En los años ochenta del siglo pasado, en los sectores asegurador y afianzador existía más de una docena de asociaciones profesionales de distintas especialidades, y debemos decir que esos organismos intermedios nacieron con propósitos tan válidos y valiosos que se hicieron acreedores al reconocimiento y respaldo de las empresas, e incluso de las autoridades.
Hoy, sin embargo, esas entidades pueden contarse con los dedos de una mano. Y esta escasez de asociaciones gremiales y profesionales se ve agravada por el hecho de que algunas de ellas hacen suscitar serias dudas sobre la claridad y trascendencia de su propósito.
Tan alejadas de la política y de la politiquería estaban aquellas asociaciones de antaño que sus respectivos directivos ni siquiera se conocían personalmente, lo que dio pie a que El Asegurador convocara a todos sus presidentes a una reunión en la que el finado Arturo Martí Berenguer habló de la responsabilidad social que debían cumplir tales entidades.
Aquel encuentro de asociaciones orientadas a elevar la calidad profesional de los afiliados propició que el entonces presidente de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), Clemente Cabello, hiciera ver la riqueza que suponía ese entramado de organizaciones que velaban por los intereses de los profesionales vinculados al seguro.
Pasando de las palabras a los hechos, Cabello impulsó la participación de los dirigentes de esas asociaciones en eventos que serían el inicio de un recorrido que culminó en la organización sistemática y celebración de las hoy ya tradicionales convenciones de aseguradores.
Detrás de la creación de un organismo intermedio ha habido, hay, propósitos muy claros, pues sin esa claridad en la identificación de los objetivos tales asociaciones no alcanzan a ver la luz; o, al desvirtuarse ese propósito con el tiempo, se debilitan y mueren.
No puede sobrevivir sanamente un organismo intermedio cuyo propósito se pueda sustituir (como pretensión espuria de algunos miembros o dirigentes) por intereses ajenos a los que le han dado vida, presencia y hasta cierta trascendencia por su aporte a una industria determinada.
Comoquiera que sea, una mayor apertura a la inversión extranjera en las compañías de seguros y de fianzas a finales del siglo pasado arrojó como consecuencia que algunas situaciones en las que se encontraban inmersas estas asociaciones se vieran modificadas. Y en ese proceso algunas de ellas desaparecieron.
Por un lado, hubo especialidades que se convirtieron en comités dentro del organismo cúpula del sector asegurador; y, por el otro, comenzaron a registrarse cambios en la dirección de las empresas, algunas de las cuales apoyaban la existencia de dichas asociaciones.
Con una mayor presencia de capital extranjero, las compañías de seguros y de fianzas comenzaron a sufrir cambios (deposiciones) en los niveles de dirección general, al grado de que surgió la iniciativa de crear un grupo, aunque no como asociación formalmente constituida, que aglutinara a aquellos que estaban saliendo de esos cargos.
Sobre este grupo que funciona bajo la sigla ASEG puede decirse que se creó con el claro propósito de que exdirectores y directores de primer nivel de compañías de seguros, de fianzas y organizaciones relacionadas tuvieran un espacio para “tocar base” y, como se dice vulgarmente, mantenerse en la jugada, estar cerca de los amigos y colegas.
Más tarde, con la Ley de Instituciones de Seguros y de Fianzas, estas personas con experiencia tuvieron la oportunidad de asumir puestos de dirección, de ubicarse en alguna de las posiciones que se abrieron como efecto de las disposiciones legales, entre otras opciones que como profesionales encontraron en el nuevo escenario.
De ahí que insistamos en la necesidad de tener un propósito claro y de ser sensible a él cuando se cree una nueva asociación. Esto resulta relevante porque a partir de esa conciencia es posible establecer planes de trabajo cuya realización impulse el desarrollo de una profesión en particular y de toda una industria en general, como en este caso las del seguro y la fianza.
No es que podamos meter las manos al fuego por la pureza de los manejos del pasado en las asociaciones, pero es evidente la urgencia de revisar los propósitos que dieron origen a aquellas asociaciones para hoy refrendarlos o modificarlos y con ello evitar intereses que puedan influir negativamente o afectar a una especialidad o a todo un sector.
¿Es utópico esperar que haya organismos intermedios de profesionales en seguros, en fianzas o en materias vinculadas a estas industrias que inspiren respeto por hacer valer sus propósitos sin caer en un juego de intereses que debilite sus aportaciones? No lo creemos. Sería lamentable contar con asociaciones que vivan secuestradas y usadas solo para fines particulares.
¿Es romántico esperar la presencia de asociaciones con propósitos gremiales auténticos? Tampoco lo creemos, porque siempre hay personas, a veces personajes señeros, que sueñan con incorporarse a esta clase de organismos y encontrar dentro lo que se les hace ver que hay y son estando fuera.
Si somos miembros de una asociación o de un consejo directivo, ¿conocemos el propósito esencial que esa entidad persigue?, ¿creemos que sus acciones están enfocadas en ese propósito? Saber las respuestas hará que decidamos cambiar o retirarnos, pero vale la pena ser miembros conscientes de ese organismo intermedio o alejarnos de él para no obstaculizar su desarrollo.
Después de todo, cada uno de nosotros tiene, o debería tener, un propósito, y nada sería mejor que hacer coincidir dicho propósito con aquello a lo que entreguemos nuestro tiempo y capacidades, porque es fácil advertir cómo, a veces, las acciones abonan no al crecimiento, consolidación o evolución, sino al debilitamiento y eventual extinción.