Es muy común escuchar o leer que dos cabezas piensan mejor que una; e incluso que, si esas cabezas son más, todas juntas pensarán mucho mejor. Es en algo tan simple como eso en lo que se sustenta el concepto Mastermind o Mente Maestra, que nace o se genera precisamente cuando dos o más personas se reúnen en un clima de armonía en busca de lograr un propósito o deseo definitivo, sea éste grupal o individual.
Según mi experiencia en la facilitación de grupos, la armonía dentro de un conjunto de individuos es fundamental, sobre todo porque las sesiones programadas están encaminadas a que juntos construyamos escenarios que permitan que todos y cada uno de los participantes avancen hacia su cometido por medio del conocimiento de nuevos caminos o enriqueciendo los que ya recorren con las ideas de todos.
El mero hecho de que dos mentes puedan reunirse en un clima de armonía para sumar ideas constructivas, y hasta para multiplicarlas a fin de alcanzar los resultados deseados, propicia que cada una de las personas involucradas pueda ir construyendo de manera autónoma y libre lo que precisa para conseguir lo que se propone.
Lo anterior es radicalmente diferente de la práctica de encontrarse uno periódicamente con los demás para debatir y, más que con armonía, presentar rutas que se suponen infalibles, lo cual refleja soberbia, cuando, por el contrario, se trata de ir poniendo un ladrillo sobre el otro para conseguir lo que se anhela.
Cuando los grupos son integrados por más de dos personas (el promedio ideal es de siete participantes —personas que, hay que decirlo, dejarán fuera del recinto (ya virtual, ya presencial) títulos, posiciones jerárquicas o cualesquiera otras investiduras—) que acuden con mente abierta, aflora la sabiduría natural que cada uno de los integrantes lleva consigo. Se dan cuenta entonces de que ya tienen las soluciones para muchos de los obstáculos que enfrentan y que los habían detenido hasta ese momento.
Hay personas que tienen poca claridad acerca del funcionamiento de los grupos de Mastermind. La realidad es que éstos no son ni una clase ni un taller. Tampoco se trata de coaching grupal. Más aún, están lejos de promover alianzas de negocios o algo así. Son simplemente sesiones, sí, que abren la oportunidad de aprender de las experiencias de los otros, de los consejos de los demás, e incluso de sus desafíos, fracasos y, por supuesto, éxitos.
Aunque los resultados que aquí se pueden alcanzar son mágicos, sin más (y deliberadamente hemos escogido esta palabra, mágicos), no se trata de la clase de magia que algunos pretenden encontrar en el sentido de que solo con escuchar historias de perseverancia y éxito los resultados saltarán a la vista, de la noche a la mañana. No. Se trata más bien de la magia que se genera con la definición clara y precisa de lo que se desea lograr y la puesta en marcha, comprometida, de acciones que recibirán un seguimiento puntual que privilegia, sobre todo, la disciplina. A esa magia nos referimos.
Un Mastermind debería durar un mínimo de 12 sesiones semanales. La magia se encuentra en la clase de sesiones que componen este programa, porque, insistimos, no se trata de escuchar una vez y luego olvidar, sino de aplicar una serie de acciones dirigidas a impulsar el logro de un deseo no solo definido, sino definitivo. Uno puede pasarse la vida definiendo deseos sin actuar para lograr el deseo definitivo.
Es muy común que muchos de nosotros saltemos de un deseo a otro, aunque sean deseos definidos, sin enfocarse en uno que sea definitivo, tan definitivo que se vuelva obsesivo y reciba toda nuestra atención para manifestarlo y por supuesto materializarlo. Hoy queremos algo, mañana queremos otra cosa, y así vamos sobrellevando la vida sin comprometernos con la consecución de ese objetivo específico que literalmente nos provoca insomnio. Es decir, perseguimos varios conejos sin poder atrapar ninguno o, lo que es lo mismo, nos quedamos como el perro de las dos tortas.
Si tuviéramos que hablar de magia en el Mastermind, ésta sería la que se crea cuando la energía que envuelve a un grupo es tal que emergen con fuerza las soluciones a todos los obstáculos que cada cual acarreaba y que nublaban su propósito. Estas soluciones surgen avasallando los frenos reales o imaginarios que estaban deteniéndonos. A veces, la solución se encuentra en el mero ordenamiento de lo que se comparte con los demás, simplemente al imprimirle a la idea la claridad necesaria.
Si hubiera que hablar de magia en este método, ésta sería asimismo la que irrumpe cuando se trabaja no en aquello que consideramos tan nuestro y tan dominado que nos mantiene en la zona de confort, sino en el potencial que todos y cada uno tienen y que pueden usar a fin de vencer las resistencias, resistencias que pueden considerarse muy humanas pero que carecen de relevancia o autoridad para definirnos o constreñir el alcance de nuestras facultades, aptitudes y capacidades, algo que podemos expandir si queremos.
Si tuviéramos que hablar de magia dentro de este programa, ésta sería la del seguimiento comprometido de una acción, seguimiento que cobra una dimensión extraordinaria, porque en medio de los tropiezos hay aprendizaje, un aprendizaje cuya puesta en práctica apoyan los demás participantes en un grupo de la naturaleza del Mastermind, y esto hace de un deseo intenso, ardiente y obsesivo un imán para recobrar la fe no solo en lo que hacemos sino en lo que somos.
En resumen, un Mastermind brinda la oportunidad de definir y alcanzar nuestras metas y elevar su altura permitiéndonos afrontar desafíos progresivos con la ayuda de una red de apoyo que se crea con los demás participantes tanto durante las reuniones como fuera de ellas. Esto aumenta la autoconfianza, lo cual se traduce en la mejora no sólo del negocio o de la profesión, sino de la vida personal y de las relaciones que entablamos en el ámbito privado.
La segunda semana de septiembre iniciaré un grupo. ¿Quieres asistir a una sesión informativa durante la primera semana para tener más idea de qué se trata? Mándame un correo a genuario@elasegurador.com.mx para enviarte la liga.