LOS PRONÓSTICOS de “crecimiento” del país han venido a la baja desde los primeros días del año anterior hasta los últimos de apenas una semana. Se han ido viendo reducidos desde alrededor de 2 por ciento hasta menos de 0.9 por ciento, una reducción mayor a 50 por ciento de la base de referencia o, de manera más prosaica, un verdadero frenazo con rechinido de llantas, humo blanco y demás parafernalia.
PARECE, ADEMÁS, QUE las calificadoras están revisando continuamente el tema y predicen todavía un escenario peor hacia el final del año. Ya algunas aventuran un índice de apenas 0.5 por ciento. Las declaraciones provienen de expertos en economía, con independencia de banderas políticas identificables. Lo que sí identifican son acciones que intervienen en la construcción de los indicadores y que influyen a favor o de manera adversa; y no sólo en su opinión sobre la economía mexicana, sino también en la opinión que expresan sobre la economía de la mayoría de los países.
DE LO ANTERIOR SE DESPRENDE que dichas empresas no están viendo a quién joder o a quién favorecer con sus análisis. Vale la aclaración, ya que, sí, hay quienes de verdad creen que a las calificadoras “alguien” les paga para dar tales o cuales cifras. Es decir, no son datos que se escupen desde una curul sin más información económica que la que da el Inegi, más los datos del tipo de cambio, la inflación, el indicador de la bolsa de valores y los precios del súper. No.
NO SE TRATA ENTONCES de fifís, conservadores, retrógrados, necios o enemigos del régimen (que tiene dos detractores por cada mexicano); se trata de cifras emanadas de análisis complejos, periódicos y alimentados con múltiples variables (algunas de ellas tan poco usuales que ni siquiera pasan por la frente de los curuleros).
EL PRONÓSTICO ESTÁ AHÍ. ¿Quién tiene la culpa?… La polarización social provocada con la peor intención desde el Poder Ejecutivo produce precisamente los dos extremos en cuanto al “culpable”; o es Peña o es el Peje. No hay más. Los primeros, para defender lo indefendible del último régimen de la mafia del poder; y los segundos, para defender lo indefendible del régimen actual, es decir, la mafia del “no poder”.
EVITANDO ENTRAR en ese juego que está desgastando la vida cotidiana de los mexicanos en general, habrá que admitir que lo desagradable de los números anunciados tiene también factores externos, mundiales. No es exclusivo de México ese escenario recesivo (otra cosa que se quiere negar). Esconder la cabeza no hace desaparecer el problema, sólo estimula una creatividad enferma para producir toda clase de disculpas, dispensas y excusas para intentar negarlo.
LO QUE DEBE HACERSE es aceptar el fenómeno y empezar a pensar en las consecuencias y en las correspondientes medidas para reducirlas de la mejor forma posible. En efecto, el fenómeno ya está ahí. En unos países peor que en otros, pero es un hecho incontrovertible.
POR MÁS QUE SE DIGA que la economía nacional depende de la del gigante de Concacaf, quiero decir, del gigante económico del mundo, o sea Estados Unidos; por más que se diga eso, muchos analistas se preguntan por qué entonces mientras que los que moran al norte del Bravo muestran signos de crecimiento, fortaleza de moneda y estabilidad económica, a sus vecinos del patio trasero les está yendo tan mal. Ciertamente no será fácil explicar eso.
PERO, UNA VEZ ACEPTADA la realidad, puede empezarse a identificar determinados escenarios relativos a cada actividad a partir de su propia experiencia y conocimiento. Por ejemplo, los ensambladores de automóviles tendrán su visión de corto, mediano y largo plazo. Lo mismo sucederá con los productores y transformadores de acero y otros minerales; igual harán los fabricantes y distribuidores de medicamentos, la industria turística y demás actividades sustantivas del país.
SOBRE EL SECTOR FINANCIERO, los principales actores tendrán ya sus proyecciones en al menos los escenarios básicos: optimista, de tendencia y pesimista; y en todos los casos pondrán los índices de probabilidad y esperanza matemática de ocurrencia. A partir de ellos estarán elaborando estrategias y tácticas que reduzcan el impacto de lo que se ve venir; también, otras dirigidas al máximo aprovechamiento del caso, encontrando aquello que puede transformarse de efecto adverso en oportunidad favorable.
EN ESE SENTIDO, ¿cuál o cuáles serán las estrategias que está diseñando el sector asegurador? Sabido es que con un desfase ligero el comportamiento de nuestro sector va reproduciendo las tendencias y pendientes de la curvas de desempeño de la economía nacional. De modo que un pronóstico simple puede elaborarse sobre los que se diseñen para el devenir del país. Las preguntas serían: ¿hay alguna posibilidad de generar medidas disruptivas a esa dependencia? ¿Hay algo que antes no se ha hecho, o de plano hasta se ha desechado, que pudiera provocar un sesgo que permita al sector no estar condenado al sombrío panorama que se divisa para el país?
EL DESDEPENDENCIADOR que lo desdependenciadice será un buen desdependenciador.