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REFLEXIONES 

Por: Carlos Molinar Berumen / carlos@molinar.com

Nunca he estado convencido de esa frase que dice: “Nunca se debe discutir de política ni de religión”, porque la gente termina peleando y alejándose. Pienso que cualquier discusión nos trae conocimiento siempre que se haga con respeto y tolerancia. Si somos gente civilizada, deberíamos poder discutir sobre cualquier tema, y cuanto más antagónico fuera el pensamiento de la persona con la que discutimos, más debería aportarnos luz dicha discusión.

Estoy escribiendo esta reflexión a poco más de un mes de las elecciones para presidente en nuestro querido México, y cada día me impacta más la actitud que tiene la mayoría de los mexicanos. Todos hartos con los políticos de cualquier partido (claro, menos aquellos que viven de la política), pero la gente solamente se queja, no discute para entender; discute a veces para convencer y a veces para desfogarse, pero ninguno discute escuchando y tratando de entender al otro.

Pareciera que el mexicano lo único que quiere es que los demás piensen como él, pero no hay verdadera preocupación por dialogar.

Hay miles de ejemplos que nos pueden ilustrar, como el caso de los grupos de chat, ya sean de amigos o familia. No sé si se han fijado, pero en cualquier chat es imposible lograr que haya cinco publicaciones en las que se haga referencia al chat anterior de manera respetuosa y esté trabada toda la conversación: cada quien escribe lo que quiere, y es una auténtica torre de Babel.

En la red social Facebook es increíble ver que la mayoría de los mexicanos le hacen publicidad al candidato que menos quieren que gane, y por más que se les comenta: “Deja de escribir sobre ese individuo porque, aun cuando lo critiques, le estás haciendo publicidad; y, si lo que realmente quieres es que no gane, deberías de dejar de posicionarlo en la mente de la gente”, esto es como con los artistas: lo peor que les puede pasar es que nadie hable de ellos, y te contestan que sí, pero a los 10 minutos siguen haciéndoles publicidad.

Recuerdo una frase que usaba mucho mi madre que rezaba: “Estás viendo la tempestad, y no te hincas”. Pero lo veo una y otra vez repitiéndose, sin que aprendamos la lección, y así es con todo.

¿Qué tiene que pasar para que nos demos cuenta de que el cambio lo tenemos que hacer nosotros? Toda la gente quiere que el mundo cambie, pero no quieren cambiar ellos.

Muchos de nuestros compatriotas piensan que la culpa de todo la tienen los gobernantes. Yo pienso que no es así; la culpa la tenemos los ciudadanos, que no nos hemos organizado para exigirles y no hemos sabido nombrar representantes ciudadanos que se coloquen en las cámaras y se tome control por parte de la ciudadanía de al menos uno de los tres poderes.

Muchos piensan que el Gobierno debe resolver los problemas de México, en lugar de pensar que nosotros tenemos que empezar por hacer algo y convencer a otros de que hagan algo y se sumen a alguna buena causa para revertir las injustas diferencias que existen entre mexicanos en relación con las oportunidades de desarrollo.

Ante una elección tan polarizada, lo primero que se me viene a la mente es decir: “Se vale disentir, es decir, pensar diferente”. Por lo menos hasta ahora en nuestro querido México eso todavía es posible.

Me duele ver el gran resentimiento de muchos hacia aquellos que por una o por otra han logrado más. Y me da mucha tristeza que haya mexicanos que siembren odio y rencor con tal de ganar votos, logrando una división entre nosotros.

Y también me duele escuchar cómo mucha gente denigra con apodos y motes a la gente que no piensa como ellos, sea cual fuere la causa de su preferencia.

Yo no soy obradorista, y verdaderamente pienso que ésa es la peor de las opciones. Trataré por todos los medios de convencer a indecisos y a los que creen que ésa es una opción para darles mi punto de vista y hacerles ver mi visión, pero me molesta mucho que algunos les llamen chairos o pejezombis.

El hartazgo y la desesperación han hecho un caldo de cultivo para que cualquiera que tenga el mínimo liderazgo resalte, sea un líder positivo o negativo, como es el caso de alguien que ha dividido con su discurso al pueblo de México al más puro estilo de las enseñanzas del gurú del populismo latinoamericano, Fidel Castro; y, aunque para muchos es el menos preparado y menos apto para dirigir al país, no importando si solamente vocifera incongruencias, hoy encabeza la mayoría de las encuestas.

O hacemos un gran esfuerzo por cambiar nosotros mismos y participar más como sociedad civil (ciudadanía) en la vida política del país o vamos a tomar rumbos aún más difíciles, y además tenemos la experiencia de otros países que han tenido un resultado catastrófico.

Creo que los mexicanos debemos unirnos con iniciativas ciudadanas que vayan retomando el poder que debería tener el pueblo en una verdadera democracia; ser más participativos, menos pasivos y dejar de quejarnos de que una minoría nos controle, esa minoría privilegiada llamada clase política, porque de otra manera seguiremos sufriendo abusos y seguiremos haciendo gala de buen humor, inventando chistes de todas nuestras desgracias.

Expongamos nuestras ideas, busquemos el apoyo de nuestros conciudadanos sobre las propuestas que consideramos mejores, pero dejemos de juzgar y denostar a aquellos que piensen diferente, porque se vale disentir.

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Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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