La primera ley de Newton, o ley de la inercia, postula que un cuerpo permanecerá en reposo o en movimiento recto, con una velocidad constante, a menos que se aplique una fuerza externa.
En el caso de México, la inercia ha cumplido un papel principal en el desarrollo de los eventos más significativos de nuestra historia. La conquista fue realizada por indígenas, y la independencia por españoles. ¿Pues qué no fue al revés? Los 400 españoles que arribaron aprovecharon la inercia de la enemistad profunda entre los pueblos aborígenes para establecer alianzas y derrotar a los mexicas, quienes aún no habían consolidado su dominio, es decir, todavía no contaban con una inercia que los mantuviera en la cima.
Tres siglos después, España es dominada por Francia; el emperador Napoleón impone a su hermano José Bonaparte como rey, con el nombre de José I. La inercia generada por la revolución francesa y la independencia de los Estados Unidos, así como la circunstancia de depender de un país invadido, propició que los españoles criollos conspiraran para independizarse de España, con el apoyo de la población indígena que los siguió, movimiento que generó inercia favorable a conquista e independencia como una fuerza mucho más poderosa que las intenciones de algunos patriotas, quienes optaron por aprovecharla para sus fines.
Doscientos años después de la proclamación de la independencia de México, nuevamente existe una inercia que explica la situación actual del país. La mayoría de los mexicanos eligió en 2018 a un gobierno con propósitos diferentes de los perseguidos por los gobernantes del país durante los 35 años anteriores. En 1985, siendo secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari implementa un plan de corrección que permite el control de la inflación y propicia la apertura comercial del país, cerrado a la competencia extranjera durante muchos años.
Así, el después primer mandatario (1988-1994) generó una fuerza externa que modificó la inercia priista que venía desde 1970, cuando Luis Echeverría Álvarez decidió abandonar la prudencia del desarrollo estabilizador para impulsar al gobierno a participar activamente en la economía y el impulso de iniciativas para mejorar la distribución del ingreso. El resultado ya lo conocemos: una inercia que provocó devaluaciones, inflación, endeudamiento y un desastre económico.
La nueva inercia favoreció el desarrollo de una asociación entre los gobernantes y los empresarios del país bajo el principio alemanista de “si crecen los grandes grupos, ello hará crecer al país y permitirá la derrama de los beneficios hacia la población en general, la cual mejorará su nivel de vida”. El esquema funcionó, pero existieron factores que desvirtuaron las intenciones originales y dieron al traste con la prometedora intención de progreso: las grandes fortunas familiares crecieron en forma exponencial, y los multimillonarios mexicanos ingresaron al selecto grupo de hombres más ricos del mundo; pero el crecimiento fue reducido, y la desigualdad en la distribución del ingreso se profundizó.
El colmo fue el sexenio 2012-2018, durante el cual priistas de una nueva generación se sumaron al tren del neoliberalismo depredador con una visión de túnel enfocada en generar mayores beneficios para el grupo exclusivo de gobernantes y empresarios asociados. El capitalismo es, sin duda, el sistema más eficiente para asignar recursos y organizar actividades productivas, pero olvidar al grueso de la población y negarle oportunidades de movilidad social tuvo consecuencias que generaron la nueva inercia que hoy padecemos. La apatía de Fox, la escalada de violencia de Calderón y la voracidad de Peña se conjugaron para permitir a la inercia del “nosotros primero, y nosotros también después” enseñorearse sobre las políticas públicas.
No todo fue malo: se crearon y fortalecieron varias instituciones, como el INE, el INEE, el INAI, la Comisión Nacional de Hidrocarburos, la CNDH, el Seguro Popular y otras que otorgaron al manejo de situaciones fundamentales de la vida nacional, como las elecciones, la evaluación de la educación, la transparencia de la información, la defensa de los derechos humanos y la atención universal de la salud, un nuevo significado.
Condenados a sobrevivir en largas jornadas para apenas ganar lo suficiente para comer, medio habitar y transportarse, las mayorías fueron seducidas por el mensaje persistente de un portavoz necio, iluminado y con afán de regresar al pasado priista de aquí sólo mis chicharrones truenan. Dádivas, posibilidad de desquitarse del abusivo y una retórica de preocupación por el bienestar de las mayorías pero sin concreción palpable generaron una inercia que no parece detenerse por los despistes de la cúpula gobernante, los errores de los funcionarios y los dislates diplomáticos.
La popularidad del presidente resiste, a pesar de la ilusión del círculo rojo por derrotarlo dentro de dos años. Tal parece que la inercia es muy fuerte y que el vagón morenista continuará como gorda en tobogán hasta finales de la década.
A finales de la década de los ochenta, Salinas de Gortari viajaba por el país en su autobús, bautizado Agualeguas. Surgió Manuel J. Clouthier, y en su autobús Aguafiestas también se dedicó a propagar un mensaje de sí podemos, boteando en la esquina de Vito Alessio Robles e Insurgentes Sur, donde hoy existe un monumento a su memoria.
Aquel mensaje de Maquío, el de “México va a cambiar, contigo, sin ti o a pesar de ti”, parecía dirigido al mexicano de la calle. Ahora pienso que tal vez tenía como destinatarios a los gobernantes del país, beneficiarios de una inercia de contubernio para ventaja propia o proclamadores de una defensa a ultranza del pueblo, sólo de dientes para afuera, con la meta de continuar en el poder.
A pesar de todo, la inercia continúa empujando al país hacia un mejor lugar. ¿Soy muy optimista? Los números cuentan que México es un país con un número de habitantes ideal: 129 millones en casi dos millones de kilómetros cuadrados. En Sri Lanka, isla del tamaño del estado de Guerrero que está pegada a la costa oriental de India, se agrupan 22 millones de muy apretados habitantes.
La esperanza de vida en México supera los 75 años; el producto interno bruto por habitante es de 9000 dólares, aunque están mal distribuidos. Los habitantes de Sri Lanka apenas superan los 3500 dólares. La deuda de México es alta, y creció sobre todo en el sexenio peñista (dicha gestión comenzó con un endeudamiento del sector público federal que representaba 33.8 por ciento del PIB, y terminó con una deuda de 48.2 por ciento del PIB) para beneficio de un pequeño grupo, pero aún está en niveles sensatos si la comparamos con otros países, como Japón, Grecia, Italia, Portugal o Estados Unidos.
La tercera parte de la superficie del país todavía es zona selvática; todos los mexicanos tienen electricidad; y el entorno macroeconómico, a pesar del reciente repunte de la inflación, sigue siendo estable. Por contraste, Sri Lanka, país que creció a tasas asiáticas superiores al 5 por ciento durante varios años, está endeudado, tiene un déficit comercial creciente y no tiene un camino para salir de la apremiante situación en la que se encuentra, con amenaza de guerra civil.
Por supuesto, México enfrenta retos enormes: crecer y mejorar la distribución del ingreso, disminuir la inseguridad (29 homicidios por cada 100,000 habitantes, contra dos homicidios por cada 100,000 habitantes de Sri Lanka), reducir la pobreza extrema y encontrar caminos viables para el desarrollo de sus comunidades. La actividad económica ya no está concentrada en la capital del país. Están Monterrey y Guadalajara, pero también el Bajío, la frontera norte, el sureste y otros.
La construcción de un nuevo aeropuerto en Texcoco, principal proyecto del sexenio peñista, fue detenida por el presidente entrante. Polémica aparte, es un hecho que Ciudad de México, ubicada en un valle a 2,200 metros de altura, ya no tiene para dónde crecer. La buena noticia es que México es mucho más que la capital. La saturación del espacio aéreo mexicano significa una oportunidad para otras regiones mucho mejor preparadas para crecer. Soy consciente de lo atractivo del espejismo; pero, reflexionándolo con cuidado, es posible ver más allá de nuestras narices.
¿Qué fuerza externa podemos apoyar para impulsar la generación de una inercia que vaya más allá del atraco o la presencia de un líder iluminado? Seguramente será defender e impulsar a las instituciones que no dependen de la presencia de un tlatoani sexenal para regular el quehacer nacional. Educación, salud, elecciones limpias y un respeto irrestricto a los derechos humanos que no dependa de orientación ideológica o planes personales de perpetuación en el poder. Más Finlandia y menos Venezuela. Desarrollo a largo plazo fundamentado en el funcionamiento de instituciones, lejos del dañino manejo discrecional y los intereses de grupo.
Como también dijo Maquío: “Un gran número de mexicanos dejamos de llorar por el país que se frustró, el México que pudo ser y no es, para ocuparnos en la construcción del México que por su historia, su cultura, sus recursos, su posición geográfica y su gente todavía puede y debe ser”.
Los escépticos pueden preguntar a cualquier habitante de Sri Lanka.
Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com