Un día, el alumno le preguntó al maestro: “Maestro, ¿por qué dices que tengo que sembrar mi propio árbol?”.
El maestro simplemente le respondió: “Para que no tengas que vivir a la sombra de nadie”.
Creo que la enseñanza es clarísima, y me parece que uno de los grandes logros en esta vida es alcanzar la autosuficiencia. Desafortunadamente, no todo el mundo lo entiende así y, paradójicamente, las personas se acostumbran a depender de otras personas.
La mayoría de las veces, esto sucede en los seres humanos por no haber generado la suficiente confianza en sí mismos. Por ello, muchos temen volar solos y no despliegan sus alas en todo su potencial.
La autosuficiencia tiene distintas facetas y diferentes aristas.
Al nacer, el ser humano es dependiente al ciento por ciento y va logrando la autonomía poco a poco, tanto en el aspecto básico, que significa atender sus necesidades más elementales, como en otros aspectos más complejos, como la autosuficiencia económica y una no menos importante, la autosuficiencia emocional.
Me parece que todo es cuestión de medida. Yo no podría estar más de acuerdo con el maestro, porque a la gente que se ha esforzado por lograr algo (y yo me incluyo en ese grupo) lo que menos le gusta es depender de otros. Y a mayor desenvolvimiento, y conforme vamos ganando esa confianza en nosotros mismos, se va adquiriendo ese gusto por evitar la dependencia respecto a otros.
Lograr la independencia económica es una de las mejores cosas que le puede pasar a cualquier persona. Eso representa vivir seguro y confiado en lo que puedes hacer como individuo. Es como el pájaro que se encuentra parado en una rama y no tiene temor en lo absoluto de que la rama se rompa, ya que su confianza no está en la rama, sino en sus alas.
Lo mismo sucede con la gente que ha aprendido a ganarse el sustento sin tener que depender de nadie más.
Todos dependemos en menor o mayor medida de otros, ya que estamos claramente interrelacionados, pero cuanta más autosuficiencia ganemos, mayor paz y tranquilidad tendremos.
Sin embargo, no basta solamente con la autosuficiencia económica, porque íntimamente ligado a ello existe otro aspecto de gran importancia, que es la autosuficiencia emocional.
¿Cuántas veces vemos gente que ha logrado ser económicamente autosuficiente pero que es totalmente dependiente emocionalmente y eso no le permite disfrutar la vida a plenitud?
De alguna manera se nos enseña a ser dependientes emocionales, porque la sociedad está muy enfocada en no desarrollar esa autosuficiencia emocional, que se logra trabajando en nuestro interior. Y el trabajar en ello se confunde con egoísmo, lo que me parece un error.
Tanto en lo económico como en lo emocional es fácil volverse dependiente. En el primer aspecto puede ser respecto a la familia o por medio de una relación laboral; y en el segundo mediante la gente con la que vivimos y convivimos.
Hay que saber distinguir cuándo dependemos de otros y en qué medida para poder trabajar en lograr la autosuficiencia.
Trabajar en ambas vertientes y avanzar con paso sólido nos va a permitir disfrutar la vida cada día de manera más plena.
No es fácil avanzar en estas habilidades, y menos hacerlo de manera simultánea. Pero el tiempo, esfuerzo e inteligencia que pongamos en ello nos van a recompensar con creces en el futuro.
Esto solamente se gana por medio de la experiencia, y para ello se requiere hacer mucho recorrido en esta vida, por lo que es difícil lograrlo en las primeras etapas de la existencia.
Les deseo a todos una vida plena, pero sobre todo para la última etapa (el invierno de nuestra vida), ya que todos merecemos lograr esa paz y tranquilidad que nos acerca a la felicidad, y la autosuficiencia es una de las mejores herramientas para ello.
Por eso, como bien dijo el maestro, más nos vale poner manos a la obra e ir sembrando nuestro propio árbol.