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Que los básicos no nos asusten

Charlemos seguros

El asegurador

A solo dos meses de que 2021 concluya, podemos hacer una pausa y pensar en lo relativamente fácil que resultó, en algún momento, establecerse metas y en lo complicado que, con las excepciones de rigor, ha resultado avanzar hacia ellas. Comoquiera que sea, noviembre y diciembre nos regalan apenas nueve semanas para avanzar hacia la conquista deseada o ir más allá aprovechando los buenos resultados, en su caso, alcanzados. 

Solemos medirnos, sobre todo, en terrenos de lo laboral, pero yo comulgo con lo planteado por Zig Ziglar  en el sentido de no tener solo una meta, sino un programa de metas, para lograr un crecimiento y desarrollo equilibrados en los  que a los números relacionados con los negocios les agreguemos un cuidado puntual respecto a objetivos de otros ámbitos de nuestra vida, como la salud, el aprendizaje, las relaciones personales, lo espiritual.

En este contexto, y cerca de finalizar un año menos tenso que 2020, sería conveniente saber si 2021 ha sido un periodo para la sobrevivencia, estabilidad, crecimiento o excelencia. Y,  sobre todo, si ha sido una época en la que asumimos la responsabilidad de nuestra vida y perseguimos nuestros sueños, o simplemente hemos estado esforzándonos para que otro u otros alcancen sus anhelos,  lo que no es criticable  pero que es obligado entender.

Tal vez seamos como la mayoría, que al escribir determinadas metas suponemos que ya hemos hecho todo, cuando, en la práctica, hacer eso es apenas el principio. Escribir metas a mediano o largo plazo, con ayuda y sin ella, reclama dedicarle varias horas a la tarea, pero reiteramos que esto es solo el principio. Muchos lo saben. El verdadero reto se encuentra en la ejecución programada y sistemática de acciones pertinentes, coherentes y adecuadas respecto al objetivo trazado.                       

Fijarse alegre y ambiciosamente  metas u objetivos es fácil. Para conseguir  ejemplos, no hay que ir lejos. Lo vemos en todos los sectores y niveles.   De lengua me como un plato,   reza un dicho, y su validez resulta palmaria. Y, si eso se observa en el ámbito de una meta, cuando se traza un programa de metas tal exceso es aún  más evidente. Si bien ir detrás de una meta demanda concentración, querer lograr un programa de metas es un desafío mayor.

En este punto  vuelvo a citar   una obra que llamó mi atención desde hace algún tiempo, escrita por Sean Covey, Chris McChesney, Jim Huling y José Gabriel Miralles, titulada Las 4 disciplinas de la ejecución,cuyo objetivo es compartir cómo alcanzar metas crucialmente importantes. El libro recalca  la importancia de ser estratégicos para no caer en una dispersión que lleva al activismo pero carece de efectividad.

Sean  metas organizacionales  o personales, tener una estrategia para lograrlas es fundamental. Al final de cuentas, los individuos hemos de operar considerando   las mismas categorías que una empresa: definir el  producto o servicio que ofreceremos; promoverlo y venderlo; administrar adecuadamente los recursos,  y contar con un área encargada de entregar lo vendido, para vender más y obtener referencias.

En esta etapa del año, muchas personas físicas y morales ya han llevado a cabo sus juntas de planeación 2022, previendo,  claro, metas y planes para los siguientes cinco, 10 o más años. Es lugar común escuchar la afirmación de que planeamos mucho y ejecutamos poco. Quizás habría que añadir que, en ocasiones, supervisamos poco, y que además lo hacemos muy a la ligera. La visión no es algo tan común, y menos el compromiso.

Es evidente que en una organización, tal  como debería ocurrir en una persona física, hay áreas que componen el todo y que tienen responsables para que esa parte del total funcione a cabalidad y aporte a los resultados deseados. Lo es también   que el entorno influye (y mucho), a pesar de que, se dice, cada cual determina sus circunstancias. Un ejemplo que no admite discusión es la COVID-19,   que provocó cambios en las reglas de juego.

Sin embargo,   no es solo un acontecimiento como la aparición  del coronavirus SARS-CoV-2 lo  que modifica los planes que tengamos y hasta las metas que nos hayamos establecido.     Sucesos de menor tamaño influyen porque modifican, para más o para menos, el mercado al cual atendemos. De esa manera, si logramos con facilidad las metas que nos fijamos, ello quizás obedezca a que nos las propusimos  subestimando nuestro verdadero potencial.

Es claro que en el terreno de la fijación de metas y de su alcance  hay muchos conceptos y no hay una verdad única. Desde mi perspectiva, el desafío estriba en conocerse a uno mismo para entender por qué buscamos lo que buscamos y por  qué en esa medida. Solo  entonces podremos comprender todo lo que entraña perseguir esos propósitos  con un espíritu que vaya más allá de los números, que al fin y al cabo  mostrarán solo las consecuencias de lo hecho o lo dejado de hacer.

Resulta obvio que, cuando uno intercambia conceptos con otras personas, la descalificación no es algo raro. “Las cosas ya no son como antes”, el primer argumento. No hay lugar para discutir por algo semejante. En efecto, porque mañana tampoco serán como son hoy. Todo lo que está sucediendo y sucederá nos obliga y obligará a reflexionar y a responder con  profundidad, y no solo maquillando algunas áreas, a veces solo cambiando nombres.

Enfrentamos el desafío de conservar lo esencial y   manipular las formas  para servir cada día más y mejor y al mismo tiempo para     aprovechar la tecnología y otras herramientas que el universo pone en nuestras manos. En esa línea, la simplificación es básica. Edward de Bono, en su libro Simplicidad, llama a alcanzar una “simplificación brutal”, en el entendido de llevar la simplicidad a los procesos, muy atentos siempre para no considerar erróneamente que ya se ha llegado a lo más simple.

Nos gusta dificultar las cosas, complicarlas. Díganlo, si no, los dos o tres lectores de este espacio. Siempre, en el mundo del escribir, se puede ser más coloquial, sin por ello dejar de atender al purismo del lenguaje. No obstante, el purismo, el no entender al mercado objetivo, en este caso de lectores, nos conduce a ir al diccionario y extraer de él  el término más complejo de entender, desdeñando lo sencillo.

Claridad, precisión y concisión son  los tres factores que aprendimos en la escuela de periodismo, a la vez que elegir palabras cortas y no largas y escribir cada párrafo en no más de cinco renglones. Redactar, poner en orden las ideas, era otro casi mandamiento, haciéndolo en frases cortas. Ni se diga cuando de preparar un titular se trata, llamando la atención, despertando el interés, estimulando el deseo y la acción de leer.

Pero tal parece que los básicos nos asustan, lo mismo en terrenos de la formulación de metas y planes  que en los de la redacción de textos y titulares.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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