Veníamos comentando algunos aspectos relacionados con la vigencia de la figura del agente de seguros ante la disrupción que había generado la entrada en juego y a plenitud de las insurtech, cuyo número llega ya a más de 30, todas perfectamente establecidas y en sólida y voyante operación.
La situación hasta antes de la contingencia sanitaria se orientaba a una erosión inexplicable e infundada del valor agregado que proporciona el agente de seguros. Se llegó al extremo de sugerir, veladamente, que comenzara su proceso de extinción.
Sin embargo, la crisis, en su papel de madre de todas las oportunidades (en este como en todos los sectores productivos del país), dio a luz a sus mejores hijos, en nuestro caso a los intermediarios digitalizados de seguros, que hoy se presentan en una versión reloaded, acompañados y adaptados a la nueva exigencia que el entorno mercantil, sanitario y generacional exige.
Así, apreciamos que el momento de verdad mostró la fortaleza del sector, pero además develó datos por demás interesantes. Solo señalaré el que, a mi juicio, ejemplifica de manera clara el entorno. Me refiero al seguro de Gastos Médicos Mayores; y es que 67 por ciento de las indemnizaciones asociadas a la COVID-19 pagadas por aseguradoras corresponde a planes colectivos, es decir, en alto porcentaje a prestaciones laborales. Eso implica, por definición, que la diferencia (23 por ciento) son seguros asociados a planes individuales.
Si bien es cierto que estos beneficios son apreciados por los colaboradores, ahora más que nunca serán un diferenciador clave que las organizaciones considerarán para captar y retener talento, e indiscutiblemente serán un nicho que revista aún mayor interés para competir con productos y coberturas flexibles, adaptados y adaptables a un costo justo.
De igual forma, el público en general ha observado con incredulidad y mayor sorpresa que, lamentablemente, el índice de mortalidad por COVID-19 en un hospital público es mucho mayor que el que se observa en el sistema privado de atención médica. Con corte al 13 de agosto, y con datos de la Secretaría de Salud, tenemos que por cada 10 pacientes que ingresan por este padecimiento a sistemas públicos de salud (IMSS y Sector Salud) fallecen 7.6. La proporción en el sector privado es de 1.6 (“La letalidad hospitalaria por COVID-19 en México: desigualdades institucionales”, reportaje de Mariano Sánchez Talanquer en la revista Nexos).
Es así como a golpe de realidad los escépticos del beneficio de contratar un seguro han comenzado a lamentar su mala apreciación; se han percatado de que la previsión vale más que la reacción irreflexiva o visceral (cuando dicha reacción existe, claro; porque en la mayoría de los casos lo que presenciamos es una indolencia acentuada).
No obstante, la labor de reivindicación del agente de seguros y su trabajo seguirá siendo compleja. No olvidemos que, paralelamente a la crisis de salud, estamos envueltos en una situación económica muy delicada. El escenario a corto plazo no es halagüeño. Así lo confirma el discurso oficial en boca del secretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez, en su participación ante diputados del Grupo Parlamentario de Morena, al señalar que la deuda crecerá entre 8 y 10 por ciento del PIB debido (según él) al tipo de cambio, lo que “obligaría a las autoridades de Hacienda a poner a la economía en una trayectoria descendente”.
El reto es monumental. La solidaridad y empatía hacia los más vulnerables debe canalizar el esfuerzo a la creación de esquemas de cobertura o hacia productos empaquetados de bajo costo y formas accesibles de pago que permitan coadyuvar en la viabilidad de la existencia, la salud y la salvaguarda patrimonial de los sectores menos favorecidos de la población.
Abro un paréntesis para señalar que la propuesta es adicional a los esquemas indemnizatorios que cobraron relevancia en esta época, no porque no existieran desde antes, sino porque fueron valorados precisamente por la claridad de sus condiciones y accesibilidad, tanto en el precio como en la forma de pago. Hasta aquí la digresión.
Además, la persuasión para su adquisición, a pesar de estar, como siempre, perfectamente justificada, no será tarea fácil. Aquí entra en juego la habilidad de agentes, corredores y brokers para revestir y apoyar las propuestas con sus respectivas ofertas de servicio. Es precisamente por esto por lo que se revalora la muy noble y trascendental actividad del intermediario de seguros.
Dejo claro que, andando el camino juntos, llegaremos más lejos; y en mejor condición, ni duda cabe. En esta consideración amalgamo la importancia de la nueva, irreversible y muy necesaria participación de las insurtech, en conjunto con los canales “tradicionales”. No sugiero complementación; por el contrario, sugiero la integración en pro de la fortaleza de todos y en beneficio del fin común: nuestros asegurados, quienes confían en nosotros y ponen esperanza, confianza y viabilidad patrimonial en nuestras manos. Para ellos estamos; a ellos nos debemos.
¡Te lo aseguro!