Sin duda, uno de los comentarios que más he escuchado a lo largo de los años en boca de agentes y promotores exitosos es que quisieran, como uno de sus mayores sueños, que sus hijos continuaran su labor y abrazaran la profesión. Es común, por otro lado, encontrar promotorías y despachos en donde ambos cónyuges participan y conjuntamente llegan a obtener importantes logros. Estos despachos o promotorías entran dentro de una categoría muy importante de empresas que es la denominada empresa familiar. Saber tener éxito en el manejo de este tipo de negocios representa un reto muy importante, y ya no digamos respecto a la sucesión, que tiene una complejidad mucho mayor.
Se define a la empresa familiar como “aquella en la que la propiedad y dirección están concentradas dentro de una unidad familiar. Los miembros de ese grupo se esfuerzan para lograr, mantener o aumentar las relaciones intraorganizacionales basadas en las relaciones de familia”. No es ningún secreto que estas empresas, por sus características, tienen retos muy distintos, y en muchas ocasiones mucho más complejos que los de una empresa institucional.
El primer reto al que se enfrentan promotorías y despachos dirigidos por miembros de una familia es que las decisiones de negocio en muchas ocasiones se mezclan con la relación personal entre miembros de la familia. En un negocio, los conflictos suelen ser parte del trabajo diario; en cambio, cuando los miembros de la empresa son familiares, estos conflictos suelen ser mayores al tener muchos otros factores en juego. Resentimiento, celos, menosprecio, enojo, inseguridad, miedo y otras emociones que surgen de situaciones familiares se llevan al negocio y hacen mucho más complejo su manejo institucional.
Otro problema que se ha de vencer y que observamos frecuentemente en empresas familiares, sobre todo en las ya un poco más grandes, es que no existe dentro de la organización una definición clara de funciones, responsabilidades y cadena de mando o control. Esta situación causa que las estructuras organizacionales no sean claras y, por lo tanto, sean poco eficaces. Es muy común observar cómo un miembro de la familia tiene una posición de autoridad en el negocio pero en muchas ocasiones no cuenta con la experiencia, habilidad ni diseño organizacional para que ese puesto rinda frutos. Esto confunde mucho al personal y termina por hacer que se pierda la estructura administrativa, puesto que no existen responsabilidades claras.
En empresas familiares más pequeñas, uno de los principales vicios que existen muy a menudo es que las finanzas de la empresa están mezcladas con las finanzas de la casa: no existen presupuestos de la empresa ni existe una definición clara de inversión, flujos de negocio, rentabilidad, etcétera. Esta situación en algunos casos limita gravemente las posibilidades de crecimiento de la empresa. Sin embargo, en muchos otros también provoca que no exista control sobre las finanzas ni de la casa ni del negocio; y, por lo tanto, se presenta un manejo deficiente y erróneo de ambas.
Existe, a su vez, en negocios familiares en donde ambos cónyuges participan dentro de la operación, un riesgo de extinción de la empresa en el largo plazo mayor, ya que en caso de un rompimiento familiar es muy difícil que el negocio sobreviva como empresa. Son muy pocos los matrimonios que se ponen de acuerdo en periodos de calma y cuando la relación es cordial respecto a qué sucedería en caso de rompimiento. Cuando hay un negocio de por medio, con empleados, clientes, proveedores y terceros que dependen de él, es vital que dicha situación se tome muy en cuenta. Lamentablemente, esto no es lo común.
Existe también un problema grave que surge en el seno de las empresas familiares. Este problema es que en muchas ocasiones los hijos se sienten obligados a entrar en el negocio familiar, con indeseables consecuencias para ellos y para el negocio. No es ningún secreto que, como padres, muchas veces “obligamos” a nuestros hijos a vivir nuestros propios sueños, mermando y cortando de tajo las inquietudes, sueños y habilidades propios de aquellos a quienes más amamos. ¿Qué será mejor: que nuestros hijos sean nuestros socios en nuestros sueños o que nosotros seamos los socios de los que ellos imaginan para su propia vida?
Desafortunadamente, nuestra industria está llena de empresas en decadencia acelerada por un rendimiento deficiente de los hijos como líderes de ellas. En este punto quiero ser muy claro afirmando que esto, en el 99 por ciento de los casos que conozco, no es responsabilidad del hijo, sino de los padres, que “forzaron” a los vástagos a tomar una profesión que ellos no solo no querían, sino para la cual se mostraban incapaces, pues carecían del perfil y de las habilidades requeridas para tener éxito ahí. Existen muchas formas de “obligar” a un hijo a trabajar con uno: manipular, pagar un sueldo mayor al que podrían obtener de entrada ellos solos en una empresa ajena, facilitar el camino, promesas de largo plazo, etcétera. Debemos ser sumamente cuidadosos con esta situación y no dejar que nuestros sueños aplasten la vida de nuestros hijos.
Por último, un reto complicado de transitar con éxito es la sucesión de una empresa familiar. Cada uno de los factores antes mencionados, ahora mezclados, hacen que la transmisión del liderazgo y control sea una hazaña muy árida para todas las partes si no se acomete con la asesoría y conocimientos adecuados. En las siguientes entregas de esta columna iremos analizando a fondo cada una de estas situaciones y presentaremos soluciones y alternativas que he encontrado estudiando a los expertos y en la práctica de quienes ya lo han logrado, y con mucho éxito.
No es la intención de esta columna criticar o mostrar una posición en contra de una empresa familiar; todo lo contrario. Creo que en nuestra industria éste es un tema sumamente común y, por lo tanto, creo que deben conocerse muy bien los riesgos y retos a los que uno se enfrenta, con el único objetivo de aprender y diseñar la forma de sortearlos con buen resultado. Seguiremos explorando este tema, y espero que en un tiempo razonablemente corto logre despertar en los lectores la inquietud de seguir preparándose, y no solo para triunfar en los negocios, sino también para hacer prosperar lo más importante que tenemos: la familia.