No nos llamemos a sorpresa:la incertidumbre ya no acecha, ¡ha llegado! Atestiguamos la materialización de los lúgubres pronósticos de finales del año pasado. A decir del titular del Poder Ejecutivo, tales vaticinios resultarían un fiasco al estar contaminados con proyecciones y acciones de administraciones “corruptas y neoliberales”.
Pero el canto de las sirenas ha venido perdiendo el seductor dulzor que lo caracterizaba; ya no adormece ni regocija su tono. Por el contrario, ha venido convirtiéndose en un cacareo incesable. Para ser precisos, se transformó en un graznido matutino intolerable, inoportuno pero relevante… ¡vaya contradicción!
Las ocurrencias proferidas un día sí y el otro también, la gobernanza sin pies ni cabeza, la evidente política en vilo ha erosionado el ánimo de los inversionistas, de los generadores de empleo y de la sociedad en general, lo que ha frenado alarmantemente el consumo interno, motor que hasta ahora ha mantenido en marcha a la economía doméstica.
Debemos señalarlo —que no aceptarlo— con franca tristeza, desilusión y rabia: el dinero fresco y la proyección de nuestro país hacia el extranjero como opción viable para apostar por proyectos redituables destinados a todos los jugadores del concierto económico deberán esperar a mejores épocas. (Brasil levanta la mano y se lleva el premio. Seremos la sombra del gigante suramericano.)
La tasa de desempleo ha tocado su nivel más alto en quinquenios; el índice de confianza del consumidor comienza a bajar marginalmente, lento pero sin pausa. Por si fuera poco, las políticas concebidas en un sueño febril de campaña y puestas en marcha cuando aún sufrían la resaca de la elección han comenzado a golpear, a patear furiosamente el vientre social; los moretones serán evidentes hacia el último trimestre del año.
La proyección de crecimiento para el sector asegurador efectuada el año pasado se ajustó, en noviembre, a la baja, quedando en el orden de 6.5 por ciento. No obstante, y con las elecciones ya decididas, se consideró posible mantener dicho nivel para 2019.
Quizá se llegó a considerar que la amenaza (u ocurrencia de campaña) consistente en cancelar los Programas Institucionales de Seguros de la Administración Pública Federal (Gastos Médicos, Vida y Separación Individualizada) no tendría aplicación inmediata; o que, al quedar abocada a una lluvia de amparos muy probable e incesante que interpondrían los servidores públicos afectados, no habría más que meterla en el cajón del olvido.
¡Nada más equivocado! La cancelación sin reparo de las partidas presupuestales orientadas al pago de dichas prestaciones fue un uppercut que tuvo efecto inmediato: se invirtió la ecuación y se obligó a los servidores públicos que deseaban mantener los beneficios adquiridos a salir a buscar opciones en el mercado.
Algunas compañías, decididas a realizar un ejercicio desesperado de captación, diseñaron paquetes de cobertura exprofeso para este nicho; no obstante, quedaron lejos, muy lejos, de la pretensión de cobertura y de la expectativa de costo.
Esperando no herir susceptibilidades, afirmo que, puesto que me desenvuelvo específicamente en el ámbito del negocio público, aprecié de manera directa que faltó sensibilidad en el sector para mantener este mercado. ¡La oferta fue muy pobre!
¡Y lo que faltaba…! El director del Issste ha manifestado que ese instituto no garantiza su operación más allá de julio de 2019. Terrible noticia. ¡En menos de seis meses el servidor público de confianza ha quedado en total indefensión!
Al amparo de estas consideraciones, hago un llamado muy atento y respetuoso al sector para que busque instrumentos que permitan el acceso a servicios de salud dignos, eficientes y de calidad.
Es claro que el ramo de Gastos Médicos se encuentra agotado en su composición actual. La fórmula de operación obsoleta, en caso de no revertirse, llevará a la desaparición del producto. Luego entonces la pregunta cae por su propio peso: ¿estaremos frente a la oportunidad de revolucionar el mercado?
La respuesta sin duda es sí. ¡Te lo aseguro!