Search
Close this search box.

La tormenta acecha

Charlemos seguros
Picture of Por: Hugo Silva

Por: Hugo Silva

Hemos estado viendo la manera insensata, por decir lo menos, con que los encargados de hacerlo, manejan los recursos de todos. El dispendio de las contribuciones es evidente, hasta para el más cerrado de la mente. Clientelismo forjado al refinado estilo de los años setentas, creando pobres para después mitigar sus necesidades más básicas con el compromiso de no faltar al acarreo y, por supuesto, de no olvidar el favor al acudir a las urnas.

¿Por qué hablar de insensatez? Porque el panorama en nuestra endeble economía doméstica es sombrío, motivado en gran medida por el desprestigio e incertidumbre generados por decisiones que alejan la inyección de recursos frescos que no solo alimentan el entramado de arterías de este cuerpo llamado “Aparato Productivo del País”, sino lo revitalizan con base en la creación de nuevos empleos formales, que a su vez generan contribuciones adicionales en beneficio del erario, es decir, de todos, creando un círculo virtuoso.

Y es que la actual administración, con esa macabra dualidad -comparable al Dr. Jekyll y Mr. Hyde- con que conduce la política nacional, atenta contra principios básicos que además enarbola. Señala en sus sitios en la red, por ejemplo, que “La inversión extranjera Directa (IED) es aquella que tiene como propósito crear un vínculo duradero con fines económicos y empresariales de largo plazo, por parte de un inversionista extranjero en el país receptor”.

Es el caso que la propia administración, un día y otro también, envía señales que orientan al desdén hacia toda forma de vínculos duraderos y de largo plazo con inversionistas extranjeros. Solo como ejemplo, está la tenencia de bonos del malogrado Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM) por más de 1,000 millones de dólares estadounidenses provenientes de un grupo representado por la firma de abogados Hogan Lovells, los cuales migraron a nuevos destinos y proyectos, como Panamá, con un aeropuerto recién inaugurado que, en su momento, competía con el proyecto mexicano y el brasileño en Sao Paulo.

Si bien perdemos en la señalada captación de recursos, un efecto adicional y convergente es el rezago en competitividad. Respaldo el dicho con base en los resultados publicados por el IMCO en el artículo “Índice de Competitividad Internacional 2022”, que en resumen señala que nuestro país “…mantuvo su posición en el ranking, ocupa el lugar 37 desde la edición 2021, y está dentro del nivel de competitividad baja”.  “… En Economía tuvo el mayor retroceso, con una caída de siete posiciones, y en el subíndice de Derecho cayó dos lugares” . 

Echemos las campanas al vuelo. Somos el país número 37 de 43 evaluados, muy lejos de Dinamarca (a quien supuestamente empataríamos en sistemas de salud), Noruega, Suiza, Suecia, Países Bajos, Corea del Sur, por citar algunos, y solo por arriba de Brasil, Argentina, Sudáfrica, India, Guatemala y Nigeria…. ¡Acabáramos!

Ahora bien, si estamos mal en captación de inversión extranjera directa, estamos peor en recaudación. Solo 4 de cada 10 mexicanos laboran en esquemas formales, es decir, el equivalente a 26 millones de trabajadores respecto de 32.4 millones que lo hacen en condiciones de informalidad.

Cabe aclarar que desempeñarse en este segmento no implica y no debe interpretarse como ilícito. Se refiere, por ejemplo, a quienes se autoemplean, tales como trabajadores agrícolas y similares, que entre otras cosas pueden no contar con seguridad social.

Y caemos nuevamente al círculo vicioso citando a la maestra Norma Samaniego, “La economía informal genera precariedad, pobreza y muy baja productividad”, y hace un recuento de consecuencias asociadas a este fenómeno destacando una que, a mi parecer, encaja perfectamente en este ejercicio: “La exclusión voluntaria del marco normativo que regula la economía formal”

No es poca cosa lo anterior atendiendo que la aportación de la economía informal al Producto Interno Bruto (PIB) oscila en el 30 por ciento, e impacta en proporción geométrica al sector público que, de una u otra forma, tiene que abastecer la demanda que requiere esta porción de la población económica e informalmente activa.

Pero, además, caemos en la denominada “Trampa de la informalidad” implicando baja recaudación, generando incremento en la tasa a cubrir por los contribuyentes cautivos quienes, al final de la cadena, son el hilo que se rompe por lo más delgado.

La guillotina de la extensión en caracteres me obliga a dejar en este punto la columna, misma que retomaré en mi siguiente entrega. 

¡Te lo aseguro!

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

Califica este artículo

Calificación promedio 0 / 5. Totales 0

Se él primero en calificar este artículo