Estado de conciencia y metas

El Asegurador

Palabras más, palabras menos, se dice que un problema no puede resolverse  con el mismo estado de conciencia en el que se generó.   

Expresado de otra manera, la idea es que resulta inaceptable esperar que los resultados cambien si continuamos haciendo lo mismo.

Se afirma con frecuencia que “el cambio es la constante”, pero cambiar no es algo que cada uno de nosotros abrace amorosamente.

Queremos que determinadas situaciones cambien, pero que lo hagan sin que nosotros salgamos del estado en el que vivimos.

Nos cuesta mucho dejar atrás todo eso a lo cual nos hemos habituado, y preferimos seguir en ese  (a veces relativo) confort.

Repaso una vez más   Más allá de la cumbre,   obra de Zig Ziglar, y parece asistirle la razón al decir que es el miedo lo  que nos impide plantearnos nuevas metas, objetivos más elevados.

El miedo a la crítica no es poca cosa.

Y agrega que, en paralelo al miedo, en muchas ocasiones existe una autoimagen pobre que deriva en excusas para no dar el paso que nos conduciría a lo imaginado.

Todo eso se resume en que  nos gana nuestro estado de conciencia;  nos ganan los hábitos que nos han permitido alcanzar los resultados que hoy vivimos.

Por ahí leía y escuchaba sobre la denominada Ley de  la Asunción.      

Relacionada con lo previamente anotado, diríase que son muy pocos los que se asumen ganadores y actúan en consecuencia.

Es más fácil encontrar excusas que estar en consonancia con aquello que soñamos, porque, después de todo, no solo se trata de soñar, sino de comprometerse con la voluntad de  lograr las metas que nos proponemos.

Diríase, al leer esto, que se trata de asuntos sobados, muy reiterados,  meros conceptos manidos por infinidad de autores.

Y, sí, mucho se ha quedado en eso: en conocimiento no puesto en acción, cuando la acción es lo que revela cuán comprometida ha sido o es la decisión para cambiar, para plantearse nuevos objetivos, metas, propósitos elevados.

¿Cómo nos fue al cierre del primer semestre? Si nuestros resultados no fueron los que esperábamos,      quizá es hora de reflexionar y entender que corresponden  a lo que hicimos. Si fueron los esperados, también son consecuencia de lo que realizamos.

Asumir el compromiso de ser para hacer lo necesario y tener los resultados apetecidos no siempre es cosa fácil, repetimos, por ese apego a lo habitual.

¿Mantendremos el mismo ritmo durante el segundo semestre?

La respuesta la tiene cada uno de nosotros.

Si no llegamos a lo que deseábamos, es posible que no hayamos estado a la altura de eso que queríamos lograr.

Si llegamos, y hasta superamos lo previsto, es probable que hayamos hecho lo necesario y que incluso sea necesario revisar nuestras metas, ya que es muy probable  que estemos hechos para conseguir algo superior.

¿Nos atreveremos a dejar algo habitual que podría mantenernos  encadenados, privándonos de poner en práctica un potencial que está a la espera de ser liberado?

Más allá de las cifras, de los indicadores de nuestra efectividad o de la falta de ella, hay cosas que perseguir.

¿Será que nos asustan las metas y el riesgo de ser criticados por eventualmente no lograrlas?

Hace unos días, en cierto curso, escuchaba la presentación de uno de los participantes, que  hablaba de cómo una meta puede causarnos un estado emocional que se constituye en un freno para  la tarea de lograrla.      

Mencionaba ese participante en su breve conferencia un punto que me llamó la atención y que resumía en el hecho de que la atención estaba demasiado concentrada en el número, cuando la pasión exige ser vivida en esos elementos, esas acciones cotidianas que terminan por componer el gran número que buscamos construir.

De alguna manera hizo ver, como una y mil personas   han hecho y hacen, que vivimos demasiado en el pasado y en el futuro y nos olvidamos de vivir el presente, o llenándonos de motivos para vivirlo    en automático.

Por lo pronto, lo que podemos concluir es que fijarnos metas es relevante, sobre todo si lo hacemos desde un estado de conciencia acorde con  lo que nos planteemos, pero con el firme compromiso de lograrlas.

El otro compromiso radica en llevar un control cotidiano de las actividades que realizamos, un control que exige una planificación y un seguimiento que, con tropiezos y logros, terminan  por construir el futuro que deseamos.

El seguimiento es tan indispensable que quizá  por ello los mastermind  (que por lo general incluyen un seguimiento semanal de las  metas, que se trabajan día tras día durante el periodo anterior)   ayuden tanto a edificar los resultados establecidos.

¿Cómo andamos en todo esto?

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