Al 21 de junio de 2021, el número de muertos víctimas de la COVID-19 que contaban con seguro de Vida ascendía ya a 97,522. Para cuando usted lea estas líneas, la cifra habrá llegado tal vez a 100,000 decesos.
También al 21 de junio, la cantidad de asegurados con cobertura de Gastos Médicos se situó en 35,522.
Vista como catástrofe, para la industria aseguradora en México la COVID-19 tiene un costo de 2,055 millones de dólares, acercándose al huracán Wilma, que encabeza el ranking, con 2,367 millones de dólares.
Tales son los datos que reporta la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) en videoconferencia, reiterando la solidez del sector y su llamado a seguir cuidándose.
Que la AMIS invite a la sociedad a mantenerse alerta ante la enfermedad es conveniente en la medida en que, si bien el número de enfermos por la pandemia parece haber bajado su tendencia creciente, el ritmo en cuanto a fallecimientos se mantiene.
No obstante, si bien es cierto que en el ámbito del sector puede hablarse de solidez, también lo es que la fluidez en materia de atención a siniestros, sobre todo en el terreno de las indemnizaciones en seguro de Vida, se ha visto alterada.
No sorprende que se hayan presentado alteraciones en los procesos de atención de los siniestros y que las reclamaciones demoren un poco más de lo acostumbrado para su finiquito.
Citemos el ejemplo de una compañía ubicada en el top 10 de la industria que recibe hoy cinco veces más reclamaciones por seguro de Vida que antes del inicio de la pandemia, un fenómeno que, si bien es fácil entender en su dimensión numérica, reta a la estructura habitual para manejar la contingencia.
Es claro que contagiarse de COVID-19 puede desembocar en la atención médica o en la indemnización a los deudos cuando la consecuencia es la muerte.
Sin embargo, si bien cuando una compañía indemniza por el fallecimiento de un asegurado en Vida el caso termina ahí, no sucede lo mismo con aquellos que cayeron enfermos por este mal.
Aquí se está ante un reto no solo para la normalización de la salud del afectado, por así decirlo, sino para el proceso de suscripción y el cuidado de los asegurados.
No se trata de un tema banal, dado que los efectos en la siniestralidad terminarán registrándose si no se tiene la minuciosidad necesaria para resolver la amenaza que significa una selección tradicional en un escenario como la pandemia.
Habrá que ver hasta dónde llega la creatividad de las compañías de seguros en su afán de aventajar a las firmas competidoras. Si se dan los deslices, podrían generarse problemas a mediano y largo plazo.
¿Se endurecerán las condiciones de manera que haya una selección médica con mayores requisitos? ¿Veremos exámenes más exigentes? Es previsible que dentro de los lineamientos legales haya aseguradoras que tomen cartas en el asunto. Después de todo, se trata de administrar los recursos de los asegurados que conforman la mutualidad.
Es un hecho que ya hay empresas que no solo han pensado en las soluciones, sino que las han puesto en marcha, dentro y fuera de las propias instituciones del sector.
Un ambiente como el que vivimos ahora convoca, por su complejidad, a revisar las bondades de una administración de riesgos bien entendida que no se quede solo en la sugerencia de un seguro para una transferencia financiera.
Hoy en día, la administración de riesgos ha evolucionado considerando una serie de peligros que constituyen una amenaza para determinados actores de la sociedad, pero todo indica que habrá que regresar a los básicos en la materia para operar, como persona física o moral, con una mayor seguridad, con una garantía que no sea meramente conceptual.
En la actualidad, la información se ha quedado, como puede verse en el inicio de esta entrega, en los números, pero hay renglones que sin duda falta atacar con mayor puntualidad.
Con frecuencia se habla de lecciones derivadas de fenómenos como la pandemia, y no cabe duda de que los hechos señalan toda una variedad de ellas, tanto dentro del sistema, como a escala del sector, entre compañías y profesiones y en otras actividades relacionadas con los seguros.
Parece una ilusión vana querer mantenerse inalterados en cualquiera de los ámbitos señalados después de la sacudida que ha significado la pandemia de neumonía atípica.
¿Qué tanto has identificado y analizado las lecciones particulares derivadas de la COVID-19 y qué tanto has respondido a ellas?
No hay fase en el proceso integral de aseguramiento que esté libre de ver modificados algunos aspectos básicos o esenciales, seas asegurador, cliente o beneficiario.
Lamentablemente, pronto habrá que estar citando los 100,000 decesos de personas aseguradas en Vida.