La buena noticia es que el sector asegurador mexicano creció 2.7 por ciento en 2021; la mala es que lo hizo gracias al crecimiento de 50 por ciento en Pensiones (el de verdad) y al avance que registró Daños sin Autos (el de mentiritas), de 10.2 por ciento, cuyo incremento se obtuvo gracias a la coyuntura de la emisión bienal de la póliza de Pemex, que da y quita con su peculiar periodo de aseguramiento.
Vida y Autos decrecieron en términos reales, con 4 y 5 por ciento, respectivamente. Accidentes y Enfermedades creció más de 5 por ciento, pero el gozo se va al pozo cuando recordamos el incremento de tarifa de alrededor de 20 por ciento, lo cual quiere decir, como los números cuentan, que menos asegurados soportan el ramalazo de los incrementos ocasionados por alta siniestralidad y generan un crecimiento de primas.
Mayor precio, menos asegurados y una mayor prima emitida. Eso durará mientras el sector duro del aseguramiento de Gastos Médicos soporte los incrementos. ¡Viva la inelasticidad de la demanda que genera crecimiento! (Mientras nos dure, porque no hay mal que dure 100 años ni asegurado obstinado que lo aguante.)
Es sabido que las primas del sector asegurador mexicano tienen un comportamiento procíclico con rezago, lo cual explica el decremento de 2021, provocado por la caída del producto nacional bruto del país en 2020, ocasionada por el doble efecto de pandemia y pejendemia.
¿Están tristes los accionistas de las aseguradoras mexicanas? ¿Será éste el final del romance entre el país y su sector asegurador?
Los activos de todo negocio van desde el edificio donde se encuentran las oficinas centrales hasta el inventario de materia prima y producto terminado. En el caso de una aseguradora, tres cuartas partes de sus activos están constituidas por inversiones en valores. Una vez restados los pasivos, el capital sirve a un propósito esencial para una actividad que involucra un riesgo: garantizar la cobertura de desviaciones negativas en resultados. Que esperábamos una siniestralidad de 60 por ciento y nos cayó una de 75 por ciento. Bueno, pues hay que apoquinar con el capital para cubrir la desviación.
De manera simple, podemos afirmar que una compañía de seguros incurre en un costo variable sin incertidumbre, constituido por las comisiones que paga a sus agentes por traer a la empresa los negocios. Estas comisiones se expresan como un porcentaje de las primas netas. La aseguradora decide que la venta de Vida es difícil y tiene un bajo índice de eficacia entre entrevistas y cierres, por lo cual es necesario pagar una comisión alta que permita a los agentes obtener un ingreso decente; Autos, por otra parte, es un producto fácil de colocar, y por lo tanto con el 10 por ciento de comisión es suficiente.
La aseguradora también decide un nivel de gastos fijos en función de sus necesidades futuras de capital humano, instalaciones, servicios y otros. La empresa necesita realizar esos gastos independientemente del nivel de sus ventas. Por último, la empresa enfrenta un costo variable con incertidumbre, representado por los siniestros, estimados con base en estadísticas que reflejan la experiencia de la empresa y del mercado y expresados en una nota técnica como una fracción de las primas netas.
Lo malo es que los siniestros no tienen palabra de honor y se desatan cuando menos se los esperaba, por ejemplo con pandemias que incrementan los fallecimientos y los enfermos que se atienden en hospitales amparados por las pólizas emitidas por las aseguradoras, preocupadas por el bienestar de sus clientes. Cuando la suma de los tres egresos es mayor a la prima neta, algo que usualmente sucede cuando ocurre una cantidad de siniestros mayor a la estimada, entonces la empresa cae en una pérdida técnica.
En el caso de los resultados del sector asegurador, suma de los resultados de todas las aseguradoras, la pérdida técnica fue de 5 por ciento de las primas retenidas en 2021. ¿Qué ocasionó la pérdida? La desviación en siniestralidad de los ramos de Vida y Gastos Médicos, con 70 y 72 por ciento, respectivamente. Daños sin Autos arrojó una siniestralidad de 37 por ciento, pero la utilidad generada fue reducida debido al alto porcentaje de primas cedidas de los distintos ramos de esta clasificación. Autos, por su parte, tuvo una siniestralidad de 60 por ciento, con la cual obtuvo una utilidad mayor a lo estimado, pese a la reducción de la prima emitida.
Los gastos de operación muestran una tendencia descendente, con sólo 7 por ciento de las primas retenidas, y el costo de adquisición fue únicamente de 16 por ciento. En el caso del ramo Autos existen compañías con un importante beneficio derivado de las propinas que reciben del cliente final en la forma del eufemísticamente denominado derecho de póliza, ingreso que en el caso de algunas compañías grandes supera el monto de los gastos de operación, lo que genera utilidades extraordinarias.
La pérdida técnica junto con los gastos de operación llevan al sector a una pérdida de operación de 13 por ciento de las primas retenidas. Aquí es donde aparece el salvador en la forma de productos financieros que revierten la pérdida y permiten al sector obtener una utilidad antes de impuestos de 9 por ciento sobre primas retenidas.
Después del mareo de las cifras, ¿a qué conclusiones podemos llegar?
Se puede hablar, pues, de la baja rentabilidad del negocio en 2020, es decir, la utilidad después de impuestos como retorno para los accionistas.
El capital contable de una aseguradora se forma con el capital social, constituido por la aportación inicial de los accionistas al fundar la empresa, más las utilidades acumuladas de ejercicios anteriores. El retorno sobre el capital, indicador para el accionista de la rentabilidad de su inversión, se calcula considerando la utilidad y el capital utilizado para obtenerla.
En el caso del sector asegurador mexicano, el capital de garantía es superior al requerimiento en una proporción de 3 a 1, con variaciones importantes dependiendo del ramo. Es necesario entonces obtener una utilidad elevada para justificar la existencia de un capital tan cuantioso.
Llama la atención lo elevado del capital. ¿Por qué tener un capital tan elevado, cuando la exigencia de la autoridad se limita a un tercio de lo acumulado como capital contable? La explicación que se me ocurre es el alto rendimiento de las inversiones, que incluyen inversiones en renta variable con más de 12 por ciento del total y con el mayor crecimiento. Ya cumplí con mi obligación de tener inversiones conservadoras, principalmente en deuda gubernamental; así que ya me puedo dar el gusto de arriesgar para obtener un rendimiento mayor.
La mala noticia es que la pérdida de operación en 2021 fue de 13 por ciento sobre primas retenidas. El resultado final fue rescatado por la aportación de los productos financieros. ¿Este rescate salió del cochinito? No en su totalidad, pues las aseguradoras obtienen intereses de las reservas de riesgos en curso constituidas durante el ejercicio. Las reservas de riesgos en curso no son sino las primas no devengadas. Emito 100 pesos de prima, pago comisiones y gastos, y con el resto constituyo una reserva que me servirá para pagar los siniestros que se presentarán durante el año.
Los siniestros se distribuyen, por lo regular, de manera uniforme a lo largo de los doce meses, sobre todo en ramos de alta frecuencia y baja severidad, como Autos y Gastos Médicos, lo cual me permite invertir la reserva y obtener intereses que deben contribuir también a pagar siniestros y, si sobra algo, a engrosar la utilidad de la compañía. Lo que no es sensato es llevar a resultados los intereses de inversiones que no se realizan con recursos generados durante el ejercicio. Es posible que nos estemos engañando: ¡Qué bien salió el año!, cuando el resultado técnico, y por ende el de operación, son negativos.
Es conveniente que la utilidad sea generada por la operación de la aseguradora: emito prima; y pago comisiones, gastos y siniestros con ese dinero. Ése es el negocio. Pensar que los tiempos de pérdida técnica y utilidad financiera de los ochenta y noventa del siglo pasado han regresado puede meter a las compañías en los mismos problemas que éstas vivieron en esa época.
Esperemos no tropezar con la misma piedra.
Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com