En alguna época, las aseguradoras consideraron la opción de abandonar la cobertura a embarques de carga (nos referimos al tranporte terrestre de bienes) debido a la alta siniestralidad que éstos padecían, ocasionada por la elevada y creciente frecuencia de robos, sobre todo de aparatos electrónicos, zapatos, llantas, vinos y licores y otras mercancías caracterizadas por su gran valor (social) y la facilidad con que se podían comercializar en el mercado negro.
En los comités de la AMIS se discutía el tema. Las rencillas y disputas entre los funcionarios asistentes a dichos comités, habituales en épocas de bonanza, daban paso posteriormente a la más cercana fraternidad, propiciada por la comunidad de intereses ante la difícil situación. El mal de todos impregnaba de camaradería el ambiente, con un intercambio enfocado en encontrar una solución, o de plano desistir en masa de continuar aceptando riesgos cuyo signo era la casi certidumbre de su realización en algunas rutas, horarios y medios de transporte.
Ahora sí nos está pegando a todos, era el clamor generalizado. Nada de tarifas altas con descuentos pactados en lo oscurito para descontrolar a la competencia. Todo lo contrario: intercambio de información, manifestaciones contritas de preocupación creciente por los malos resultados y máxima disposición para entrarle al toro; eso sí, siempre y cuando las autoridades se comprometieran a tomar medidas drásticas que permitieran al sector volver a las plácidas aguas de la utilidad sostenida.
Una prima hermana mía (llamémosle Ana), de 59 años, acaba de recibir la cotización de la renovación de su póliza de Gastos Médicos Mayores. Pagó 50 000 pesos en 2020, 60 000 el año pasado, y ahora el monto se va a 71 000 pesos. Asustada, solicitó una opción de deducible más alto para intentar mantener la prima en el nivel del año pasado. Sí se puede, le dijeron, y Ana respiró aliviada. Su angustia regresó cuando le informaron que el deducible pasaría de 40 000 a casi 100 000 pesos. El seguro ya no sería de Gastos Médicos Mayores, sino de Gastos Médicos “muy mayores”.
Los números cuentan que la inflación acumulada del periodo 2020-2021 fue de alrededor de 12 por ciento. ¿Cómo se justifica un aumento de 42 por ciento en el monto que se debe pagar por un seguro de Gastos Médicos Mayores?
Es un tema general. Mi prima Ana no cambiará de quinquenio hasta el próximo año. De acuerdo con lo que le dijo Germán Aguado, director general de Vida, Gastos Médicos y Autos de GNP, a Maribel Ramírez Coronel, reportera de El Economista, el costo medio de un siniestro de Gastos Médicos Mayores aumentó 17 por ciento en el último año, incremento propiciado principalmente por la pandemia de covid. Si una pandemia se considera como un evento catastrófico, ¿cuál es la razón para trasladar su efecto al aumento de una tarifa que difícilmente va a disminuir cuando la pandemia pase?
Puede ser que, de acuerdo con las expectativas de las aseguradoras, la pandemia haya llegado para quedarse y que sus efectos cíclicos sean permanentes. El caso es que, si ahora existen siniestros nuevos y su efecto sobre la frecuencia y la severidad justifica un incremento de tarifa como el descrito, ¿cuánto tiempo será necesario para alcanzar un punto en el que los fenómenos de reducción de asegurados y antiselección por la permanencia de los enfermos y la contratación de aquellos con expectativas de enfermarse eliminen la viabilidad del ramo? En el caso de mi prima Ana, es claro que éste puede ser su último año con seguro, considerando su arribo al sexto piso y la tendencia de incremento de la tarifa. La onerosa prima alejará a mi preocupada prima. No tengo duda de ello.
El señor Aguado de GNP informó a Maribel Ramírez Coronel, de El Economista, sobre el incremento en el número de asegurados individuales en el caso de la empresa que representa. Un logro notable que, seguramente, se traduce en un incremento muy significativo en la penetración de mercado de la empresa líder. Si el número de asegurados baja por el efecto del incremento de precio y GNP no sigue la tendencia, e incluso la revierte, ¿cuál será la exitosa estrategia que lo permite? Lo triste del caso es que, al combinar el número de asegurados individuales de GNP y su penetración del 28.7 por ciento, los números cuentan un total de mercado de poco más de 2,250,000 asegurados individuales para Gastos Médicos Mayores. Faltan los seguros contratados por empresas como prestación para sus empleados, lo cual representa una cifra mayor, pero la baja penetración de este seguro y su perspectiva de disminución por los altos precios es un tema para reflexionar.
Si un seguro familiar cuesta más de 200 000 pesos al año, considerando padres cincuentones y dos hijos veinteañeros, ¿cuántas familias mexicanas podrán sufragar este gasto? El segmento A/B, sólo 7 por ciento de la población, corresponde a familias con un ingreso familiar que les permite gastar una proporción mínima en alimentos, pudiendo destinar la mayoría de su ingreso a gastos de educación, transporte (autos), viajes, ropa y entretenimiento. El segmento C+, con el 11 por ciento de la población, es el que sigue en la clasificación, y ya destina casi una tercera parte de su ingreso familiar a alimentos. De los segmentos C, D+, D y E mejor ni hablamos: no cuentan con recursos para comprar un seguro de Gastos Médicos. Esto quiere decir que 82 por ciento de las familias le tienen que buscar por otro lado.
¿Cómo responden los consumidores de seguro de Gastos Médicos a los incrementos de precio? La demanda del segmento A/B es inelástica: la respuesta proporcional del consumo es menor al incremento del precio o, en otras palabras, si el precio aumenta 42 por ciento, una cifra menor a ésta abandonará el seguro al aumentar el precio. Como ejemplo podemos decir que, si el precio aumenta 42 por ciento, sólo 10 por ciento de los asegurados dejará de comprar el seguro. ¿La razón? Como hemos comentado, el poder adquisitivo de este reducido segmento da para continuar comprando el seguro, a pesar del brutal incremento. Sin embargo, esa inelasticidad tiene un límite: si el consumidor racional del segmento A/B intuye que está pagando mucho por su seguro debido a las reclamaciones fraudulentas pagadas por su aseguradora, además de gastos, comisión, utilidad, derecho de póliza e impuestos, ello puede llevarlo a preguntarse si vale la pena seguir consintiendo a su aversión al riesgo, en lugar de considerar otras opciones.
Si un consumidor del segmento A/B decide sustituir su seguro por otras opciones de financiamiento en caso de enfermedad o accidente, podría considerar una mayor retención del riesgo en la forma de deducibles superiores a 100 000 pesos. De esa manera, absorbería eventos mayores, a excepción de enfermedades catastróficas, únicas que continuarían incluidas en la cobertura de la aseguradora. Otra opción consistiría en asumir el riesgo de jóvenes sanos. ¿Por qué no dejamos en la póliza únicamente al gordo? Formamos un fondo para el resto de la familia y contratamos una póliza de enfermedades catastróficas como complemento.
El segmento C+ es otra historia. Aquí no se trata de no quiero, sino de no puedo. A medida que el monto a pagar se acerque al 15 por ciento del ingreso familiar neto, será obligatorio considerar otras opciones. Por supuesto, un mayor deducible (dejando su financiamiento, por si algo llega a ocurrir, en manos de la solidaridad familiar), un préstamo urgente o la benevolencia de la Divina Providencia. Si esto no es suficiente, entonces alguien tendrá que salir de la póliza. Niños primero, por supuesto. La mayoría de nosotros transitó por la dura época de los autos sin cabeceras, el juego en la calle, los paseos de 60 niños con la “supervisión” de un adulto y las fiestas infantiles con altos trampolines y albercas con hule espuma. Y aquí estamos. Obviamente, será necesario hacer oídos sordos a la madre aprensiva o al padre receloso que piensan en el desastre que acecha a la vuelta de la esquina. Nos la tenemos que jugar. No hay opción.
Otra alternativa, aunque no al alcance de todos, consiste en esperar lo mejor y prepararse para lo peor, invocando la sacrosanta protección del IMSS o el Issste. Aquí, en la mayoría de los casos, será a los adultos mayores a quienes excluiremos del beneficio de una póliza privada de seguro médico. Ya si se enferma el abuelo, pues nos turnamos para hacer cola en las instalaciones de las instituciones públicas a las que, ¡afortunadamente!, tenemos derecho. Y también está el Insabi (antes Seguro Popular), al que podemos acudir, con el rosario en la mano y acompañados de la tía Maricela, que en eso de moverse en los intrincados pasillos de la burocracia de la atención médica es insuperable.
Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com