La gestión es hacer las cosas bien; el liderazgo es hacer las cosas correctas.
Peter Ferdinand Drucker (1909-2005), profesor de negocios, tratadista y estudioso de la administración
En su obra titulada ¿Por qué fracasan los países?, Kamer Daron Acemoğlu y James Alan Robinson realizan un análisis profundo y descriptivo de muchas regiones del mundo (entre ellas México) y examinan los porqués de las diferencias de comportamiento, cultura y economía en zonas como nuestra frontera norte, en donde podemos constatar diferencias abismales con solo cruzar una cerca y a distancias de no más de 500 metros.
Increíble, ¿no les parece?
Al analizar el texto podemos encontrar fundamentalmente que los países que lograron establecerse como economías y sociedades avanzadas durante el camino de su historia lograron crear instituciones fuertes, con modelos de gestión y valores bien definidos pero a la vez dinámicos.
Estas instituciones parten en un inicio de la sociedad civil, como las comunidades vecinales o estudiantiles, en las que los ciudadanos van acostumbrándose desde niños a vivir la pluralidad, la visión de largo plazo y, sobre todo, el sano debate y confrontación de ideas divergentes, cosa que, a la inversa, no se puede experimentar cotidianamente en las sociedades que no han logrado este estatus social y que por consecuencia tampoco son avanzadas en el aspecto económico.
Factores como la salud, las condiciones climáticas y la ubicación geográfica, así como el peso de las decisiones históricas, también han marcado el devenir de los países. Naturalmente, los intereses políticos y económicos han influido; y, por último, es de llamar la atención que, con prosperidad o sin ella, los seres humanos hemos depredado el ambiente.
Así las cosas, será muy importante crear, refundar o auspiciar instituciones que fortalezcan el entorno social y de trabajo.
“¡Al diablo con las instituciones!”
La famosa frase de este subtítulo (hay quienes defienden que nunca fue pronunciada por nuestro actual presidente) simboliza justamente el momento que atraviesa nuestro amado México y muchas de las instituciones que nos rodean.
Ciertamente es momento de cuestionar la existencia, vigencia y trayectoria de muchas de las instituciones públicas y privadas que existen en nuestro medio y en nuestro Gobierno; y es ahora justamente cuando los ciudadanos podemos retomar el mando de nuestro ejercicio social, sin pretender hacerlo desde la arena política partidista, pero sí desde la acción conjunta con las instituciones que tenemos cerca; por ejemplo, la comunidad vecinal, las instituciones gremiales o los centros educativos a los que asisten nuestros hijos.
Y, al mencionar en mis conferencias este asunto de la participación, frecuentemente me cuestionan; o me preguntan qué se obtiene por apoyar o pertenecer a una institución o colaborar con ella o con alguna asociación y sus líderes. Y mi respuesta invariablemente es firme:
“Es útil apoyar o intentar participar en las instituciones existentes, independientemente de que no coincidamos con las ideas, el carácter o la personalidad del líder en turno”. Afortunadamente, las instituciones con trayectoria superan incluso a sus malos líderes. De hecho, no creo que haya malos líderes, sino que éstos son muchas veces la consecuencia de la apatía que mostramos por décadas frente a las instituciones. Eso es lo que provoca que surjan liderazgos manipuladores o mal calificados para la organización o asociación que dirigen.
Es aquí donde adquiere toda su validez la frase que da título a esta colaboración:
Benditas sean las instituciones que pueden soportar incluso a malos líderes, ya que las primeras permanecen, pero los segundos pasan.
El mayor riesgo surge cuando el liderazgo pretende eternizarse o dejar a sus sucesores ideológicos en el cargo; ya lo hemos vivido, y lo vemos hoy con tristeza en muchos países.
La actual paradoja de la trayectoria
Un tema que finalmente llama la atención es que muchas instituciones tienen desequilibrios naturales cuando llega (o no llega) el cambio o relevo generacional. Podemos observar incongruencias como que el Senado (palabra que proviene de la misma raíz que dio origen a la palabra senectud) esté colmado de jóvenes y, paradójicamente, las secretarías y cargos públicos, donde se necesitan ideas nuevas, rebosen de personas de la tercera edad.
Así, en muchas instituciones, el relevo generacional puede ser urgente cuando los órganos de decisión están copados por sus fundadores; y es urgente un cambio para que más voces jóvenes se escuchen en la toma de decisiones y proyectos.
Hoy en día, también paradójicamente, la expresión trayectoria para las instituciones es muy cuestionada por los jóvenes en virtud de que a éstos les suena a aburrimiento y acartonamiento el hecho de que una institución tenga 50 años o más, y para nada les es atractiva. Esto obedece a que las empresas que ellos conocen hoy tienen poco tiempo o se han establecido borrando a otras con mayor “trayectoria” pero que eran obsoletas e ineficientes.
Un comentario que también les he hecho a personas que encuentro en el camino y que se quejan de las instituciones existentes es que, si no les gustan, funden otras; aunque este acto es por supuesto criticado y combatido por las instituciones existentes, pues se pretende vivir en un mundo en el que “si no estás conmigo, estás contra mí”.
Y tal vez lo que haga falta para motivar la competencia sana entre las instituciones sea justamente que surjan otras, nuevas, con formas y objetivos diferentes y complementarios, con apoyo de la tecnología; también, que se logre una coordinación perfecta de organismos surgidos de la sociedad civil que brinden opciones y hagan que la soberbia de los organismos acartonados se aplaque y se convierta en un deseo sincero de competir sanamente sin ver al competidor como enemigo, sino, antes bien, como alguien que, al pensar diferente, también suma y aporta.
Una de las mayores aportaciones de nuestra era (tal como le comenté públicamente a un líder de nuestro sector en una conferencia donde él era cuestionado por una persona del auditorio a raíz de procesos naturales que pasan en nuestro medio asegurador) es que estos tiempos políticos pueden no traernos a los líderes ideales, pero pueden darnos la apertura para escuchar respetuosamente a los que no piensan igual que nosotros, contemporizar y tratar de encontrar los puntos de coincidencia en favor del bien común, rompiendo, insisto, la visión maniquea de que nuestra opinión, razón o institución es la buena, la única o la oficial frente a la mala de otros grupos o sectores.
Estamos en tiempos de escuchar a muchas personas, y no todas piensan igual que nosotros… Incluso habrá voces de líderes que nos son antipáticos o a quienes no les caemos bien por nuestras ideas o formas de decir las cosas.
El mundo, las ideas y lo que consideramos “la normalidad” están en plena revolución exponencial. No te pierdas de participar en ello por aferrarte a tus ideas concibiéndolas como las “buenas” las “correctas” o las “únicas u oficiales”.
Espero curarme de ti
Por haber escrito esta colaboración desde nuestro bello estado de Chiapas, cierro con un poema del escritor más querido de esta tierra: Jaime Sabines, y lo hago para que sepamos curarnos pronto si algún líder que ha llegado a una posición prominente por nuestra apatía nos causa daño.
Las personas pasan; las instituciones permanecen.