Querido lector, me alegra compartir estas líneas contigo.
¿Sabías que este ritual tan simpático que hace el personaje de Dr. House en la serie, con el pizarrón blanco y las preguntas, en verdad existe?
Sí. El método del “diagnóstico diferencial” es efectivamente una forma de llegar a una conclusión descartando, en forma deductiva, el padecimiento que puede (o no) estar afectando a un paciente. Esto se logra mediante la observación de los síntomas que éste presenta.
De hecho, ésa es una de las múltiples razones por las que se asocia la creación del personaje protagónico de la serie con el célebre Sherlock Holmes, un personaje también ficticio, producto de la imaginación de sir Arthur Conan Doyle. Holmes también usaba el método deductivo. Si tienes curiosidad por esta y otras particularidades del personaje, te sugiero leer el libro La filosofía de House, de William Irwin.
Traigo esto a la reflexión porque en ambos casos, desde luego con sus variantes, el método requiere, para ser más eficaz, contrastar las teorías y especulaciones con al menos otra persona, además del diagnosta, palabra con la que denominan en el doblaje al español la función de House.
A riesgo de ser repetitivo, haré hincapié en que la eficiencia en el uso del método descrito depende en gran medida de la calidad del debate y, por lo tanto, del interlocutor o interlocutores. Para el caso de Holmes, depende fuertemente de un Watson que cuestiona inquisitiva y constantemente; y esto es aún más evidente en House, que, con todo su sarcasmo y las pesadas bromas de las que hace objeto a su equipo, no puede avanzar sin ellos, a pesar de su genio. Tal es el caso que queda ilustrado en algún episodio de la serie donde, disgustado con su equipo médico, intenta hacer el diagnóstico diferencial… con el conserje. A pesar de la brillantez de House, con este interlocutor no se llega a ninguna parte.
Discutir con colegas, en el mejor y más constructivo sentido de la palabra, permite regresar sobre nuestros propios pasos, revisar nuestro proceso deductivo o confirmar o en su caso desechar las hipótesis en el camino de solución elegido. Eso se logra por un principio elemental que todos hemos escuchado en algún momento: Aprende más el tonto preguntando que el listo contestando. En la fórmula, todos podemos y debemos jugar ambos roles. Compartir conocimiento nos hace reforzarlo; incluso para nosotros mismos, aun si somos la persona que más conoce de un tema en la mesa.
Hasta aquí, con pleno derecho podría el querido lector preguntar: “¿Y qué rayos tiene esto que ver con la labor de un agente de seguros?”. Muy sencillo. El agente regular y frecuentemente realiza su trabajo solo. Y, siendo así, ¿cómo podría usar este método si lo deseara?
Comencemos por preguntarnos si es deseable hacerlo.
Creo que sí, porque lo que podemos ver en la bibliografía es que el trabajo en equipo inequívocamente supera los logros individuales. No abundaré en ello y lo tomaré como axioma. El resultado del grupo supera al de los individuos en su conjunto. A esto le llamamos sinergia. Creo que matemáticamente se expresa como 2 + 2 = 5.
Dado esto como un hecho aceptado, el agente de seguros, en su búsqueda de superación y crecimiento, de manera natural debería buscar esa otra voz que lo ayude a perfeccionar su diagnóstico, su consultoría, la asesoría que brinda a su cliente.
Aquí llego al punto medular de esta reflexión: si somos mejores trabajando en equipo pero laboramos individualmente, ¿a quién deberíamos acudir?
A las organizaciones grupales de nuestro sector.
No es la agrupación, colectividad o asociación la clave. Lo es la interacción con otros profesionales. Lo es el intercambio activo y saludable de puntos de vista. Como en el “diagnóstico diferencial”, es la pasión y el empeño por dar lo mejor de cada uno de los que participan lo que enriquece la contribución. En los médicos es para devolver la salud al paciente. En los agentes, para hacer la mejor gestión de riesgos de nuestro cliente.
Puede sonar trillada aquella frase de J. F. Kennedy, pero la usaré. La pronunció en un discurso presidencial, si no me equivoco, en una toma de protesta: “No pienses qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”.
Así es como debemos abordar el desafío de unirnos a una agrupación: buscando contribuir activamente. Lo asombroso en el ser humano es que, cuando lo hacemos de ese modo, invariablemente recibimos más de lo que damos.
Escoge un grupo, el que tú prefieras. Yo no acostumbro hacer referencias personales en mis colaboraciones, pero en esta ocasión haré una excepción.
Yo soy presidente del Comité de Tecnología de Amasfac. También participo en la Asociación Insurtech México y soy consejero en el recientemente creado Club de Empresarios en Seguros.
En cada uno de esos foros busco sumar, aportar, contribuir, y siempre recibo más de lo que aporto; y eso me motiva y me desafía a continuar.
Te invito a que elijas un lugar para brindarte.
Te sorprenderás.