Eran ya centenarias las obras de Julio Verne cuando leí algunas de ellas. Jules Gabriel Verne, su nombre real, hizo que yo viajara por espacios desconocidos gracias a títulos como Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, Veinte mil leguas de viaje submarino, Cinco semanas en globo o La vuelta al mundo en 80 días. Asistir a la Cumbre Iberoamericana de La Alianza del Seguro, efectuada el 20 de octubre de 2022, me hizo sentir por momentos esa curiosidad que sentí en mis primeros años de vida.
Y es que el hecho de asomarse un rato deliberadamente al futuro exige ciertas condiciones, sobre todo para desprenderse de lo cotidiano, de las creencias limitantes, incluso de la soberbia que nos embarga al pensar que uno ya se las sabe, como vulgarmente se dice, de todas, todas. Es preciso abrir la mente a todas las posibilidades, en especial cuando, durante una presentación en verdad fascinante, uno podía ver, conocer cómo ir de la Tierra a la Luna, que es ya cosa de seis días: tres de ida y tres de regreso.
Recuerdo cómo, ya a finales del siglo pasado, leía vorazmente La tercera ola, El shock del futuro y, más recientemente, La revolución de la riqueza, libros en los cuales Alvin Toffler nos habla de futuros más cercanos que han provocado soluciones emanadas de mujeres y hombres que echaron a volar la imaginación. Imaginar el futuro y diseñar respuestas son actividades que no todos realizan, avasallados como estamos por la velocidad con la cual suceden las cosas y conducidos a una zona de reacciones precipitadas frente a lo urgente, sea esto importante o no.
La Alianza del Seguro puso su atención en temas como crisis climática, longevidad, tecnología, talento, equidad de género y diversidad con la idea de poner sobre la mesa el papel que el seguro puede o debe desempeñar en la agenda 2030 dictada por la ONU (Organización de las Naciones Unidas); aunque hubo conferencistas que extendieron el plazo y compartieron lo que avizoran en el porvenir cercano, lo cual plantea un reto a la imaginación, sobre todo para una industria como la del seguro, que, si bien emplea tan a menudo las proyecciones a futuro que parece que llevara tal tiempo marcado en el DNA, lo usa particularmente para estar en posición de responder a obligaciones de largo plazo.
La advertencia que se lanzó al inicio de la jornada se orientó a señalar que difícilmente se trataba de una reunión encaminada a encontrar respuestas. Más bien se trataba de plantear preguntas que despertaran en las personas y en las organizaciones la intención de explorar cada idea más a fondo para diseñar luego las soluciones que en cada ámbito se requieran. Se habló con énfasis de algo que podría desmoralizar a más de uno: la necesidad de que, en ese proceso, trabajen juntos gobiernos, iniciativa privada y sociedad.
Por supuesto que hay algunos temas en los cuales ya se trabaja, aunque se da por sentado que el pasado no necesariamente servirá de base para resolver problemas que emanen de un futuro lleno de incertidumbre. Para empezar, la tecnología ha provocado cambios que no siempre resulta sencillo analizar; si bien es precisamente todo este arsenal de adelantos técnicos y científicos lo que puede conducir a explorar con mayor precisión algunos problemas y desarrollar productos y servicios que aumenten la posibilidad de administrar los riesgos futuros con efectividad.
En su edición del 31 de octubre, El Asegurador reportará lo dicho en cada uno de los temas citando a quienes los trataron. La segunda Cumbre Iberoamericana de La Alianza del Seguro contó, claro está, con la comprometida participación de Norma Alicia Rosas Rodríguez, directora general de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS). El presidente de este organismo, Juan Patricio Riveroll Sánchez, participó en la inauguración, lo mismo que Carlos Olascoaga Villanueva, socio de Génesis Latam Consulting.
Por lo pronto, y para compartir ideas en esta entrega, me quedo con el tema denominado Cómo se afronta el éxito de la longevidad, que expuso Antonio Huertas a partir del libro que escribió al alimón con Iñaki Ortega titulado La revolución de las canas. Parte la obra de lo que ha venido sucediendo y está sucediendo. Sin embargo, su gran aportación es convidar a imaginar escenarios que deberán intensificar los deseos que se tengan para crear soluciones que hagan que los que peinan canas no solo vivan más, sino mejor.
En el libro mencionado, los autores profundizan en las características que podría tener la longevidad y desarrollan escenarios que a primera vista conducen a conclusiones catastrofistas; aunque, por otro lado, permiten formarse una visión plena de oportunidades para múltiples profesiones actuales y futuras, así como para empresas e industrias que deberán considerar el gran valor que tendrá para la sociedad toda la presencia de gente longeva y preparada capaz de incidir, por ejemplo, en la economía.
Hoy en día, la esperanza de vida se ha convertido ya en una presión para las pensiones, que se colocan en condiciones de agotarse, con todo lo que algo semejante conlleva. Vivir más agudizará algunos problemas, en especial si las personas no llegan saludables a la edad de jubilación. Aun arribando con salud a esa etapa de la vida, en el caso de los hombres se estima que en el 50 por ciento de los años adicionales se podrían padecer enfermedades. En el caso de las mujeres, este indicador se ubica en 40 por ciento. Y esto es apenas un ángulo del problema del envejecimiento de amplios segmentos de la población que primará en este siglo, fenómeno que algunos autores han denominado el tsunami gris.
Lo cierto es que la longevidad incorpora demandas diversas que hay que buscar resolver. La salud es solo uno de los aspectos. Pero habrá que añadir movilidad, vivienda, comunicaciones… En algunos temas se tratará solo de realizar modificaciones a lo que ya existe. No obstante, en otros casos hay que crear soluciones que moverán la economía y, claro, podrán derivar en una calidad de vida mejor para la gente de edad avanzada, que podría vivir más saludablemente y mucho más tiempo.
De paso se ha dicho que, habida cuenta de que las personas vivirán más tiempo, será común que, por ejemplo, pocos años antes de la jubilación, del retiro, puedan estudiar nuevas carreras, especialidades, maestrías, doctorados… para estar en posibilidades de seguir trabajando y generar el dinero y los recursos que necesitarán para los años adicionales que vivirán, lo que les brindará la oportunidad de trabajar más horas; es decir, será gente no solo con conocimientos relevantes, sino además con una gran experiencia.
La industria del seguro tendrá que explorar qué soluciones puede otorgar a las necesidades de la gente longeva, y al mismo tiempo deberá anticipar alguna clase de productos y servicios para quienes todavía no llegan a esa situación. Es cierto que ya maneja seguros de pensiones y seguros de retiro, pero eso sin duda será insuficiente.
¿Por qué, por ejemplo, no se lanza al mercado un seguro educacional para adultos?
Sin duda, hay más oportunidades para las empresas de la industria del seguro dentro de las nuevas circunstancias sociales derivadas de los múltiples cambios que en las esferas sanitaria, demográfica, educativa, laboral, científica, técnica y alimentaria vive hoy la población del mundo entero. Y sería bueno que se aprovecharan tales oportunidades porque, al hacerlo, al mismo tiempo se aporta a la sociedad, más allá de los meros intereses financieros de estas compañías.
Hay tareas que van más allá de lo inmediato.