La historia de la asistencia vehicular se remonta a los primeros clubes de automóviles europeos a finales del siglo XIX, siendo el “Automobile Club de France” el primero en constituirse en 1895, únicamente 9 años después que Karl Friedrich Benz patentara su “Benz Patent-Motorwagen”, considerado el primer automovil. Posterior a esto, se organizan muchos más clubes en las principales capitales europeas, todos estos, exclusivos, elitistas y solo para varones (por increíble que parezca hasta el día de hoy el Automobile club de Francia solo acepta miembros masculinos).
A principios del siglo XX se constituyen los primeros tres clubes de automóviles en América, la “American Automobile Association” (formada por nueve motor clubes en 1902), el Automóvil Club de México (1903) y el Automóvil Club Argentino (1904).
Todos estos clubes tenían como fin promover los derechos de los automovilistas y, reconociendo que el automovilismo es intrínsecamente peligroso, buscar la seguridad de los autos y en los caminos. Posteriormente con el nacimiento de la FIA (Federación Internacional de Automovilismo) se agrupan para organizar competencias deportivas de diversa índole, como son rallys, pruebas de velocidad y resistencia.
Después de algún tiempo se hace patente la necesidad de ayudar a sus miembros a resolver problemas relacionados con sus vehículos en su vida cotidiana, entre ellos claramente las fallas mecánicas, eléctricas o de cualquier otra índole que dificultara o imposibilitara su circulación.
Durante décadas esa fue la única respuesta a todas estas necesidades por parte de los conductores, y dado que en aquellos tiempos el poseer un automóvil era algo que solo personas de alto nivel económico podían alcanzar, el ser parte de un automóvil club se convirtió en, no solo un símbolo de estatus sino una necesidad práctica.
Con el paso de los años y ante la acelerada penetración de los automóviles en la sociedad, desde la producción en serie del Ford T, que lo hizo asequible a una mayor masa poblacional, hasta el intento de Hitler de producir el “auto del pueblo” (Volkswagen) se generalizó la problemática de todos aquellos que no eran miembros de los clubes y que tenían que recurrir a sus propios medios para resolver esas vicisitudes.
Por muchos años lo usual fue que los conductores aprendiésemos los rudimentos de mecánica en caso de sufrir alguna avería en nuestro auto y en caso de no poder resolver el problema recurrir a la buena voluntad de los demás ya fuera para empujarlo o remolcarlo con otro vehículo particular.
No fue sino hasta la década de los 60, del siglo pasado, que se dio un paso gigante en la oferta de los servicios de asistencia en el camino cuando, con la ayuda de Generali, Pierre Desnos funda Europ Assistance, la primera empresa en ofrecer asistencia a los viajeros y entre estos servicios, la asistencia vehicular, ello como respuesta a una creciente necesidad de los viajeros intereuropeos, quienes, debido al acelerado crecimiento económico de la posguerra y dada la cercanía de las distintas regiones, multiplicaron los viajes por tierra a países con lenguajes y monedas diferentes. A partir de ese momento otras compañías aseguradoras entienden las bondades de estos servicios y se tiene un crecimiento exponencial en los principales países europeos.
Habrían de transcurrir tres decenios para que llegaran dos de los principales exponentes europeos de asistencia a nuestra región, iniciando la era del servicio vial y con ello la creación y desarrollo de una cadena de valor e infraestructura que abordaremos en la siguiente entrega.