La incorporación de la tecnología en la dinámica social y empresarial de los países se ha producido    de manera tan acelerada que sectores con un perfil operativo tradicional, como el de seguros, han tenido que apretar el paso para entender el embate de los nuevos desafíos, representados hoy por    los riesgos emergentes, cuya identificación y medición forman el meollo de todo esfuerzo.

Durante el panel denominado “Las perspectivas de aseguramiento de los riesgos emergentes”, que se presentó  en la 29.ª Convención de Aseguradores, de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), Patricio Belaunzarán, socio líder actuarial y de riesgos de EY; Jaana Remes, economista y socia de McKinsey Global Institute;  Matías Gonzalo Llosas, gestor de equipos de entrega de BPO y BTO; y Fernando Solís Soberón, director general de Ahorro y Previsión de Grupo Financiero Banorte, quien moderó la mesa, ofrecieron sus consideraciones en torno a este tema, que causa mucha incertidumbre entre los profesionales del aseguramiento.

Los panelistas   coincidieron en señalar que   para que el sector asegurador pueda contribuir a gestionar  los riesgos emergentes de manera adecuada es necesario emprender acciones diferentes para identificarlos y entenderlos,  toda vez que, por su acelerada aparición y mutación, pretender suscribirlos a la manera de los riesgos tradicionales causará en el proceso  la generación de huecos de información que complicarán el ofrecimiento de soluciones eficaces de aseguramiento.  

Por esta razón, los participantes dijeron  que, ante el nuevo reto de encarar y entender los riesgos emergentes, las aseguradoras necesitan indagar en otras fuentes de información mucho más inmediatas, como   las redes sociales, y sustraer de ahí aquellos datos que puedan nutrir el panorama de los factores de riesgo que existen en la cotidianidad. Ya no es posible trabajar solamente con datos estadísticos, cuyas referencias  llegan a tener una antigüedad de entre dos o más años. Eso solo pasaba con los riesgos tradicionales.

Riesgos sociales y geopolíticos

Para Matías Gonzalo Llosas, algo que está ocurriendo con el aseguramiento de los riesgos emergentes  es que, al haber una escasez grave de datos frescos y de entendimiento sobre el tema, la ponderación de tales amenazas  termina siendo demasiado frágil y precaria tanto para la aseguradora como para el asegurado. Solo basta observar cómo en los procesos de producción de algunas organizaciones la nanotecnología ha hecho que el trabajo sea diferente y más flexible, pero también podrá desencadenar  riesgos nuevos, y actualmente se tienen pocos parámetros para su medición.

De tal manera que los riesgos que tienen que ver con el trabajo, con lo social, con el clima, con las enfermedades nuevas, con las pandemias que ya se ciernen, etcétera, demandan el  acopio de información mucho más actualizada que facilite el trabajo de hacer proyecciones y estimaciones mucho más precisas.    

Por tal motivo, Gonzalo Llosas hizo la recomendación de utilizar más los datos provenientes de fuentes como las ya señaladas, estandarizarlos y habilitarlos en un sistema que   pueda medirlos de alguna manera para saber qué está pasando en el entorno y advertir cuáles son los riesgos a los que se exponen los consumidores de seguros.

Riesgos climáticos y tecnológicos

Para Jaana Remes, hace 10 años, el hecho de hablar de cambio inducido por  la tecnología equivalía a imaginar un escenario de transición lenta; hoy las transformaciones  de esa naturaleza ocurren de la noche a la mañana, y desde todas las direcciones. Ante tales mutaciones,   las aseguradoras necesitan estar alertas para identificar cuáles de todas ellas van a incidir en el rumbo de este negocio o en el de sus clientes.

“Con esto quiero decir  que tenemos que mantener  los ojos bien abiertos para afrontar las sorpresas de, por ejemplo, el efecto  del clima, que, al igual que el riesgo tecnológico, es inesperado, y sin duda puede llegar a ser sistémico”, expresó.

Desde su experiencia en tecnología, Jaana Remes considera que es muy claro que hasta 50 por ciento de las actividades manuales que hoy  hacemos serán automatizadas con tecnología. ¿Eso no quiere decir que 50 por ciento de los trabajos van a desaparecer o cambiar? No necesariamente, más bien quiere decir que hay ciertos trabajos que serán automatizados, sobre todo aquellos que son físico- repetibles: En esos será en lo que  habrá robots. “Los trabajos que son muy difíciles para automatizar son aquellos que requieran de el juicio y tacto humano”.

Administración de los riesgos emergentes

Finalmente, Patricio Belaunzarán  invitó a los presentes a reflexionar sobre la forma en que se están administrando los riesgos emergentes:  si se gestionan como tradicionalmente se atienden los riesgos comunes o si se los trata como riesgos de naturaleza desconocida y de implicaciones aún ignotas.        

Una   segunda reflexión, agregó Belaunzarán, es entender si los riesgos que hoy se están gestionando en realidad son de tal índole  que podrían llevar a la quiebra a una aseguradora o a cualquiera de nuestros clientes. “Si no se han respondido eso, tal vez están tomando a la ligera los riesgos emergentes, que pueden volver  vulnerable su operación y la de sus clientes”.

Para dar mayor respaldo a su argumentación,  el expositor señaló que ya existe una metodología para la identificación de riesgos denominada Pestel, que analiza y clasifica las familias de riesgos emergentes y divide a éstos según su ámbito de influencia: política, economía, sociedad, tecnología, regulación y entorno.

Sin embargo, Patricio Belaunzarán indicó que para la correcta aplicación de la metodología es imprescindible reflexionar ampliamente sobre la manera en que  podría afectar, por ejemplo, el cambio de gobierno o el tipo de cambio a las familias: cada acontecimiento sucede en el entorno e implica riesgos muchas veces no advertidos.

Lo expuesto por el panelista fue una invitación a que las aseguradoras incluyan dentro de sus marcos de referencia de administración de riesgos  encuestas de sensibilización y cuestionarios con los que se puedan identificar los riesgos más sensibles a los que se enfrenta el asegurado, lo que ofrece un panorama diferente de respuestas para mitigarlos.             

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