DESDE LA SECRETARÍA de Hacienda y Crédito Público surge, probablemente por mandato, una declaración sobre la necesidad de modificar el régimen pensionario del maltrecho país de la Cuarta Transformación. La afirmación no es nueva; ya en varias ocasiones se había dicho tal cosa, desde las épocas en que se sospechaba y después se declaraba una inminente quiebra en las reservas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) (lo que terminó por resolver correctamente Mikel Arreola) hasta el nacimiento del SAR y las afamadas y vituperadas afores.
EL ORIGEN DEL ASUNTO se remonta al nacimiento del citado instituto. Las pensiones calculadas para el retiro de los jóvenes mexicanos con una esperanza de vida muy por debajo de los 60 años —por eso lo de “jóvenes”— crearon la ilusión de que las reservas requeridas para los eventuales retirados que las reclamarían serían eternas.
NADA MÁS LEJOS DE UNA realidad que alcanzó al país a menos de 50 años de la creación de dichos fondos. Resulta que la esperanza de vida creció de tal manera que para el final de los años ochenta ya se tenía una expectativa promedio de más de 65 años, edad en la que una pensión alcanzaría al ciento por ciento de lo establecido en las leyes y reglamentos respectivos. Si a ese hecho se le agrega que por la ilusión generada al principio el IMSS gastó alegremente en tantas y tantas cosas —unas relacionadas con su misión, y otras no tanto (recuérdese el Atlante FC)—, pues los fondos para las pensiones resultaron insuficientes.
ENTONCES NACIERON LAS AFORES. La comprobada ineficiencia de los fondos universales para la constitución y el otorgamiento de las pensiones llevó a algunos economistas y financieros chilenos a diseñar un sistema de ahorro individual para el retiro. Con más o menos temas que requirieron ajustes en aquel país, se iniciaron en el mundo diferentes esquemas para afrontar el caso.
EN MÉXICO, EL SISTEMA se instaló primero en la banca, lo que desembocó en un desastre, entre otras cosas por la insaciable ambición de tales instituciones; además, porque no son expertos en manejo de reservas de largo plazo. Se pensó entonces en la posibilidad de que los fondos fueran administrados por el sector asegurador, que para variar resultó desestimado muy pronto.
NACIERON ENTONCES LAS Administradoras de Fondos para el Retiro, así como las Siefores, las operadoras de las inversiones requeridas para el caso. Desde su nacimiento fueron atacadas por diversos motivos: que si cobraban comisiones muy altas, que si las inversiones presentaban variantes con altibajos, que no iban a ser suficientes y demás razones y sinrazones.
LAS MODIFICACIONES Y AJUSTES en la reglamentación, tanto para sus esquemas de inversión como para su promoción y colocación —su venta, pues—, han sido dictados en varios cientos de circulares, que al inicio tenían una frecuencia mayor que las lluvias de una temporada nutrida, aunque ahora son mucho menos.
NO OBSTANTE SU CORTA vida —ya que un sistema de larga permanencia ha rebasado ya los 30 años—, el sistema de las afores ha sido motivo de múltiples ataques, fundados unos e infundados la mayoría. La última embestida se relacionó con una parte de las inversiones de algunas de ellas en el abortado aeropuerto de CDMX. Se supone que una de las líneas de inversión aceptadas se relaciona con obras determinadas por el Gobierno. Como el proyecto de la terminal aérea fue literalmente bateado por la estrella beisbolera del momento, pues se criticó severamente la inversión que habían hecho las afores o las siefores. De ahí una nueva andanada de reclamos a la insuficiencia de las reservas para otorgar pensiones mejores.
¿SERÁ QUE QUIEREN QUE LOS FONDOS los maneje otra vez una institución gubernamental? ¿Será que éste es uno más de los muchos temas en que el Gobierno está metiendo la mano si huele a mucho dinero? ¿Pondrá el Gobierno una afore a competir con las actuales, como va a hacer con las gasolinerías? No es posible afirmarlo ni saberlo, ni es el tema; así que regresamos al punto central: la insuficiencia de los fondos.
EN EFECTO, ES UN HECHO que los ahorros que se destinan a constituir los fondos pensionarios otorgarán pensiones exiguas a quienes lleguen a la edad de retiro. Pero la solución no es que bajen las comisiones —quizá éstas puedan ajustarse un poco, pues no son ni la cuarta parte de lo que se cobraba al inicio—; la solución requiere un ajuste de mucho más variables. Se puede pensar, por ejemplo, en diferentes medidas relacionadas con el etiquetado de las inversiones, con una administración más cuidadosa, con una integración menos tortuosa de quienes cambian de una institución a otra y, en fin, con distintos factores. Pero hay uno principal: el origen de los fondos.
ES EL AHORRO LO QUE, con una correcta cultura financiera y de prevención, generará un fondo mayor o menor en el tiempo. Esto es lógica simple: bajo ahorro, baja pensión; alto ahorro, alta pensión. Aquí está el punto medular.
LAS VIEJAS ESCUELAS DEL AHORRO indican que algo más o menos suficiente para constituir ahorros que permitan tener días de verdadero júbilo en la vejez (la jubilación) es ahorrar 10 por ciento de los ingresos que se generan durante la vida activa.
PERO EL AHORRO NO EXISTE de manera voluntaria o disciplinada. La mayoría de los pocos que ahorran lo hacen para un fin específico; y, llegado el día, ese dinero se gasta, y vámonos a otra cosa, lo que significa que el susodicho ahorro no llega al fin de la vida productiva. Los demás —la mayoría— no ahorran ni en defensa propia. Hay dos razones básicas que explican el hecho de que las personas no ahorren: que el dinero no alcanza y que los estímulos al ahorro son bagatelas. Por eso, este ahorro es obligado por ley.
LA PRIMERA RAZÓN, la de que el dinero no alcanza, es cuestión de puntos de vista y de posturas al respecto. Es más que sabido que cualquiera —en su propio nivel— puede vivir igual que como está acostumbrado con solo 90 por ciento del gasto, por supuesto debidamente controlado. La segunda es cierta: la banca ofrece tasas de rendimiento de basura a los ahorradores.
PERO ¡NO LES TOQUE EL SALARIO a los empleados! ¡Qué barbaridad! Se quejan del descuento relativo a su fondo de retiro, pero también se quejan de “la pinche pensión” que recibirán… Pues sí, recibirán lo que juntaron, y con algunos beneficios por los rendimientos históricamente positivos que ofrecen las afores. Recibirán mucho más que en cualquier instrumento de inversión a largo plazo. Pero no quieren ahorrar más.
MODIFICAR EL SISTEMA PENSIONARIO tiene que ver más con los recursos con que se constituyen los fondos que con una administración que hoy por hoy es bastante eficiente. ¿Será posible que la cuota para el retiro no sea de 6 por ciento sino de 10 por ciento? ¿En serio…? Eso, y no la grilla, sí sería una modificación productiva.