Gracias a la vocación empresarial de quien encabeza una promotoría de agentes de seguros, sigo un programa con un grupo de ellos a partir del concepto Mastermind o Mente Maestra, el cual está alejado de los propósitos que se ofrecen como remedios milagrosos, a una velocidad acorde con los tiempos, tratando de cambiar los resultados sin modificar las causas que los producen ni la mente de quienes, poniendo en juego su fuerza de voluntad, permiten que ocurran.
Esa vocación empresarial considera, como lo apuntó Hermes Trismegisto en El Kybalión, que como es adentro es afuera, conocido como ley o principio de correspondencia, que clama por un cambio de paradigmas que no admite mejoras superficiales rápidas que, si bien arrojan resultados que pueden parecer buenos, no son duraderos, en la medida en que, como sostiene James Allen en su obra titulada Así como el hombre piensa así es su vida, invita a realizar cambios de fondo.
Ante un inminente 2023, los ejercicios de establecimiento de objetivos y metas, basados o no a partir de una misión, una visión y una filosofía que sustente los anhelos, son una práctica común y corriente en estos días; aunque, si quienes han de trabajar los planes son otros, y no participan en su diseño, los conocerán en los primeros días, semanas y hasta meses del año próximo, lo que coloca a estos últimos en un plano de recibir las órdenes de un comando, y no como fruto de la persuasión.
Insistiré siempre en que las personas necesitamos más inspiración que zanahorias para trabajar y lograr metas propias o ajenas, aunque esas consecuencias o ganancias son necesarias y justas al contribuir a la conquista de objetivos de las organizaciones a las cuales servimos, a los clientes que atraemos y ayudamos a conservar para generar compras repetitivas y generación de referidos, prospectos que son, en el caso de los agentes, una clave para su éxito.
Estamos a unas cuantas semanas de que 2022 concluya, un año durante el cual ha habido retornos a lo presencial en muchos sentidos pero que ha traído y mantenido consigo ciertas reservas en muchas personas que, a pesar de haber visto reducido el logro de sus metas, añoran el trabajo a distancia al registrar una contracción en las actividades que, en el pasado, antes de la pandemia, les hicieron posible cumplir sus propósitos en operaciones cara a cara con clientes y prospectos.
Las dificultades que algunos agentes, que algunas personas, enfrentamos para fijarnos metas para el ejercicio 2023 y más allá no parecen tener como fuente la falta de conocimiento, habilidades o experiencia, sino los paradigmas que necesitamos romper asumiendo la responsabilidad plena de generar los recursos encaminados a estar en condiciones de crecer y desarrollarnos en el estilo de vida que nosotros deseemos, y no en el que otros nos vendan para su beneficio.
¿Alcanzará lo que hemos venido haciendo hasta ahora para vivir en 2023 el estilo de vida que nos hemos propuesto, o habrá que introducir modificaciones? Tanto si la respuesta es sí como si es no, es claro que corresponde a cada uno de nosotros determinar lo que haremos, aun considerando los objetivos de las organizaciones para las cuales prestamos nuestros servicios, pues un compromiso superior solo puede alcanzarse si tenemos claro lo que deseamos y sus consecuencias.
Imprimirle claridad a lo que deseamos conquistar es fundamental porque solo así sabremos lo que se requiere para lograrlo y, sobre todo, podremos examinar si estamos dispuestos a poner en juego nuestra voluntad para ejecutar todas las acciones que demanda alcanzar nuestros propósitos. Vaya que es preciso vendernos bien la idea para actuar un día sí y otro también perseverando, a pesar de que en ocasiones nos enfrentemos a los tropiezos naturales que nos ponen a prueba.
¿Se trata de algo fácil? Probablemente no. En primer lugar, puede ocurrir porque definir lo que en verdad queremos no resulta sencillo al brincar de una idea a otra, definida o no, sin acabar de decidir entrar en acción. Identificar, definir y concretar metas no es un proceso que todo el mundo quiera ejecutar. Con frecuencia es más simple dejarnos arrastrar por los sueños de otros, antes que someterse a un ejercicio voluntario para establecer y trabajar los sueños propios.
Cobra fuerza lo que Napoleon Hill incorporó en su obra Piense y hágase rico —considerando la riqueza no solo en dinero, sino desde otras perspectivas valiosas-, con relación a los fantasmas del temor que suelen frenarnos en el proceso de vivir la vida que queremos. Parte el autor del hecho de que, si bien son fantasmas que nosotros creamos, son producto de la imaginación, aunque nos afectan, y mucho, si no los dominamos.
Las advertencias son contundentes: suele pasar que no nos decidimos a arrancar un proyecto porque la duda, la indecisión y el temor terminan creando una trilogía que el autor cuasi infernal que nos paraliza, a pesar de que el estilo de vida que deseamos lo justifica y podemos hacer, y muy bien, todo aquello que se necesita para generar los recursos que lo hacen posible. Disfrutar todos y cada uno de los días que vivimos aplicando un método de 13 pasos probadamente eficaces de seguimiento semanal es una buena opción.
Cambiemos lo de adentro y cambiaremos lo de afuera. Pese a todos los obstáculos que el entorno nos presente, disfrutaremos cada vez más cada amanecer, cada día que vivamos. Identifiquemos, definamos y concretemos nuestros sueños, en el entendido de que no todas las semillas germinan ni florecen de la noche a la mañana.