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Propinas

Charlemos seguros

El asegurador

En una  escena de la película Perros de reserva (1992), de Quentin Tarantino, aparecen los miembros de una banda delictiva  a quienes el líder les ha asignado, en una junta, en cierta guarida, un color con fines de identificación. En otra escena, después  de desayunar en un restaurante, se solicita la cooperación de cada uno para pagar la propina de la mesera que los atendió. Siete de los ocho comensales ya han entregado el dólar que les corresponde, cuando súbitamente el Señor Rosa, caracterizado por el excelente actor Steve Buscemi,  declara que él no va a aportar porque “no  da propinas, pues eso es perverso”.           

Los argumentos de sus compañeros en favor de entregar una propina son varios: es  un trabajo muy pesado, ellas ganan muy poco, es la opción número uno para mujeres iletradas y es una ocupación que cualquier mujer puede conseguir para mantenerse. El Señor  Rosa permanece firme: no  es su culpa, y él no va a pagar algo que no ha sido acordado con el prestador de servicios.

Vivimos en un país donde la propina es cosa de todos los días. El mesero llega a la mesa con la terminal y pregunta: “¿Cerrada su cuenta?”, lo cual constituye el código para preguntar: “¿Cuánto incluyo de propina?”. La propina se denomina eufemísticamente servicio. ¿Pues qué  no es obligación del restaurante proporcionar el servicio? Si algún despistado decide convertirse en el Señor Rosa y no dejar propina, de inmediato será cuestionado por el mesero con un nuevo código: “¿No fue de su agrado el servicio?”, lo cual debe traducirse como: “Olvidó dejar la propina. Favor de remediar su omisión de inmediato”. 

Mantener la posición de no dar propina provocará el reclamo airado  (ahora sí, sin claves)  del   ofendido mesero. El cliente tal vez salga incólume del atentado a las buenas costumbres, pero ingresará a la lista negra, y sus alimentos y bebidas serán seguramente contaminados  (¡!) si comete la imprudencia de acudir nuevamente a ese establecimiento.

En una gasolinera, el encargado de recibir al automovilista  es responsable de despachar el combustible, preguntar si verde o roja, revisar niveles, checar la presión de las llantas y limpiar el parabrisas. Aquí sí la cosa está totalmente formalizada: la  única fuente de ingresos de este prestador de servicios son las propinas. El patrón entrega a los propineros un uniforme con el logotipo del establecimiento, pero él no tiene obligación de remunerar a quienes trabajan en su negocio atendiendo a los clientes.

En el caso de la gasolinera, el porcentaje de propina sobre la venta es mucho menor. Bastan 10 pesos para que el dependiente agradezca la contribución. Por supuesto, la ausencia de propina, aunque    vaya argumentada con el “Te la  debo para la próxima, mano; es que no tengo cambio” puede provocar un rayón al coche o, por lo menos, una mentada de madre.

El pago a quien limpia nuestro parabrisas en un semáforo es mitad propina y mitad pago por protección. No permitir el servicio y no retribuirlo con alguna moneda nos hace acreedores a la represalia, casi siempre en forma del jabón que permanecerá sobre el cristal.   

Mención aparte merecen los cerillos mayores, y no me refiero a los fósforos de gran tamaño, de madera,  que la milagrosa cerillera  La Central sigue ofreciendo en una caja de cartón rígido con sus obligatorios costados de lija. Son los adultos mayores que empacan los víveres y todo lo demás que la cajera registra con el código de barras en los grandes establecimientos de autoservicio. Entregamos nuestra bolsa de tela al anciano, que con sumo cuidado empaca, con manos maltratadas por el tiempo, nuestras cosas; y ahí van otros 10  pesos, mínima contribución de nuestra parte para mantener la digna ocupación del sonriente trabajador, de suaves maneras, que sale temprano de su casa para ganarse la vida a una edad en la que  debería estar paciendo tranquilamente en las verdes praderas del retiro con pensión.

Por último, recuerdo a los pedigüeños de todos los colores que nos abordan en cada esquina para pedir una moneda. Imposible negarle una ayuda a la anciana de rostro lastimero, al acróbata recubierto de pintura plateada que mantiene cinco pelotas en el aire simultáneamente entre semáforo y semáforo o a la indígena en traje típico que solo malabarea dos pelotas con una sola mano  porque en el otro brazo lleva cargado a su pequeño hijo. 

En una de sus presentaciones, el cantante argentino Facundo Cabral compartió con su auditorio  la experiencia de ver a los mexicanos entregando dinero a los necesitados en las esquinas. “Tomá, para que comás”, relataba Facundo su admiración por la solidaria práctica nacional.

¿Es el pago al mesero o al dependiente de gasolinera responsabilidad del cliente?

El viernes pasado fui a cenar a un restaurante italiano. El espagueti  a la boloñesa  aparece en la carta con un precio de 250 pesos. ¿El costo? Alrededor de 50, tomando en cuenta materia prima, aceite, gas y condimentos. Los gastos fijos son altos, sin duda. La renta debe de andar alrededor de los 50,000 pesos mensuales; los sueldos, incluida la carga social, deben de sumar 170,000 pesos mensuales; y otros gastos, quizá unos 80,000 pesos. Los números cuentan entonces un gasto fijo de 300,000 pesos, más o menos. ¿Cuántos espaguetis a la boloñesa  es necesario vender para alcanzar el punto de equilibrio? Si cada comensal contribuye con los 200 pesos del platillo principal, más otros 200 entre vino, ensalada y postre, cada uno contribuye con 400 pesos. Se requieren 750 comensales al mes para salir tablas. ¿Cómo le va al negocio? Veamos: capacidad  para 60 comensales, multiplicado por porcentaje de ocupación promedio del 70 por ciento,  nos da 42 comensales diarios, por 30 días, un total de 1,260 comensales, y por lo tanto 504,000 pesos de ingreso mensual, con una utilidad bruta de 204,000 pesos.

El tema es entonces éste: si  las propinas representan el 10  por ciento de la facturación, es decir, 50,400 pesos, repartidos entre meseros y personal de cocina (que ganan el sueldo mínimo), es claro que el cliente está subsidiando al dueño del negocio  permitiéndole pagar sueldos bajos. Si el empresario aceptara la supresión de las propinas e incrementara los sueldos de sus empleados, se vería obligado a incrementar los precios en ese mismo 10 por ciento. Teóricamente, el negocio no perdería clientela: mayor  precio pero cero propinas. Dicho de otra manera, el mismo  monto de cuenta final.

¿Sería más sano que el restaurante absorbiera el incremento a sueldos derivado de la eliminación de las propinas? La respuesta es no. ¿Por qué? La existencia de propinas y la conciencia de meseros y personal de cocina sobre el monto y destino de éstas   garantiza un mejor nivel de ingreso para ellos. Al eliminar las propinas, el empresario difícilmente elevaría los sueldos en ese monto. Además, los meseros perderían la motivación para brindar un mejor servicio al cliente. En otras palabras, el componente variable del ingreso de los meseros los hace participar en la prestación del servicio con entusiasmo y convicción.

En el sector asegurador también existe la propina. La aseguradora cobra al cliente 520 pesos por los   denominados eufemísticamente “Derechos de Expedición” en una póliza de auto de 4,600 pesos de prima neta. “Es para cubrir los gastos derivados de la expedición de la póliza”, podrá argumentar alguien. ¿No están considerados dichos gastos en la nota técnica autorizada? Al consultar la información de las utilidades de aseguradoras con siniestralidad de equilibrio, es fácil constatar que los derechos de póliza contribuyen significativamente a las utilidades de las empresas, porque, a diferencia de las propinas del restaurante, el derecho de póliza no se distribuye entre el personal.

Sería interesante que el monto recaudado por derecho de póliza llegara a manos de los trabajadores, como un ingreso variable. Y, si es opcional para el cliente, mejor. Con un excelente servicio, este pago seguramente se convertiría en una costumbre difícil de hacer a un lado.            

*Antonio Contreras tiene más de 25 años de experiencia en el sector asegurador mexicano. Su correo es acontrerasberumen@hotmail.com

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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