¿A qué vamos?

Charlemos seguros

El asegurador

Cuando vemos el medallero de los Juegos Olímpicos de  Tokio 2020, los números cuentan.

En los primeros lugares aparecen las aplanadoras del este y el oeste: China, Estados Unidos, Japón (país anfitrión) y Rusia; los países europeos y los de Oceanía: Reino Unido, Australia, Alemania, Italia, Francia, Países Bajos y Nueva Zelanda. Hasta ahí la teoría de que quien tiene más saliva  traga más pinole prevalece: PIB más alto y sistema comunista de producción de medallas mandan.

Después el panorama cambia y hay de todo: tigres asiáticos como Corea, paraísos socialistas pobres como Cuba, países de Europa del Este como Hungría, Polonia y República Checa. De Latinoamérica  Brasil es el país mejor posicionado, codo a codo con Cuba y con la sorprendente Jamaica muy cerca.

¿Y México? Nuestro país se ubicó en el lugar 84 de 86, debajo de Brasil, Cuba, Jamaica, Ecuador, Bahamas, Venezuela, Bermudas, Puerto Rico, Colombia, República Dominicana y Argentina. Falta que obtengan alguna presea Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Belice, Guyana, Surinam, Paraguay, Bolivia, Uruguay, Chile y varios países caribeños.

La delegación mexicana obtuvo cuatro medallas de bronce. Ya no me río del chiste de cada cuatro años: “Somos la raza de bronce”.

¿A qué vamos? Algunas personas sostienen que el propósito no es ganar sino competir. La incomprendida frase del barón  de Coubertin no significa que competir se traduzca simplemente en participar. Competir es tener opción de ganar. Existen factores imponderables, como el biorritmo del deportista, el cambio de horario, la alimentación y otros;  pero en el agregado, es decir, en los resultados por delegación  se compensan las desviaciones positivas con las negativas, y al final el resultado corresponde al  esperado. Existen pronósticos sobre el número de medallas que podrá  ganar   cada uno de los participantes, y son  pocas las desviaciones.

Estoy de acuerdo en que no todos los deportistas van a la Olimpiada con la posibilidad de ganar una medalla: algunos van a foguearse para el siguiente ciclo olímpico. No se me ocurre otra razón para asistir al evento. O vas por una medalla o tu participación obedece al mismo objetivo, pero enfocado en el  futuro. ¿Entonces a  qué van los 163 atletas mexicanos?  Sin duda, la mayoría son “turistas olímpicos”. Basta escuchar la   crónica diaria de su desempeño: “Descalificado”, “Superó la primera ronda y lo derrotaron en cerrado duelo en el segundo encuentro” y una sucesión de posiciones de dos dígitos. Los números cuentan una historia de mediocridad. ¿Es injusto calificar así a nuestros deportistas? La explicación exculpatoria resalta el esfuerzo de los atletas  pese al limitado apoyo recibido y las dificultades enfrentadas. Caímos, pero lo hicimos heroicamente. La misma historia.

El número de deportistas mexicanos participantes ha ido en aumento: 85 en Pekín,  102 en Londres, 125 en Rio de Janeiro  y 163 en Tokio. Somos alegres, el “alma de la fiesta”, pues además no representamos una amenaza para los deportistas de otros países. Una vez más, los reyes de la simpatía.  Pese al mayor número de participantes, el desempeño ha ido a la baja: en  Pekín sólo se lograron cuatro medallas, pero dos fueron de oro; en  Londres, la selección de futbol   obtuvo una medalla áurea (18, decían los comentaristas, muy perspicaces ellos, al mencionar el número de futbolistas); en Rio  desapareció el oro, pero se lograron tres  de plata y dos de bronce; en Tokio también desapareció la plata y logramos cuatro  de bronce. En resumen, menos  medallas, de metal menos preciado,  pero más deportistas participantes.

¿De qué depende la obtención de medallas? Olvidemos factores raciales o genéticos. Los atletas mexicanos han demostrado su capacidad en varias ocasiones, tanto en deportes clasificados por categoría  como en competencias abiertas. ¿Que somos  un país pobre? Que les  pregunten a Jamaica,    República Dominicana o Ecuador; a Etiopía, Uganda o Kenia… Tampoco va por ahí.

La ecuación del éxito es sencilla: número  de habitantes de un país  multiplicado por un factor al que llamaré    movilidad deportiva: en el caso mexicano, se parte     de los 127 millones de habitantes del país, se clasifica  por edad y se elimina  a los menores de 20 y a los mayores de 39. Resultado: tenemos  24 millones de deportistas potenciales.

Y muévelos, como reza el eslogan  de la campaña para combatir la obesidad, la diabetes y los males cardiacos. Muévelos para tener una población más sana y muévelos para ganar medallas.

¿Qué significa la movilidad deportiva?               

Significa ante todo una labor de criba y clasificación. Se seleccionan  los deportes en los cuales, por tradición, características físicas o resultados recientes  tienes mayores probabilidades de éxito. Está fácil: el  mexicano es bueno para el    trompo. Entonces boxeo y taekwondo   en la lista. Nuestra  resistencia es alta. Pues atletismo  de media y larga distancia, incluyendo marcha  y maratón.  La escuela de clavados  y los resultados en tiro con arco  hacen obligada su selección. Y ya. En boxeo masculino existen seis categorías en peso menor a 67 kilos, y en boxeo femenino cinco categorías en peso menor a 57 kilos. ¿Cuántos boxeadores deben asistir? Seis mexicanos y cinco mexicanas. Para seleccionar a esos 11 competidores olímpicos, recluta a 110 prospectos. Que vaya solo lo  mejor. ¿Por qué China gana oro y plata en clavados  desde hace varios años? Pues imaginen ustedes   el torneo nacional chino. Algo así como el gaokao pero en los deportes: cuestión de triunfo o muerte.

La competencia es feroz, pues el ganador sabe  (no conjetura; sabe) que, cuando acuda a las Olimpiadas, el éxito es seguro. ¿Cómo selecciono a 110 prospectos mexicanos? Solicito el apoyo de campeones mexicanos en el retiro: la Chiquita González, el Finito López, Julio César Chávez, Marco Antonio Barrera, el Terrible    Morales…   Contrato a Ignacio Beristáin  para que los supervise y los entrene.   Y vámonos. ¿Cuántas medallas crees que cosecharían esos 11 boxeadores? Mínimo una, y esto es un pronóstico muy pesimista. Los boxeadores cubanos ganaron cuatro  medallas de oro y una  de bronce en Tokio 2020. De que se puede, se puede. Y les  voy más a los mexicanos.

Once boxeadores, cinco taekwondistas, cinco    especialistas en tiro con arco y cuatro participantes en 10,000 metros, marcha de 50 y 20 kilómetros y maratón; también seis  clavadistas. Alrededor de 50 deportistas mexicanos con posibilidades (reales) de obtener medallas. Y no más. 50 competidores selectos. Y adiós  al turismo deportivo en masa. 

Con 50 vas a gastar lo mismo, pero vas a obtener más medallas. Además, si practicantes de deportes de conjunto con profesionales, como futbol, basquetbol y beisbol,   desean asistir y logran la clasificación, que sus federaciones otorguen el financiamiento. Con dos partidos “moleros” de la selección  mayor en Estados Unidos sale para el viaje. Sin duda. Quedarían pendientes golf y tenis. Los padres o clubes privados pueden encargarse del financiamiento. A esas federaciones mejor no pedirles un dinero que te van a negar.

Y dejar de hacerle al encapuchado, con declaraciones demagógicas como: “Nuestros   deportistas cumplieron”, “Creo en la capacidad de nuestros atletas” y otras por el estilo. Mejor, una  ceremonia discreta en la Magdalena Mixhuca, a cargo del titular de la Conade  que sustituya (¡por favor!) a Ana Gabriela Guevara,  y ya la hicimos. 

Cambiaremos entonces la “cortina de humo” que inevitablemente acompaña a nuestra delegación cuando regresa y haremos una fiesta en grande, con la vitrina de medallas en un lugar especial.

Las opiniones expresadas en los artículos firmados son las de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de El Asegurador.

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