Es increíble observar que hay muchos agentes de seguros que pasan una buena parte del inicio de su carrera tratando de autoconvencerse de que vender seguros es bueno y de que ésta es una profesión que obviamente no es para dar pena.
Me acuerdo de que en una de muchas pláticas que tuve antes de empezar en esta profesión, que tanto amo hoy, le dije a un promotor: “Toño, vender seguros ¡simplemente no es sexy!”, y después me reí.
Su respuesta fue: “Créeme que ya que estás dentro es muy sexy”. Y yo pensaba: “¿Será?”.
Para todos aquellos que arribamos a este sector sin ningún antecedente en el medio, llegar fue dar un giro a nuestra carrera. En mi caso significó dar un giro radical. Vender seguros no tenía nada que ver con lo que hacía ni con lo que había estudiado.
Venía de un mundo corporativo en el que casi les daban el pésame a los que se iban, como diciendo: “Pobre, ¿qué irá a hacer ahora que ya no trabaje aquí?”. Como si pensaran que después de esa compañía y de ese mundo de “ejecutivos” y “glamour” no habría nada más. Es un fenómeno muy peculiar.
Entonces imagínate lo que me pasó al salir de aquella compañía, en donde había estado formándome profesionalmente y creciendo durante 10 años, y decir que iba a vender seguros. Esto después de una trayectoria de 15 años continuos en varias empresas de prestigio.
Recuerdo que los primeros días en que me preguntaban: “¿Adónde te vas?”, contestaba muy rápido y en voz baja, casi para que fuera imposible entender mi respuesta. O había algunas veces que no decía la verdad.
En realidad, yo ya tenía todo planeado. Salía de mi último empleo el viernes 15 de noviembre, y el lunes 18 de noviembre iría a la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas a recoger mi cédula definitiva.
Porque ya me había preparado con un curso en línea y había presentado los exámenes con anticipación, es decir, cuando estaba empleada aún. A pesar de todo esto, y aun con lo decidida que estaba a iniciarme en este negocio, tenía esta horrible sensación, me daba “un poco” de pena decirlo.
Luché con este sentimiento unos meses. La realidad es que, analizando en perspectiva, es igual que cualquiera que inicia un negocio nuevo de algo que no conoce todavía tan bien. Al principio te sientes con algunos titubeos e inseguridades al respecto, porque tienes miedo de haber tomado la decisión incorrecta y porque en muchos casos necesitas vender y levantar ese negocio lo más pronto posible para generar dinero. Poco a poco te vas sintiendo cómodo, y no solo por los resultados obtenidos o los ingresos generados. Te vas sintiendo motivado porque ya sabes mucho más de aquello de lo que se trata tu propio negocio.
Y entonces empieza este sentimiento de seguridad que empodera enormemente y es muy importante; empieza esta confianza en ti y en este sector, que es maravilloso. Lo más increíble de todo esto es que justamente esa sensación de seguridad se proyecta y se percibe a kilómetros, lo cual hace que más personas te quieran comprar o te pidan una asesoría.
Ten en cuenta que para que ocurra todo esto necesitas muchas cosas, ¡y una de ellas es tiempo! Quizá es normal que no te sientas así de seguro el primer día. A mí me tomó tiempo entender que, efectivamente, no volvería a mandar un currículo solicitando un empleo porque amaba mucho más lo que estaba haciendo que lo que hacía antes; y, aun cuando había días complicados, estaba decidida y pensaba: “Ahora me sale porque me sale”.
Además de las razones obvias por las que no deberías sentir pena al vender seguros, te puedo decir que siempre que tengas esos fantasmas hablándote al oído recuerdes que los clientes o prospectos no te están haciendo un favor al recibirte o comprarte: tú les estás brindando un servicio a ellos y una asesoría que les puede cambiar la vida en un momento crítico. Es decir, si acaso podemos decir que alguien “hace un favor”, eres tú quien se lo hace a ellos, y no al revés. Sobre todo cuando eres un agente bien preparado, que estudia, que crece, que cuida su negocio y a sus clientes.
En este increíble negocio hay personas de todas las edades y en todas las etapas de vida: jovencitos de 20, hombres jóvenes de 30 o 40, personas que comienzan su madurez, de 50, y hasta conozco a varios agentes que frisan en los 80… Así que no hay ni edad ni momento perfectos para iniciar, para seguir aprendiendo, para alcanzar las metas o consolidarse. Hay mercado y espacio para que todos logremos nuestras propias metas. Simplemente, si llegaste aquí y te apasiona lo que haces, siéntete orgulloso porque hacemos algo muy bueno por la sociedad; prepárate y ve con todo.
La única “receta” para que te sientas cada vez más seguro de tu negocio o de esta profesión es que te prepares. Estudiar, programar tu mente, leer, ir a muchas citas, tomar cursos, tener un coach personal, preguntarles a quienes consideres más expertos que tú… Si amas lo que estás haciendo y además te preparas, no tengas duda de que finalmente te vas a sentir cómodo, muy orgulloso de lo que haces y de que vas a alcanzar el éxito que tengas en mente.
La pregunta es: ¿qué historia te estás contando a ti mismo sobre tu éxito profesional?