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Ve el mundo las crisis climática y social como las principales amenazas en 2022

El Asegurador

De acuerdo con el reciente Informe Global de Riesgos 2022, las crisis social y climática son consideradas como las principales amenazas para el planeta este año, según lo declaran expertos y líderes del mundo, y así se asienta en el documento elaborado por el Foro Económico Mundial.  

El documento refiere de manera destacada que los riesgos relacionados con el clima y el medio ambiente dominan la lista de las mayores preocupaciones de la élite económica mundial, problema al que le sigue  la creciente erosión de la cohesión social, las crisis de formas de subsistencia, el deterioro de la salud mental y la desigual recuperación   de la población después de la pandemia.

 La   erosión de la cohesión social  es una de las principales amenazas a corto plazo en 31 países, incluidos Argentina, Francia, Alemania, México y Sudáfrica, del G-20. Disparidades  que ya desafiaban  a las sociedades   se espera que ahora se amplíen: se estima  que 51 millones de personas más vivirán en pobreza extrema, en comparación con la tendencia previa a la pandemia,  y existe el   riesgo de que aumente  la polarización y el resentimiento dentro de las sociedades, advierte  el documento.

A medida que el mundo entra en el tercer año de la pandemia, los riesgos relacionados con el clima dominan la lista de las amenazas del  orbe, sobre todo en el largo plazo, en el que cinco de los 10 principales riesgos globales tienen una relación directa con el clima y  con el medio ambiente.

Debido a la desigualdad en la recuperación económica y en el suministro de las vacunas contra la COVID-19, se corre el riesgo de que se agraven las fracturas sociales y las tensiones geopolíticas, escriben los autores del informe, y añaden que  en los 52 países más pobres, hogar de  20 por ciento de la población mundial, solo   6 por ciento de la población había sido vacunada al momento de elaborar  este informe.

Por otra parte, se afirma que la divergencia global resultante creará tensiones, dentro y fuera de las fronteras, y que las condiciones sociales en éstas corren el riesgo de empeorar debido a los efectos  en cascada de la pandemia. Se prevé que se complique  la coordinación necesaria para abordar desafíos comunes, incluido el fortalecimiento de la acción a favor de la restauración climática, la mejora de la seguridad digital, la restauración de los medios de vida y de la cohesión social y la gestión de la competencia por  el espacio.

De manera que, según este  informe, apenas   16 por ciento de los encuestados se siente positivo y optimista sobre las perspectivas del mundo, y solo   11 por ciento considera que la recuperación global se acelerará. El  89 por ciento de las personas encuestadas para este informe percibía que las perspectivas a corto plazo eran volátiles, fracturadas o cada vez más catastróficas, y 84 por ciento de ellas manifestaron sentimientos negativos sobre el futuro.

En tal sentido, agregan los autores del informe, “el pesimismo generalizado podría crear un ciclo de desilusión que haga  que la acción de subsanar estas heridas  sea aún más desafiante”.  En   los próximos dos años, tres de los cinco riesgos que se consideran las amenazas más preocupantes tendrán una incidencia clara en la erosión de la cohesión social, la crisis de los medios de subsistencia y el deterioro de la salud mental.

En un horizonte de 10 años, la salud del planeta domina las preocupaciones: los riesgos ambientales se perciben como las cinco amenazas a largo plazo más graves  para el mundo y    potencialmente las más dañinas para las personas y el planeta. El fracaso de la acción en pro de la restauración climática, el clima extremo y la pérdida de la biodiversidad se consideran  en el documento como los tres riesgos más graves.

Por lo que respecta a los riesgos tecnológicos,   la desigualdad digital y las fallas en la ciberseguridad  se suman a las amenazas críticas a corto y mediano plazo para el mundo, pero no así en el largo plazo, pues en un futuro más lejano ninguna   de estas amenazas   figura entre las más importantes o   potencialmente graves, lo que se percibe como un   punto ciego en las percepciones de riesgo.

Dada la complejidad  de la tecnología, de la economía y del  cambio social a esta escala  y la insuficiente fuerza  de los compromisos actuales, es probable que cualquier transición que logre el objetivo de cero emisiones netas de carbono para 2050 será desordenada.  

“Los ataques a sistemas grandes y estratégicos tendrán  consecuencias físicas en cascada en    las sociedades, mientras que la prevención implicará inevitablemente mayores costos. Riesgos intangibles, como desinformación, fraude y falta de seguridad digital,    también afectarán    a la confianza pública en sistemas digitales. Mayores ciberamenazas también dificultarán la cooperación entre Estados  si los gobiernos continúan por  caminos divergentes   para controlar los riesgos”, se lee en el documento.

En lo  que toca a la pandemia, el desafío más importante es el estancamiento económico generado  por la crisis de la COVID-19;  y, en tal sentido, se agrega, las perspectivas macroeconómicas siguen siendo débiles, y se espera que la economía mundial sea un 2.3  por ciento más pequeña para 2024 de lo que hubiera sido sin la pandemia. Se  pronostica  el aumento de los precios de las materias primas,  inflación y   mayor deuda, tanto en el mundo desarrollado como en  las naciones  emergentes.       

Es una realidad que la pandemia y sus consecuencias económicas siguen sofocando la capacidad de los países para controlar el virus y facilitar una recuperación sostenible. Junto con los desequilibrios del mercado laboral, las políticas proteccionistas y las crecientes disparidades en educación y habilidades, las consecuencias económicas de la pandemia añaden  el riesgo de dividir al  mundo en trayectorias divergentes, advierte el informe del  Foro Económico Mundial.

Finalmente, otra preocupación que se reseña  en el documento es el efecto  de la transición energética hacia economías basadas en  emisiones de carbono nulas,  y al respecto se señala que una transición precipitada  y rápida aliviaría las consecuencias ambientales a largo plazo  pero podría tener repercusiones muy serias  a corto plazo, como dejar sin trabajo a millones de trabajadores de las industrias  que generan mucho carbono o desencadenar tensiones sociales y geopolíticas. Por el contrario, una transición más lenta pero más ordenada prolongaría la degradación ambiental, las fragilidades estructurales y el desequilibrio global.

Los   autores del documento también hacen un llamado a reflexionar sobre los distintos objetivos de resiliencia de gobiernos, empresas y comunidades que ayudarán a asegurar que las agendas estén coordinadas  para abordar los riesgos críticos de cualquier naturaleza.

Para los gobiernos, equilibrar costos, regular para fomentar la resiliencia y ajustar  los acuerdos de intercambio de datos a fin de  garantizar una gestión de las crisis más precisa es   clave, pues de esa manera se facilitará   una interacción más estrecha  entre el público y el sector privado,   concluye el informe.

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