“El compromiso que quiero de usted es que nunca falle”. Ésta es la premisa de toda contratación de un colaborador y la condición de su continuidad, en especial en los niveles gerenciales y directivos.
Este fenómeno también está presente en los emprendedores. Nunca fallar es la constante de todas sus acciones. Las empresas exigen que sus colaboradores sean una especie de híbrido entre adivinos que se anticipen a las amenazas y generales que aseguren la victoria.
Después de meses de trabajo, a veces años, millones de pesos invertidos, continuas y crispadas reuniones, la misión fracasa, los objetivos no se cumplen, la empresa pierde dinero y oportunidades, los directivos son destituidos. En un caso semejante, los colaboradores que se sienten a disgusto salen de la empresa con la pérdida de talento y curva de aprendizaje que ello implica. Al final queda en la cultura de la organización que fallar es malo; que será castigado y que es mejor apostar por lo seguro.
Este escenario provoca que todas las iniciativas de la organización estén basadas en ir a lo seguro. ¿Sabe usted cuándo podría suceder eso? Podría, decimos, porque esto tampoco es seguro. Podría suceder cuando siempre se haga lo mismo, una y otra vez; cuando no se cambie. Este gusanito de pensamiento no deja de roer las entrañas de la organización hasta que llega el día en que es más importante no moverse para no fallar, aunque ello implique la muerte de la organización.
¿Entonces? ¿Fallar es bueno? ¿Es mejor fallar que triunfar? No, por supuesto que no. La continuidad y trascendencia de una organización está basada en sus victorias. Lo que estoy cuestionando es el hábito de satanizar el fracaso, considerar a rajatabla que fallar es malo, cuando fallar solo es una de las paradas del recorrido hacia el éxito.
La satanización del fracaso inhibe la innovación, la intención de tomar riesgos, el entusiasmo de atreverse a más y ser diferente. Si algo es una constante en el mundo empresarial de hoy es que las reglas del juego cambian. En este entorno es importante mantener un espíritu de aventura y divertirse en el proceso; dejar las ataduras de lo tradicional, abrazar la ambigüedad y sentirse cómodos en ella.
¿Qué de bueno tiene fallar?
El fracaso es una moneda de dos caras. Una cara es la connotación negativa, porque nos hace perder tiempo, dinero y esfuerzo; afecta a la autoestima del equipo y crea una sensación de frustración, ya que después de meses de esfuerzo todo se fue por el inodoro. Sin embargo, también tiene una cara positiva, puesto que trae consigo experiencia, conocimiento, comprobación de supuestos y afinación de la estrategia.
¿Cómo lidiar con el fracaso?, ¿cómo aprovechar las ventajas del fracaso y evitar sus negativas consecuencias? La respuesta es sencilla. En primer lugar, los expertos tienen una técnica simple: si el fracaso es una parada del camino hacia el éxito, entonces equivóquese rápido pero a pequeña escala. Equivocarse rápido le permitirá lidiar con los aspectos negativos y maximizar los positivos. Si los fracasos son requisito del éxito, experiméntelos rápido y sin cuestionarse.
Equivocarse rápido requiere aspectos que deben tomarse en cuenta, de manera que este pequeño trago amargo se convierta en una aventura placentera, y no en una pastilla del tamaño de una nuez que tenemos que tragarnos sin agua.
- Establecer el supuesto clave
Las iniciativas en las cuales se embarca la organización parten de un supuesto, seamos conscientes de ello o no. Si vamos a hacer una campaña en redes sociales para un nuevo producto, el supuesto es que así podremos llegar al cliente objetivo. Si vamos a cambiar de sistema informático, suponemos que eso nos dará velocidad de operación, ahorro, estabilidad o todas esas características juntas. Si vamos a colocar un nuevo producto en el mercado, el supuesto es que el producto es atractivo para el cliente, lo podemos operar y es rentable. ¿Cuál es el supuesto de su siguiente iniciativa?
- Probar el supuesto
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- Mil veces, por favor. Para comenzar, se debe probar el supuesto antes de invertir millones de pesos y miles de horas en un proyecto que se basará en dicho supuesto. No contrate toda la campaña de marketing. En primer lugar, realice una prueba de supuesto. No haga un proyecto de millones de pesos. Concéntrese en probar una parte muy ligera del sistema informático para comprobar si eso es lo que busca, antes de iniciar un proyecto millonario para un nuevo producto. Atrévase y realice una prueba de concepto. Si el supuesto no es válido, regrese al paso uno. Establezca un nuevo supuesto, pero con más experiencia y pistas. En esta fase radica el enfoque de Equivóquese rápido pero a pequeña escala. Las pruebas de supuesto no pueden durar más de tres meses, por lo que deben hacerse en un rango de una semana a máximo tres meses.
- Potenciar la idea
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- Si el supuesto es válido, llame a la infantería, inyecte dinero, tiempo, esfuerzo y toda la materia prima. El éxito no estará garantizado, pero tendrá más oportunidades de alcanzarlo.
¿Está listo para dejar de invertir grandes cantidades de tiempo y dinero y ya no esperar beneficios prometidos para dentro de 10 meses de eso sobre lo que tiene más dudas que certezas? ¿Está listo para hacer su primera prueba de supuesto?