Sirva esta colaboración para reflexionar y felicitar a El Asegurador y al comité organizador de la tercera Cumbre Latinoamericana de Innovación en Seguros por un año más de trabajar en un terreno en el que no a todos les complace participar e invertir: el futuro.
Es mucho más fácil y práctico, además de ser lo habitual en las organizaciones y en la sociedad, mantener el ciento por ciento de nuestras energías y recursos en resolver los problemas y retos del presente, e incluso los efectos de las decisiones tomadas en el pasado, pero esta cumbre de innovación nos deja un sabor de boca agradable a todos los que hicimos el esfuerzo y tuvimos el privilegio de asistir. Nos dejó la sensación del trabajo en equipo, la fortuna de convivir con personas maravillosas de nuestra América Latina y algunas lecciones y reflexiones que paso a describir en mi acostumbrado trío de textos en esta entrega.
Lo clásico y lo innovador
Para comenzar, quiero compartir con los lectores la maravillosa sensación que comenzó por la experiencia del recinto que nos acogió durante el evento y que, enclavado en el primer cuadro de Ciudad de México, nos transportó a un México clásico y del pasado, para compartir temas del futuro y del mundo.
La sensación de este edificio que ocupa hoy el Club de Banqueros, con sus patios, salones y ventanales, desde los cuales podíamos observar, oler y escuchar la vida y el “ruido hermoso” (como decía el cantor Neil Diamond) de una ciudad que late, vibra y siente con sus tradiciones y su nuevo entorno.
El sentimiento de combinar pasado, presente y futuro dentro de estas instalaciones fue el marco preciso para valorar la innovación no solo como los sueños de futuro, sino como el continuo que nos presenta el tiempo en su devenir y su vaivén, recordándonos que todo lo que un día un ser humano fue capaz de soñar otro y otros en un futuro serán capaces de volverlo realidad.
Predecir el futuro
Diversos fueron los temas del programa, y todos con un peso y calidad bien estructurados: desde las reflexiones de lo vivido en la pandemia, pasando por temas técnicos y de actualidad, como la economía conductual, el blockchain, las criptomonedas, las nuevas formas de trabajo y, por supuesto, y en apartado especial, los temas de triple impacto, todo se conformó para ampliar el panorama de los participantes.
Tal fue el caso del taller que nos llevó a juntos imaginar el futuro de nuestro sector en 2040, en el que concebimos esa realidad del porvenir por medio de modelos de pensamiento y reflejándolo en la hipotética portada del periódico El Asegurador en su edición del año mencionado.
Exploramos diversos tipos de pensamiento futurista: desde los idealistas, los realistas y los pesimistas; y, dejando atrás apasionamientos y meras imaginerías, nos enfocamos, mediante el trabajo en equipo, en construir escenarios muy interesantes al estar reunidos ahí directores, agentes, funcionarios y proveedores de servicios.
La conclusión fue clara y contundente, y se puede resumir en la ya conocida frase que reza: “El futuro no es lo que va a suceder; es lo que vamos a hacer”.
El futuro empresarial: el triple impacto
La cereza del pastel llegó de la mano de dos expositores clave.
Uno de ellos es Jorge Correa, fundador de EatCloud, empresa de triple impacto (financiero, social y ambiental) que ayuda a mitigar el hambre en su natal Colombia y también en muchas otras partes del mundo por medio de la operación de una plataforma tecnológica y un modelo de negocios que además de rentable financieramente influye en varios de los objetivos de desarrollo sostenible anunciados por la ONU para el 2030 y logra también un alto aporte en los niveles de protección ambiental mediante notables reducciones en materia de transportes y logística que reducen la huella de carbono en el planeta.
Jorge nos descubrió cómo el futuro de las organizaciones está mayormente asegurado si salimos de la visión meramente económica de nuestras empresas para, como afirman algunas organizaciones ya en esta tierra, “dejar de pensar en ser las mejores empresas del mundo para pasar a ser las mejores empresas para el mundo”, por medio de emprendimientos e iniciativas que tengan antes que nada un propósito definido y de beneficio social, una causa.
La otra expositora, reforzando este cierre, fue Juana Ramírez, de Sohin, empresa dedicada al acompañamiento de pacientes con cáncer en todo México, y quien coincidió en enunciar una misma palabra: propósito.
Quiero cerrar esta reflexión con una frase que dijo Juana al referirse a la importancia del propósito en las organizaciones y las personas: “Conozco a muchas personas con recursos, pero muy infelices por no tener un propósito; pero no conozco a una persona con propósito que sea infeliz, aun sin muchos recursos”.
La innovación es y será árida en las empresas mientras no se ligue a un propósito de triple impacto.
Miguel Ángel Arcique Calderón
Es consultor independiente y director de
Capacitación Especializada
Empresa de desarrollo especializada en
“INSPIRAR A PERSONAS Y EMPRESAS A INNOVAR,
CON CONCIENCIA SOCIAL Y AMBIENTAL,
GENERANDO PROSPERIDAD EN NUESTRO MUNDO”
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