¿Qué es lo que he visto y vivido en un más de mes y medio de encierro obligado?
Creo que todos nos cuestionamos muchas cosas fundamentales en nuestra vida, pero tengo la impresión de que lo hacemos de manera superficial. A veces es difícil detenerse a reflexionar para tratar de entender las cosas de vital importancia, como tomar la decisión de hacer cambios importantes, y me parece que esto sucede porque difícilmente tenemos el tiempo y el espacio para hacer una pausa dentro de nuestras labores cotidianas y meditar sobre algo con profundidad.
¿Alguna vez has sentido, querido lector, que la vida va tan rápido y es tan confusa que parece que viajáramos en un carrusel dando vueltas y vueltas y te dan ganas de decir: “¡Paren la vida por favor, que me quiero bajar!”? ¿Te ha sucedido? Pues ¿qué crees? Que hace justo unas semanas sucedió lo que a veces solo imaginamos: es como si hubiesen parado el carrusel.
La vida tiene muy diversas formas de concedernos ciertos deseos, y habrá gente que no capte la dimensión de lo que nos está pasando, pero muchos y en muchos países del mundo de repente tuvimos que detener nuestro ajetreo para iniciar un encierro, como decíamos de niños, “voluntariamente a fuerzas”.
Sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta cuánto tiempo va a durar esto, adónde nos va a llevar ni qué dimensión va a alcanzar.
Aquí es donde viene la resistencia: todos nos resistimos a cambiar; queremos que regrese la normalidad de nuestra consuetudinaria rutina, aquello a lo que estábamos acostumbrados; en otras palabras, y quizá para ser más radicales, podríamos decir que estamos desesperados por que nos regresen la vida, al menos tal como la conocíamos.
Me parece que la mayoría de la gente que ha detenido su actividad a causa de esta restricción de contacto social ha entendido la magnitud del problema; pero hay otros que definitivamente no tienen remedio o no alcanzan siquiera a vislumbrar lo que esta pandemia puede llegar a representar.
Hay otros que no pueden parar. Algunos son verdaderos héroes porque trabajan en el sector salud o en la cadena alimentaria y arriesgan la vida para servir a los demás. Deberían tener un mejor reconocimiento por parte de la sociedad, en vez de ser agredidos como consecuencia de la terrible ignorancia de la gente.
Otros, desafortunadamente, viven al día; y, si no salen, no comen.
En lo personal, mi familia y yo somos parte del grupo de los afortunados que pudieron parar, y nos encerramos desde el 13 de marzo pasado. Desde entonces no hemos salido de casa.
Seguramente, todos estamos pensando en cómo reinventarnos, pero no es fácil llevar esto a la práctica. Debo decirles que la “normalidad”, tal como la conocíamos antes, difícilmente va a regresar.
Pienso que los seres humanos normales, como yo, que estamos acostumbrados a trabajar, a vivir del producto de nuestro trabajo y a ir mejorando a lo largo de los años y con base en el esfuerzo, no nos imaginábamos que iba a pasar algo como lo que estamos viviendo.
Podemos cuestionarnos muchas cosas y tener dudas sobre lo que nos agrada o desagrada; podemos apoyar ciertas causas sociales y tener ciertos ideales; pero al fin y al cabo la espiral de la vida nos va jalando al lugar al que la mayoría de la gente va.
Me refiero al materialismo, al consumismo. Nos dejamos llevar por el deseo de adquirir un mejor auto o una casa más grande y cómoda; posteriormente deseamos tener una casa de vacaciones, y vamos adquiriendo ciertas costumbres, casi vicios, como gastar de más en ropa, arrastrados por la moda y por el deseo, que se nos aviva mediante una serie de estímulos e influencias externas. Pero en realidad, y muy en el inconsciente, siempre nos cuestionamos si todos esos bienes son necesarios.
Y de repente un día, y de la forma más extraña, la vida nos hace parar. De pronto nos damos cuenta de que llevamos al menos 45 días vistiendo de manera simple y cómoda; de que no usamos reloj; de que nos damos nuestros lujos en cuanto al tiempo, porque de entrada no tenemos que perder una hora y media o dos en el tráfico. Y de pronto nos vienen, como ráfagas de luz, ciertos pensamientos que nos dicen que tenemos demasiadas cosas que no necesitamos.
La mayor parte de estos 45 días la he vivido vistiendo playera, bermudas y chanclas, y me doy cuenta de que esto es una maravilla. De pronto entras en tu vestidor y ves una exageración de ropa que no necesitas, y te preguntas: “¿En qué estaba pensando cuando compré toda esta ropa?”.
De pronto te percatas de que, como eso, otras tantas cosas que no requieres te están quitando energía y espacio mental.
Por lo menos, yo no extraño tomar el auto y gastarme en el tráfico dos horas al día para ir a la oficina y regresar. La verdad es que estoy muy bien sin ese trayecto y utilizando ese tiempo en otra cosa.
¿Qué es lo que extraño de mi vida pasada?
Comer con mis hermanos en mi oficina.
Salir a comer a restaurantes con mi familia.
Los viajes de vacaciones con la familia, que por fortuna y por mi tipo de actividad ya hacía con bastante frecuencia.
Sin embargo, también me pregunto: “¿Podría vivir sin ello?”, y de verdad creo que algo así deberíamos cuestionárnoslo todos. No me detengo a pensar mucho en otras actividades ni en las cosas que extraño de mi antigua vida. Creo que debemos enfocarnos en el presente, y éste nos dice que lo más sensato por el momento es quedarnos en casa.
Debemos ir encontrando la manera de ser productivos desde casa y de ser felices con lo que tenemos.
Tengo sentimientos encontrados porque, aunque extraño ciertas cosas, también pienso que al habernos detenido el planeta se está recuperando de tanto abuso que le hemos infligido los seres humanos; pero al mismo tiempo me digo que, si esto acaba pronto y podemos volver a salir sin peligro, en un momento volveremos a lo mismo, es decir, a seguir abusando del planeta.
Creo que hay mucha gente que no está reflexionando, y no ven la hora en que le suelten la cuerda para volver a lo de antes, y seguramente con mayor fuerza. Entonces harán con ímpetu todo lo que dejaron de hacer en este tiempo.
Ojalá que me equivoque; ojalá que mucha gente recapacite y reflexione en lo que es necesario e importante y en lo que es superfluo e innecesario; ojalá muchos se arriesguen a adoptar una vida diferente en la que la escala de valores tienda más a lo espiritual que a lo material; ojalá que esta pandemia no se lleve a tanta gente, sobre todo que no mueran quienes más aportan a la humanidad. Pero desafortunadamente este tipo de bichos no hace distingos.
No sé qué vaya a resultar de esta difícil prueba, pero ojalá que al final el saldo sea positivo y de alguna manera la tragedia logre hacernos tomar conciencia. Ojalá que, en lugar de suscitar en nosotros esa renuencia a dejar nuestros antiguos hábitos, esta pandemia nos lleve de la resistencia a la resiliencia.