aspectos de la vida, y no es nada difícil meternos en problemas por aceptar o rechazar sin reflexionarlo de manera adecuada. Estamos tomando decisiones a cada momento que muchas veces no se piensan  correctamente.

Muchos de los acuerdos son con uno mismo, con la familia, con la empresa, con la comunidad. Es claro que, si las cosas no están como quisiéramos en esos terrenos de la vida, hemos estado dejando al margen importantes consideraciones que pudieron haber evitado algunos problemas que enfrentamos.

A veces, los acuerdos se piensan  en el ámbito de los negocios. Nos olvidamos de acuerdos básicos que comienzan con los que tenemos que hacer con nosotros mismos, con el cónyuge, con los hijos, con todos aquellos con los que nos relacionamos. Los dichos son contundentes: “Dime con quién te juntas y te diré quién eres” o “El que con lobos anda  a aullar se enseña”.

A veces, hay frases más lapidarias al respecto. Una relacionada con las apuntadas en el párrafo precedente  ilustra la conveniencia de estar listo para tomar mejores decisiones y aceptar o rechazar con mayor conciencia acuerdos de toda naturaleza. Me reservo el nombre de quien me la compartió.

Dice así: “Si te juntas con cuatro chingones, serás el quinto chingón”; pero, “si te juntas con cuatro pendejos, serás el quinto pendejo”. Y no nos asustemos al usar estas palabras. El Diccionario de mexicanismos, “propios y compartidos”, de la Academia Mexicana de la Lengua, las  contiene, y es muy ilustrativo,    incluyendo ejemplos.

Uno de ellos se refiere al  vocablo pendejo, que bien puede aplicar, espero que no siempre, el corrector de estilo que nos ayuda a que los textos sean mejores. Dice literalmente el ejemplo: “Hizo su parte de trabajo a lo pendejo, por eso lo estoy corrigiendo yo”, lo que bien puede suceder, como también   dice el diccionario, “por andar en la pendeja”.

Hagamos que rechazar o aceptar sea algo más consciente. Lo cierto es que con la vara que midamos también nos medirán a nosotros.             

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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